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La exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau

La exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau EUROPA PRESS

Opinión

El peligro del PSC de Collboni con su relación con los comunes

Los comunes quieren gobernar, pero se sienten más a gusto en las trincheras y en la demagogia callejera. Por eso es peligroso para el PSC, que ahora se verá en la obligación de presentar una nueva moción de confianza –serán dos, las permitidas en un mandato municipal—para aprobar los presupuestos de 2026

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Vista la experiencia, las presiones de unos y otros, las necesidades de cada partido, los socialistas tienen claro, --aunque a través de la retórica nunca lo ocultaron—que sólo podrán gobernar Barcelona con cierta tranquilidad si llegan a un acuerdo global con los comunes y Esquerra.

La aritmética ofrece otras posibilidades y las permitirá, seguro, en el futuro inmediato, pero la situación política no deja alternativas. El PSC o mira a su izquierda o no podrá gobernar, a no ser que los astros deparen un cambio en la orientación de Junts per Catalunya, y ese partido se transforme en algo útil, un centro-derecha liberal que esté al servicio de la ciudad.

Si eso se produce, en paralelo a un acomodo similar en el Parlament de Catalunya, cambiaría todo por completo. Pero no parece que nos encaminemos hacia esa dirección. Lo que hay es una relación extraña y complicada entre los socialistas y los comunes, que puede ser peligrosa para el conjunto de la ciudadanía barcelonesa.

En el fondo, las dos fuerzas políticas no se soportan. Los comunes mantienen esa enmienda a la totalidad que siempre dejó entrever ICV, el reproche a la ‘modernidad’ del PSC por transformar Barcelona con criterios “neoliberales”. La ciudad puesta al servicio del mercado, una pieza atractiva para el inversor internacional. Pero ICV buscó su nicho electoral y decidió colaborar con los socialistas dentro del gobierno municipal.

Los comunes, en cambio, mantienen una pulsión propia del activismo, y quieren estar y todo lo contrario. Quieren gobernar, pero se sienten más a gusto en las trincheras y en la demagogia callejera. Por eso es peligroso para el PSC, que ahora se verá en la obligación de presentar una nueva moción de confianza –serán dos, las permitidas en un mandato municipal—para aprobar los presupuestos de 2026.

El partido de Ada Colau –puede que se deje querer en el último minuto y sea otra vez candidata a la alcaldía, aunque ella lo rechaza ahora por completo—ha jugado hasta el último instante. El equipo de Collboni le ha comprado toda la mercancía para aproximar posiciones. Y ahora los comunes han decidido abstenerse. El PSC señala que mantendrá los compromisos adquiridos, pese a que no tendrá el voto a favor.

Y la cuestión es que eso se ve un gran avance. Se entiende que los comunes están aceptando la realidad, y que, poco a poco, abrirán los ojos y entenderán que no les queda otra que gobernar con los socialistas y mantener una posición razonable,

Sin embargo, no dejan de reprochar al Gobierno de Collboni cualquier actuación, sea por políticas concretas en la ciudad o por apoyar iniciativas de medios de comunicación, como el foro Desperta Barcelona, que organiza Metrópoli Abierta y Crónica Global desde hace tres años y que concita el interés de toda la Barcelona económica, social y cultural.

Poco a poco, señalan desde el Ayuntamiento que dirige Jaume Collboni. Para gobernar será necesario un acuerdo a tres bandas, un tripartito de izquierdas. Los socialistas se agarran a las votaciones. Si en 2024, los votos a favor del presupuesto fueron quince, los del PSC y ERC, con 26 votos en contra, ahora serán 15 a favor, por 17 votos en contra y 9 abstenciones, las que corresponden a los comunes.

Bueno, se puede ver así. Pero lo que cuenta es cómo influye esa aproximación a los comunes en el conjunto de la ciudad. Y el hecho es que una medida que nadie quiere –salvo los comunes—sigue sin reformarse porque no hay mayorías: la del 30% de vivienda protegida en todas las promociones inmobiliarias.

Jaume Collboni señaló que dejaba esa reforma “en un cajón”, en una entrevista con Metrópoli, porque no había manera de pactarla. Puso la responsabilidad en Junts per Catalunya, pero, al final, ¿quién quiere, de verdad, pactar esa medida, y con quién?

Habrá que esperar, pero el tripartito de izquierdas se aproxima.