Las incógnitas todavía son numerosas, pero el camino es un poco más claro. La carrera electoral a la alcaldía de Barcelona ha comenzado, aunque faltan algunos meses para que se intensifique. En el campo nacionalista, sin embargo, las cosas se aceleran de verdad. El embrollo interno en Junts per Catalunya es notable. La renuncia de Jordi Sànchez al cargo de secretario general, que podría haber renovado –no sin mucho esfuerzo– en el congreso del partido en el mes de junio, abre muchas posibilidades.

En Junts, el panorama es realmente complicado. La idea de crear una nueva fuerza política, con la independencia como gran objetivo, atrajo a personajes muy peculiares, profesionales de distintos sectores que son, sin embargo, pre-políticos y no saben cómo manejarse ni en la política, con todo lo que significa, ni en las instituciones. Laura Borràs, presidenta del Parlament, es una de esas curiosas figuras, a las que se ha referido el propio Sànchez sin nombrarla, acusándola de "vanidosa". A la espera de lo que decida Carles Puigdemont, que podría también seguir la senda de Sànchez y renunciar a la presidencia del partido, –y con nuevos aspirantes a dirigir JxCat, como Jordi Turull–, quien puede ganar mucha autonomía es Elsa Artadi.

La jefa de filas de JxCat en el Ayuntamiento de Barcelona no quiere saber nada de la “política nacional”, y se concentra en su batalla por la capital catalana. Tiene detrás a las agrupaciones locales del partido en la ciudad y cuenta con el apoyo de una parte de la sociedad civil, –para nada menor– con el objetivo de provocar un cambio de gobierno en el consistorio. Artadi cuenta ahora con solo cinco concejales, pero ha logrado alzarse como la líder de la oposición al gobierno de coalición entre los comunes y el PSC, en perjuicio del republicano Ernest Maragall, que acaba votando al lado de Colau.

Todo dependerá del posible ascenso electoral de Artadi, de si, realmente, su estrategia tiene o no el éxito esperado. Pero si consigue superar de forma clara esos actuales cinco concejales, se verá legitimada para buscar fórmulas de gobierno, con posibles operaciones transversales. Ella será la máxima beneficiada si lo consigue, pero, lo será también la ciudad, porque sobre la mesa lo que habrá serán propuestas concretas sobre Barcelona, sea en el campo de la movilidad, de la transformación urbanística, de los planes para atraer nuevas inversiones o de cambios en el sector cultural.

Si Junts comienza su particular evolución hacia un partido razonable –que sí, que puede aspirar a la independencia, algún día– la nueva casa se puede comenzar a construir en Barcelona.

Hay muchos votantes cercanos a JxCat que esperan ya un aterrizaje claro, determinado, sin aspavientos, hacia lo razonable, hacia las políticas serias y necesarias para que la ciudad de Barcelona levante sus alas con toda su potencialidad.

Con Esquerra muy dividida por todo –se dice de izquierdas, pero no mucho, se reconoce como ecológica, pero depende, quiere ser moderna, pero con limitaciones– y consciente de que sus mejores socios pueden ser los comunes, el campo queda abierto para JxCat para probar nuevas cosas, como un acuerdo con el PSC.

Claro que, para ello, el ascenso electoral de JxCat debería ser notable, con la convicción de que lo que suba provocará, de forma inmediata, un descenso en ERC, ya que las dos fuerzas políticas se han convertido en vasos comunicantes.

Se acerca, en todo caso, un nuevo ciclo político en Cataluña, que vendrá marcado por lo que suceda en Barcelona. Como dijo la consejera de la Generalitat, Lourdes Ciuró, de JxCat, las reglas del juego deben ser iguales para todos. Y ya se han acabado los corsés y los vetos. Con la independencia y otros sueños en el trastero, lo que toca ahora es definir políticas concretas en un eje muy claro: el socioeconómico. ¿Cómo quiere crecer Barcelona, en qué sectores, con qué focos de atracción? ¿Cómo se desea vivir, y con qué instrumentos? ¿Debe ser una ciudad que mire más a París, Londres o Roma, o es preferible que siga atentamente los pasos de Aix-en-Provence?

Y para todo ello, que Artadi gane autonomía es una buena noticia para Barcelona.