No hace tanto, los líderes de Junts y comunes se repelían como agua y aceite. Tanta era la animadversión que parecía difícil imaginarlos juntos ni para coger el ascensor. Claro que eran los tiempos de Xavier Trias y Ada Colau. El primero, prototipo donde los haya de burgués de Sant Gervasi; ella, quintaesencia del perroflauta que para los neocovergentes ni siquiera sirve para proclamar la independencia, como los buenos chicos de la CUP. Lo dicho, agua y aceite.

Sin embargo, eliminados Colau y Trias de la ecuación, parece que sus partidos han dejado de ser polos opuestos, por lo menos cuando conviene. De hecho, hay momentos en los que proliferan los parabienes y arrumacos entre los dos grupos que encarnan los principales rivales del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona. Quizá sea precisamente por eso, porque son los dos grupos con aspiraciones a sustituir a Jaume Collboni en la alcaldía, aunque todavía no sepan exactamente con quién.

De hecho, ha sido atisbar el ecuador del mandato y en dos meses se han sucedido dos reprobaciones al gobierno local, sustentadas en ambos casos por Junts y Comunes. La primera víctima de esta nueva alianza fue la primera teniente de alcalde, Laia Bonet, a cuenta de los retrasos en el proyecto de rehabilitación del barrio del Besós y el consiguiente riesgo de perder los fondos Next Generation que deben sustentarlo.

Una reprobación liderada por la morada Janet Sanz quien, ¡oh sorpresa!, era la responsable de Vivienda del anterior gobierno local. "Los comunes pasan de no hacer nada a pedirlo todo", apuntó entonces el regidor popular Juan Milián.

Pero la reprobación salió adelante con la única oposición de ERC, lo que debía animar a los dos protagonistas, que un mes después, coincidiendo con el ecuador del mandato, repetían la operación, esta vez con el alcalde Collboni como objetivo.

Collboni pisó el acelerador para conmemorar ese ecuador de su mandato con la remodelación de su gobierno y una conferencia ante los padrinos de la ciudad para presentar los logros y planes de futuro de su equipo. Más vale hacerlo nosotros a que nos lo hagan otros, apuntaba irónicamente un miembro del equipo de alcaldía.

Pero la oposición decidió que no colaba, y que estos dos años en la cuerda floja con apenas diez regidores de 41 sosteniendo el gobierno local se merecían una reprobación. Esta vez de caza mayor: reprobación al alcalde.

Es cierto que Collboni solo ha aprobado unos presupuestos, y que lo ha hecho por la vía extraordinaria de la moción de confianza. Pero también lo hicieron Colau y Trias en su momento. También es cierto que el socialista solo cuenta con un socio estable en el pleno, ERC.

Pero no lo es menos que el PSC ha buscado con ahínco la alianza con los comunes. No creo que el fracaso de la negociación se pueda atribuir de forma exclusiva, ni siquiera mayoritaria, al PSC.

Aunque no todo son bofetadas contra Collboni. Hay cosas que los Comunes no pueden hacer con Junts, como cortar lazos con Israel. Y ahí está presto el alcalde para acabar con el hermanamiento con Tel Aviv. Y otras cosas que Junts jamás conseguirá de la mano de los morados, como tumbar al reserva del 30% de cualquier promoción de vivienda nueva o rehabilitación de calado, entre otras cosas porque fue la medida estrella de Colau en su último mandato.

Junts y comunes han mostrado en las últimas semanas una pinza política la mar de eficaz para dejar solo a Collboni. Pero saben que su alianza no pasará de ahí. Para conseguir alguno de sus objetivos políticos necesitarán pactar con el PSC, porque sus programas son antagónicos. Por eso Jaume Collboni sigue siendo alcalde.