Campos del Parc Agrari del Baix Llobregat
Agricultor, una profesión de riesgo
"Que un Gobierno considere que el prestigio ambiental sea su bandera me parece correcto pero nunca a costa de un sector esencial como comprobamos en la pandemia y del modus vivendi de centenares de familias. No vamos bien, president"
Los tractores salieron a la calle la pasada semana en Barcelona contra la ampliación de la ZEPA -Zona de Protección de Aves- que según los convocantes se plantea como “compensación para la ampliación del aeropuerto”. El movimiento de Unió de Pagesos se entiende como la apertura de su campaña electoral porque el campo celebra elecciones el próximo mes de febrero.
Dicen en el Govern que la ZEPA es la garantía para mantener el equilibrio natural de la zona. Sin embargo, haría bien el Govern en escuchar a los sindicatos agrarios -también Joves Agricultors está contra la ampliación- y a los empresarios agrícolas del Institut Agrícola Català de Sant Isidre siempre muy activos en defensa de la industria agroalimentaria.
No es muy normal que sindicatos y empresarios coincidan en un planteamiento. Y en este caso lo hacen. Baldiri Ros, presidente de los empresarios agrícolas lo expresaba bien claro en septiembre de 2024 en un artículo. El sector agroalimentario de la zona del delta del Llobregat sí puede trabajar y prosperar (y será un revulsivo muy importante por la capacidad que tendrá de abrir mercados) con un aeropuerto más grande.
Pero no podrá ni trabajar ni prosperar con una zona protegida bajo la figura más estricta que existe de más de 2.000 hectáreas. Pasar de una actividad profesional a una actividad de simple folclore (que es lo único que permite realmente una ZEPA) por muy adornada que pueda estar según las modas actuales del turismo rural o actividades culturales, significa "arruinar una industria”.
Una industria agroalimentaria que venía siendo afectada de un exceso de regulación que ha reducido su producción en un 50%. Si en 1996 las verduras que se comercializaban en Mercabarna representaban el 24% del total, hoy apenas representan un 12%.
A eso sumen inundaciones sin solución porque las infraestructuras son un dique de contención a la evacuación de las tormentas y no hay mecanismos que hagan posible evitar las inundaciones constantes con pérdidas de cosechas, y la escasa -nula- limpieza de las rieras hace de la profesión de agricultor en el Baix Llobregat una profesión de riesgo.
Dicen desde el Govern que no se puede retirar la propuesta de ampliación de la ZEPA porque es una exigencia de Bruselas. Y, sobre todo, no se puede retirar porque nos jugamos nuestro prestigio medio ambiental.
La primera afirmación es simplemente falsa, pero la segunda tiene un punto de guasa. ¿Prestigio? ¿Qué prestigio? La gestión ambiental del Baix Llobregat ha sido un continuo de despropósitos. Nunca ha habido un plan de gestión ni tampoco recursos para gestionarlos. La Carta de Emplazamiento de la Unión Europea exigía un plan de gestión y no una ampliación de la ZEPA. Si no fuimos capaces de hacer un plan de gestión sobre 900 hectáreas, permítanme que dude de que seamos capaces de hacer un plan racional y con recursos sobre 2.000 hectáreas.
También me resulta curiosa la defensa del prestigio ambiental de Cataluña para no retirar una ZEPA que se aprobó con nocturnidad y alevosía por el anterior Gobierno, y según el Institut Agrícola presentada fuera de plazo. Mi pregunta es ¿la industria agroalimentaria no es prestigio ambiental? ¿No es básico tener una industria agroalimentaria potente para contar con una garantía de suministro?
Que un Gobierno considere que el prestigio ambiental sea su bandera me parece correcto pero nunca a costa de un sector esencial como comprobamos en la pandemia y del modus vivendi de centenares de familias. No vamos bien, president. El Govern no puede condenar a un sector al ostracismo y, sobre todo, si el Govern no ha hecho los deberes.