Carles Puigdemont es un problema y una solución. ¿Para quién? Pues dependerá del lado en el que cada uno esté. Pero para el conjunto lo que le suceda en los próximos meses podría ser clave.

El ex presidente de la Generalitat está pendiente de que el Tribunal Constitucional avale la Ley de amnistía. Y de los posibles recursos que se planteen.

Puede que hasta finales de este año su situación no esté clarificada. Podría, no obstante, tomar algunas decisiones encaminadas a favorecer los intereses de Junts per Catalunya.

¿Está dispuesto? ¿Lo entiende él de ese modo?

Barcelona espera un gesto. Los sectores económicos lo reclaman, y también el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Barcelona. En realidad, todos entienden que sería necesario que Junts pudiera acordar ya la reforma de la medida del 30% de vivienda pública en las promociones inmobiliarias en la ciudad.

Al PSC no le queda otro socio posible. Y las inversiones en el sector están pendientes de esa decisión del consistorio.

Junts tiene argumentos para negarse, para no ofrecer ese ‘caramelo’ al PSC. Ganó las elecciones en mayo de 2023. Es cierto. Pero Xavier Trias no supo, o no pudo, pactar con los socialistas una alcaldía compartida a lo largo de los cuatro años de mandato con Jaume Collboni. Ya es tarde para eso.

El grupo municipal de Junts arguye que es el PSC el que no desea negociar un paquete global sobre vivienda, con una rebaja del IBI que agradecerían mucho los barceloneses. Y los socialistas se han convencido de que es Junts quien se ha cerrado en banda.

Han transcurrido dos años, en el ecuador de los cuatro años de alcaldía de Collboni, y esa cacareada reforma del 30% sigue sin aprobarse. Antes del verano, es decir, a lo largo de este mes de junio, el equipo de gobierno sostiene que se sacará adelante. ¿Con Junts?

Quizá Junts se equivoca al entender que ese apoyo pudiera suponer un ‘caramelo’ a Collboni. Más bien sería una muestra de que Junts puede ser un partido útil, de que ha abandonado las tretas y los ensueños de los últimos diez años, y que desea construir y gobernar en los distintos niveles administrativos.

Pero “todo depende de Puigdemont”, insisten desde las propias filas del ¿partido?

Puigdemont tiene en sus manos muchas decisiones. Los propios dirigentes de Junts, los que están en primera fila y los que se mantienen en su órbita, deberían dar pasos valientes y decir qué quieren ser en los próximos años.

Sorprende la figura de Jordi Turull, un hombre dubitativo, que no sabe si será reprendido o aplaudido cuando verbaliza lo que hará Junts. ¿Es el dirigente en el que confía Puigdemont, o lo mantiene en una posición incómoda, porque todavía no ha decidido quién lo substituirá?

La figura de Turull se antoja un poco patética. Y no es culpa de él. Es Puigdemont el que designa y deja en la cuneta a los suyos.

En Barcelona se esperan gestos. Para aprobar medidas tan urgentes y necesarias como la del 30%, para saber qué debe hacer la ciudad en materia de vivienda, y para conocer el próximo alcaldable de Junts.

A partir de septiembre los motores comenzarán a rugir. Todo se encaminará hacia las elecciones de 2027. Jaume Collboni ya ha comenzado. Pero, ¿quién será su adversario o posible socio en el próximo mandato? Puigdemont sigue callado.