Ada Colau empezó de activista. Se disfrazaba para boicotear actos políticos como dirigente de la PAH. Se paseaba por platós de televisión donde defendía sus posiciones y reiteraba día tras día que ella nunca se iba a presentar a las elecciones. Y lo hizo.

Me lo dijo en respuesta a una pregunta directa sin despeinarse en la tertulia de La Rambla que dirigía Dani Domenjó. Me mintió y mintió a los barceloneses que veían aquel programa de debate. Se presentó y ganó, afirmando eso sí, que en política no se podía estar más de dos legislaturas.

Se presentó en 2015, repitió en 2019 y volvió a hacerlo en 2023. O sea, se presentó en tres convocatorias electorales faltando otra vez a la verdad, o dicho de otra manera mintiendo.

Evidentemente lo justificó. Se presentó porque se lo pidieron las bases de los comunes. No ganó y como concejal de la oposición puso pies en polvorosa. No porque el trabajo la agobiara, porque durante el tiempo que estuvo en el consistorio no dio un palo al agua.

Era la concejal fantasma en las comisiones de trabajo. Apenas acudía a algún acto oficial. Nos dejó para ir a hacer la revolución desde algún cómodo sofá con algunas conexiones audiovisuales para explicar a la plebe sus éxitos.

Reapareció en medio de grandes aspavientos en la flotilla de Gaza. La idea es más que respetable porque el genocidio de Israel es inaguantable, pero el protagonismo de Colau es más que indecente.

El fiasco de la flotilla en su salida del puerto de Barcelona no ayudó a la imagen de seriedad que se requería, por lo que Colau volvió a ponerse estupenda. "Ojalá los gobiernos nos pusieran a disposición una flota de barcos en perfecto estado para llegar más rápido a Gaza", dijo sin pestañear.

¡A ver! En Israel, los sionistas más fascistoides apuestan por arrestar a los integrantes de la flotilla por terroristas. Otros más acostumbrados a ser genocidas quieren bombardear los barcos que llevan la ayuda humanitaria. Si los barcos fueran de gobiernos, señora Colau, no dude que serían hundidos sin misericordia. Aun así, un dron atacó un barco atracado en Túnez. Con seguridad, Israel haciendo de las suyas.

Lo de Israel es un asesinato masivo y la idea de la flotilla me parece bien, aunque soy pesimista. No conseguirá su objetivo. Pero utilizar la flotilla como aparato de propaganda es simplemente repugnante.

Y desde la flotilla nos enteramos de que TV3 confirmaba el fichaje de Colau para las tertulias de Els Matins. Lo adelantaron nuestros compañeros de Crónica Global. Ahora Colau pontificará desde el nuevo púlpito. Nos dirá qué tenemos que hacer, qué no hacer y que se prepare el alcalde Collboni porque será objeto de sus dardos. De poco servirá que el bueno de Jaume Collboni haya puesto de nuevo a Barcelona en el mundo, como en materia de vivienda, en proyectos sociales o en defensa de la democracia en Estambul.

Será atizado sin piedad porque Colau ha cogido el manual y ha decidido que la historia se repite.

Yo si fuera Janet Sanz iría recogiendo mis enseres personales porque Colau, aquella que no quería estar más de dos legislaturas en política, va a volver a presentarse en 2027 por cuarta vez, aunque nos dirá como en la película que ella vuelve a empezar. Que el contador se pone a cero y, evidentemente, las masas de la militancia de los comunes se lo van a pedir, exigir me atrevo a aventurar yo, que vuelva a presentarse.

La tertuliana Colau volverá a primera línea, aunque esta vez no podrá tirar de activismo. Y menos de gestión porque hemos visto los barceloneses que desde que lo dejó Barcelona ha vuelto a “bategar” y que podíamos dejar la inanición en la que nos había metido.