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Jeringuillas en una fuente de agua del barrio del Raval

Jeringuillas en una fuente de agua del barrio del Raval @Chino_Chulo Barcelona

Opinión

Jeringuillas en el Raval que dan la razón a los vecinos

"Se trata de un problema de salud pública y, sobre todo, de convivencia. Porque la presencia de jeringuillas en la calle es la muestra más evidente de una degradación del espacio público que pagan los vecinos"

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Los servicios de limpieza el Ayuntamiento de Barcelona han recogido más de 250.000 jeringuillas en el espacio público en los últimos cinco años. Una cifra que parece descomunal, y aún así tiene trampa. Porque si se atiende a los datos la pandemia del Covid, y los confinamientos correspondientes, permitieron una caída de unidades recogidas. La mitad en 2021 de las encontradas en las calles barcelonesas un año antes.

Con la vuelta a la normalidad, sin embargo, Barcelona regresó a las cifras de años anteriores. Y a una progresión en aumento que llevó a las 67. 720 unidades en 2024, el último año del que se tienen datos.

Las cifras, por tanto, no son buenas. Y lo que muestra la distribución territorial de esos datos tampoco lo es. Porque de esas casi 68.000 jeringuillas recogidas en parques y calles, una abultadísima mayoría, casi 52.000, se encontraron Ciutat Vella.

La conclusión es que solo el distrito de Sant Martí, con otras 10.560, unidades, puede intuir el problema con el que conviven los vecinos del Raval, a la vista de las cifras ofrecidas por el Ayuntamiento de Barcelona en respuesta a una pregunta del PP.

En otoño de 2022, cuando el segundo mandato de Ada Colau enfilaba su recta final, un centenar de vecinos cortaron la Avenida Paralelo de Barcelona para denunciar la degradación del barrio del Raval.

Las quejas vecinales tuvieron traslación al Pleno del Ayuntamiento, donde el entonces regidor de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, recibió la censura de la oposición en pleno unida contra su gestión.

El pasado verano, los vecinos del Raval estallaban de nuevo contra los conflictos generados por los usuarios de las salas de venopunción, como recogía Carla Stavraky en Metrópoli Abierta. De momento, solo el líder del PP en Barcelona, Daniel Sirera, ha recogido el guante de los vecinos. Pero haría bien el gobierno local en atender a esos vecinos, porque vistos los datos, les sobran los motivos de queja.

Barcelona cuenta con diez Centros de Atención y Seguimiento (CAS) a drogodependientes. El mayor de ellos es la Sala Baluard, situada en el Raval, a la que se suman los CAS de Sarrià, Gracia, Horta, Garbinet, Forum, Nou Barris, Les Corts, Sants y Lluís Companys.

Además de estos puntos de atención a drogodependientes la ciudad cuenta con otros cuatro centros adscritos a los hospitales de Vall d’Hebron, Clínic, Sant Pau y Hospital del Mar. Pero ninguno ha registrado la conflictividad de la Baluard, la más grande y concurrida de la ciudad.

Lo apuntaba el propio Sirera tras hacer públicos los datos del Ayuntamiento. “No es lógico que existan 15 salas de venopunción habilitadas en toda la ciudad y que, aun así, muchas personas drogodependientes terminen consumiendo en plena vía pública como pasa en el Raval con la Sala Baluard y el CAS Fòrum en el Besós- el Maresme”.

La actual Sala Baluard se inauguró en 2017 como un espacio de tratamiento integral de adiciones por consumo de cocaína, heroína y alcohol. Atiende a una media de 700 personas al mes, pese a que estaba dimensionada para 400. El resto, apuntan los vecinos, son los que acaban pinchándose en la calle.  

Se trata de un problema de salud pública y, sobre todo, de convivencia. Porque la presencia de jeringuillas en la calle es la muestra más evidente de una degradación del espacio público que pagan los vecinos.

Un problema que se agudiza en verano, con la llegada del buen tiempo que invitaría a las familias, a los más jóvenes, a ocupar ese espacio público. Siempre que esté en condiciones. De eso iba, en el fondo, el Pla Endreça con el que Jaume Collboni inició el mandato, prometiendo un espacio público limpio y seguro para los vecinos.

En el Raval, claramente, no está funcionando. Por lo menos en este ámbito, aunque se hayan multiplicado las actuaciones policiales para desmantelar narcopisos. Porque la lucha contra los delitos es el primer paso, pero no es suficiente, como bien sabe el alcalde, para garantizar ese bien tan preciado que es la convivencia en el espacio público.