Como seguramente nunca se sabrán las causas y las responsabilidades del gran apagón del pasado 28 de abril, conviene recordar la historia eléctrica de Barcelona.

Más hoy, que se cumplen 123 años del estreno de la iluminación en la Rambla de Caputxins. Las pruebas se habían hecho con un generador a bordo de un barco anclado en el puerto.

Antes, en 1852, Francesc Domènech había iluminado su botica de la calle Unió de Barcelona con una bombilla. Al año siguiente, el francés Renaud Germain iluminó la Plaça Sant Jaume.

Otros “iluminados” fueron los empresarios Francesc y Tomás Dalmau, quienes en 1874 alumbraron una estancia de la Escuela de Ingenieros Industriales de Barcelona.   

Por el contrario, antepasados de los actuales “no a todo” se oponían al progreso eléctrico y dibujaban en la prensa sus futuras catástrofes y ruinas para la ciudad.

Como el rayo eléctrico descontrolado que derrumbaba los campanarios de la Basílica Santa María del Mar y el de la Basílica de la Mare de Déu de la Mercè y Sant Miquel Arcàngel.

La Sagrada Familia se salvó. Porque las obras se iniciaron el 19 de marzo de 1882, día de San José. El obispo de Barcelona puso la primera piedra y la electricidad no encontró nada que tumbar.

Todo ello aconteció en la época que Eduardo Mendoza noveló en La ciudad de los prodigios. Donde relata la Barcelona pujante que va desde la Exposición de 1888 hasta la de 1929.

En la tesis de la UB "La electricidad en Cataluña, una historia por hacer”, Horacio Capel afirma: “La electricidad ha supuesto un instrumento esencial para la modernización del país y para su integración en un sistema técnico contemporáneo”.

Pero como la tradición ordena y manda que los barceloneses nunca se pongan de acuerdo en nada, la iluminación de La Rambla fue causa de polémicas.

Según unos, era un capricho de la burguesía que paseaba por La Rambla y quería lucir sus ropas y joyas. Según otros, era necesaria para el desarrollo industrial, económico y social.

El 23 de julio de 2007, los barceloneses se quedaron sin luz durante cuatro días. La ciudad se paralizó y el Ejército trajo generadores. La ciudadanía protestó con caceroladas.

La causa la descubrió la prensa. Un cable no soterrado que debía estar soterrado en Collblanc. La Cambra de Comerç calculó 62 millones de euros en daños. Endesa y Red Eléctrica Española se acusaron mutuamente del siniestro.

El ministro socialista de Industria era Joan Clos, ex alcalde de Barcelona. Reconoció que se invertirían 900 millones que se abonarían con el aumento de las tarifas. Es decir, que los usuarios pagaron su propia desgracia. No dimitió.

El 24 de julio de 2021, apagón a causa de un fallo en la interconexión de REE con Francia. Similar a lo ocurrido en el último, dejó sin luz a 645.000 catalanes. Se reparó en una hora.

La ministra de Industria era la socialista Reyes Maroto.  No dimitió. Su amo en la Moncloa dijo que arreglar el último apagón en seis horas fue un éxito. Así, hasta el próximo. Sin dimisiones. Y a oscuras, para que las verdades no salgan a la luz.