El ayuntamiento de nuestra querida ciudad acaba de concederle al jugador de baloncesto Pau Gasol (Barcelona, 1980) la Medalla de Oro al Mérito Deportivo. Un reconocimiento justo y necesario, dado que la carrera del señor Gasol es impresionante. Segundo español y primer catalán en participar en la NBA norteamericana, nuestro hombre lo ha sido todo para el baloncesto y, lo que es más difícil, no ha protagonizado ni una sola salida de pata de banco en toda su trayectoria profesional.

De todos modos, algo me dice que el sector lazi de la sociedad catalana, que nunca le ha tenido mucho aprecio, puede estar arrugando la nariz en estos precisos instantes. Para los integrantes de este lamentable colectivo, Pau siempre ha sido un traidor a la patria (chica), alguien que no ha aprovechado su lugar preeminente en la sociedad para reivindicar la independencia del terruño y lamentarse públicamente de lo que el mundo en general y España en particular han hecho con la pobre Cataluña.

El caso de Gasol es muy parecido al del tenista mallorquín Rafa Nadal, aunque éste haya hecho más cosas para irritar a los indepes, como envolverse en la enseña nacional, hablar castellano sin sentirse el habitante de la última colonia europea y, para más inri, declararse fan del Real Madrid.

A la que detectan a un catalán que destaca en alguna cosa, los lazis confían en que sea de los suyos, y se rebotan cuando ven que no. Se llevan unas hostias como panes con esta manía obsesiva, pero siempre están dispuestos a empezar de nuevo cada vez que aparece en el horizonte alguien que tal vez les de la razón. Intuyo que su nueva bestia negra es el cineasta de Banyoles Albert Serra, quien ha tenido el descaro de rodar una película sobre la tauromaquia y recibir por ella, sin inmutarse, un premio por parte del PP, con cuyos representantes se retrató ufano (por no hablar de haber proclamado su admiración por la fiesta y por los diestros).

Sin duda alguna, nuestros indepes prefieren el modelo Guardiola, uno que no deja pasar ninguna oportunidad de hacerse la víctima y el maltratado, aunque vive como Dios, superando con creces al lazi de apartamento en el Upper Diagonal y la segunda residencia en el Ampurdán (¡bah, aficionados!). Y si Pep Guardiola, sorprendentemente, se mantiene en silencio, siempre hay alguien al que recurrir, como ese jugador vasco del Barça que exhibió una estelada en la última celebración del club.

Para esta gente (y para los partidos que, mal que bien, la representan), si un catalán no es independentista no acaba de ser un genuino catalán. Y si no aprovecha para exigir la independencia de Cataluña en los momentos más intempestivos, se convierte ipso facto en un traidor. De ahí que Pau y Rafa nunca hayan caído bien en ciertos entornos.

En ese sentido, está muy bien que nuestro ayuntamiento reconozca con un galardón la carrera del señor Gasol. Y que el señor alcalde diga que el baloncestista es un orgullo para Cataluña, España y el mundo entero. Por el mismo precio, premias a un tipo que se lo merece y les das un sopapo a los lazis más contundente que los que se estilan entre el matrimonio Macron. Los gestos solo son gestos, pero pueden ser importantes en determinados contextos. Se me ocurre más gente a la que premiar desde el ayuntamiento, pero tampoco vamos a meterle prisa al señor Collboni. ¿no?