Marcel Prunera (Barcelona, 1972) contagia entusiasmo. Pero es una energía racional, desde la aceptación de la realidad y de los errores cometidos. Es socio fundador de Crea Inversión, junto a Marc Murtra, ahora presidente de Indra. Crea Inversión se ha especializado en operaciones en el sector tecnológico, uno de los motores de Barcelona. Prunera fue director general de Promoción Económica de la Generalitat, entre 2005 y 2010, y dirigió el Acuerdo Estratégico para la internacionalización. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Barcelona, forma parte también de numerosas iniciativas, siempre conectadas con una de sus fijaciones: la colaboración público-privada. En esta entrevista con Metrópoli, Prunera tiene claro que Barcelona “está a tiempo” para rehacer estrategias y señala que no se puede obsesionar con el camino que haga Madrid. Al revés: "Barcelona debería colaborar con Madrid y competir con Lisboa y Milán".
Barcelona vive un periodo de confusión, de “decadencia” para algunos sectores económicos. ¿Se compadece esa percepción, basada en la actitud del gobierno municipal de Ada Colau, con las inversiones que se reciben y la evolución económica de la ciudad?
Barcelona ha vivido años de gran proyección y de relevancia inusitada. Nos comparábamos con capitales de estado y no lo somos. Pero hemos sido punteros, y ahora es cierto que se ha perdido intensidad. Se ha perdido por la pandemia, por la bajada del turismo que ha implicado el Covid, y por propias decisiones políticas o económicas. En todo caso, no se puede decir que estemos en decadencia. Es un buen momento para reflexionar, y para ver cómo podemos seguir adelante, tal vez con estrategias nuevas. Debemos decir, además, que estamos en una situación interesante. Hay mucha liquidez en los mercados que busca buenos proyectos para invertir. Hay crecimiento económico y empresas preparadas para aprovecharlo. Lo que pasa es que tenemos una tendencia a la autocrítica muy fuerte. Nos abonamos a la idea de la decadencia y el riesgo que corremos es que sea una profecía autocumplida. Vivimos en un impasse, y el riesgo es que ese impasse derive en un declive económico, pero también, si se desencallan cosas, puede inclinarse hacia una recuperación fuerte, porque hay muchas oportunidades.
¿Por qué se produce esa percepción, en todo caso?
Por una conjunción de factores. La ciudad tenía en el turismo un foco de dinamismo económico grande. Y ha sufrido por la pandemia. Ello genera una dinámica negativa. En el ámbito privado se ha echado en falta la colaboración con lo público, aunque, además, existe un problema y es que cuesta mucho poner en marcha grandes proyectos. Falta ambición para ello. Lo veo en mi mundo profesional. Cosas que ves en Francia o en el Reino Unido o en Italia y piensas que las deberíamos hacer aquí. Existe un microfundismo, que es un mal que se ha tenido siempre. Creo que es un momento para conjurarse contra eso y provocar un cambio. Y luego, el sector público ha estado concentrado en los últimos años en otras cosas, como el proceso independentista o identitario. Se ha perdido fuerza en el impulso de proyectos. Claro que el sector privado sigue su curso, pero detrás de grandes proyectos siempre está la administración, sea porque lo facilita o porque lo ayuda o impulsa. Y no ha estado en ello, precisamente. En el caso del Ayuntamiento de Barcelona es evidente que no ha estado enfocado a ello. Sí lo está el área de promoción económica que dirige Jaume Collboni, pero no es suficiente. Para impulsar esos proyectos ambiciosos hacen falta otras cosas, como la seguridad, la movilidad, el entorno inversor…Es toda la ciudad la que debe facilitar esos saltos económicos. Por eso creo que el impasse que vivimos puede derivar en un freno o en una transformación, que es lo que necesitamos.
¿El impulso económico debe llegar desde una gobernanza metropolitana?
Ese no es un debate nuevo. Pero es necesario incidir en él. El mundo es un mundo más de ciudades que de estados. Hay grandes ciudades, siempre conectadas con sus entornos metropolitanos: el Gran Londres, la Gran Amsterdam o la Gran París. Para el mundo, Barcelona es, como mínimo, toda la región metropolitana. Desde Shangái Barcelona es, en realidad, casi toda Cataluña. Y en un mundo ideal la Corporación Metropolitana de Barcelona, que se frustró desde la Generalitat, hubiera evolucionado hacia un gobierno metropolitano. Es una de las herramientas que tenemos para el progreso económico. Necesitamos un mando bien estructurado y coordinado. Más cosas deben depender de lo metropolitano, aunque es cierto que existe ya una cierta gobernanza. Si hemos decidido ceder soberanía a Europa, de la misma forma debemos tener más espacios metropolitanos.
¿Cómo incide el debate o el ‘no debate’ sobre la ampliación del aeropuerto de El Prat? ¿Es determinante?
Bueno, esa es la cuestión, que no ha habido debate. Yo estoy claramente a favor de esa ampliación. Tiene un gran impacto, por varias implicaciones: para la recepción de turistas, y de visitantes con distintos objetivos en la ciudad, como los profesionales. Hay una cuestión clara también, y es que se llame hub o no, lo cierto es que el sur de Europa tendrá uno o dos aeropuertos trascendentales para el futuro. Y si ese aeropuerto no está en Barcelona, estará en Estambul, por ejemplo. Después hay una cosa y es que se habla de cómo puede ayudar esa infraestructura al cambio productivo. Pero es que ese cambio ya se ha producido. No hay ningún sector que no haya quedado afectado por la disrupción tecnológica. Y el mundo digital es el mundo de la movilidad y del talento. Ese talento se mueve. Los diez directivos más influyentes de una determinada compañía podrían estar en Barcelona, aunque esa empresa vendiera mucho más en cualquier otra parte del mundo. La gente se mueve por la capacidad de atracción de un determinado lugar. Y creo que en Barcelona aún estamos a tiempo. Pero una de las claves para atraer ese talento es la conectividad respecto a cualquier otro punto del mundo. Debemos tenerlo en cuenta.
Usted señala que hay liquidez en los mercados, pero, ¿qué piden esos inversos a Barcelona?
La ciudad es un gran activo, por su legado histórico y por la geografía, por su cultura cívica. Se vive bien en Barcelona. Y lo que piden a la ciudad del presente, a una ciudad que se debe basar en el talento, es seguridad, limpieza, educación y servicios que encuentras también en otras ciudades. Y, principalmente, se reclama agilidad administrativa, que es en lo que nos hemos encallado. Algunos de nuestros rivales en esa competición entre ciudades se han puesto las pilas. Se podría pensar en ciudades asiáticas, y considerar que lo importante es competir en Europa y liderar ese sector. Pero es que son ciudades europeas las que han acelerado. Son ciudades del este de Europa, de Portugal, como Lisboa, o Madrid. Sin embargo, deberíamos escapar de esa dicotomía con Madrid, porque Barcelona puede prosperar junto a Madrid si colabora. Lo que debería preocuparnos es Lisboa u otras ciudades como Milán, que pensábamos que habíamos superado. No, Milán ha tomado mucho impulso. Si un inversor o compañía es de Birminghan, o de Japón, o de Frankfurt, o de Estados Unidos que desea poner en marcha un centro de conocimiento, y lo quiere en Europa, le dará igual si es en Lisboa o en Barcelona, o Milán o Barcelona. Por tanto, Barcelona debería colaborar con Madrid y competir con Lisboa o Milán. Y esa colaboración con Madrid, insisto, es mucho más fácil, porque, nos guste más o menos, hay una comunión de intereses administrativos para coordinarse mejor. Es una oportunidad que estamos perdiendo. Podemos tener más complicidades que hostilidades.
Cuando habla de Lisboa, ¿piensa en la fiscalidad, en mejorar las condiciones fiscales en Barcelona?
No solo en la fiscalidad, pero es importante. Es un error la competencia fiscal que se ha establecido entre las ciudades españolas. Es un error el dumping fiscal de Madrid. Otra cosa sería que el Gobierno, por lo que fuera, decidiera que Madrid debe tener una bonificación fiscal y que compensara al resto. Pero estamos en un mundo en el que deberíamos coordinarnos, a nivel europeo, por ejemplo. Que Madrid entre en un proceso de fagocitación de España no hace ningún favor ni a Madrid ni a España.
¿Barcelona será un equilibrio entre el turismo y el sector tecnológico, como nueva industria?
Es que no sé por qué deberíamos elegir. No son incompatibles y los dos sectores han proliferado de la mano. Se decía que Barcelona era atractiva solo para periodos cortos, de estancias cortas, pero eso se ha complementado con el talento digital, que elige Barcelona para vivir. En el futuro los dos deben ir de la mano. Y en el campo turístico creo que es evidente que se debía repensar el modelo, incluso antes de la pandemia. Se han elaborado proyectos y se ha reflexionado sobre ello desde muchas instancias, como Barcelona Global o desde el propio sector. Pero hay que pasar a la acción. Prohibir hoteles, como se ha hecho, es un gran error. El camino es condicionarlos, ver qué nos interesa y lograr un turismo de mayor aporte para la ciudad.
¿Cómo ve los movimientos empresariales que tratan de influir en la ciudad y que han criticado con fuerza al gobierno municipal como es el caso de Foment del Treball?
Es inevitable que la sociedad civil se implique y quiera influir. El funcionamiento óptimo es en el marco de la colaboración público-privada. Cada parte hace lo que tiene que hacer. Cuando esa relación se frena, y es el caso del gobierno municipal de Colau, se producen inercias del sector privado para ejercer un papel político, que es contra natura. Insisto en que esa relación público-privada había sido una clara característica de Barcelona. Y se debe recuperar: el sector privado y el público deben sentarse y planificar proyectos de forma conjunta. Con ello se comprobará que el sector privado no tiene ningún interés en conspirar, y la administración pública se enterará de ello.
¿Es ese el gran problema que se ha puesto de manifiesto con el gobierno municipal de Ada Colau?
Uno de ellos, no sé si el principal, pero está claro que el gobierno municipal le ha dado la espalda al sector privado. No ocurre lo mismo en el entorno del primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, y en eso se diferencia de forma clara. Sin embargo, lo que marca más es lo que hace quien está al frente. Y es un reproche importante que se le puede hacer a la alcaldesa Colau. Otra cosa es que suceda como se decía respecto de Italia, y es que el sector privado siga una vía propia respecto al sector público. No es el ideal, en todo caso.
¿Las inversiones de Pepsico o Microsoft se producen ‘al margen’ del equipo de gobierno municipal?
Al margen no, porque la administración tiene un papel positivo en muchas iniciativas. Pero esos proyectos se producen porque hay dinámicas positivas y propias que funcionan. Y eso ocurre en muchas otras ciudades y territorios.
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