Carles Cabrera: “El Ayuntamiento de Barcelona tiene derecho a su proyecto, pero debe rendir cuentas”
El director general del Institut Cerdà reclama que en el ecosistema de las startups se apueste por unos pocos sectores con una máxima inversión
23 enero, 2022 00:00Noticias relacionadas
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Carles Cabrera (Barcelona, 1957), Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la UPC, es prudente. Analiza la transformación de Barcelona y cómo ofrece sus servicios el conjunto de las administraciones. Y a todas ellas pide que sean capaces de rectificar si, al comprobar los efectos de las medidas que toman, se entiende que se han cometido errores. Es director general del Institut Cerdà, y acaba de presentar el informe sobre el Observatorio de riesgos para las empresas. Y una de las claras conclusiones es que no se puede abandonar la colaboración público-privada. Obsesionado con una práctica muy anglosajona, el accountability, algo más que la traducción por responsabilidad, señala que todos tienen derecho a defender su propio proyecto político, pero dando explicaciones de por qué se toman las decisiones. “El Ayuntamiento de Barcelona tiene derecho a su proyecto, pero debe rendir cuentas”, asegura Cabrera en esta entrevista con Metrópoli.
¿Cómo funciona el Institut Cerdà?
Es una fundación creada en 1984, impulsada por Pere Duran Farell, tras el 125 aniversario del plan Cerdà. El objetivo es pensar sobre el territorio, sobre cómo se desarrolla y con qué instrumentos. El instituto vive sin subvenciones, con un patronato de 15 personas a título individual. No hay accionistas, para lo bueno y para lo malo, y tenemos tiempo y tranquilidad para seguir con el trabajo, con el reto de analizar los retos del territorio y la sociedad. Hemos presentado el primer observatorio de riesgos, el primero que se realiza en España con estas características. Todo analizado desde el punto de vista económico, social y medioambiental. Y lo que tenemos claro es que los retos los enfocamos desde la colaboración público-privada. Eso nos ha permitido entrar en muy diversos temas, desde la gestión integral de los residuos, hasta las casas domóticas, una cuestión que nació en el Institut Cerdà. También impulsamos el primer fondo de Repsol para emprendedores en el sector de la energía, que lleva ya 11 convocatorias. Se lanzó en 2010, cuando se hablaba poco sobre el emprendimiento.
Ha señalado la colaboración público-privada, ¿es lo que está en peligro en Barcelona, cuando era, precisamente, su seña de identidad?
--Creo que la voluntad existe. Lo tengo claro por parte del sector privado, pero también por parte del público, aunque es verdad que ha habido una desconfianza por las dos partes. Del público al privado, porque existe la sensación de que falta transparencia, cosa que no es cierta. Pero esa idea persiste. Y del privado al público porque se desea el marco más estable posible. Si inviertes en un proyecto quieres saber qué pasará en los próximos años. Se gana ahora confianza, porque la administración general del Estado tiene claro que el desarrollo debe potenciarse a través de esa colaboración. Y la administración local también. Es cierto que ha habido una evolución por parte de todos. Esa colaboración en los años 60 o 70 se centraba en la inversión, en autopistas, en transportes, en depuradoras, en alcantarillado…Ahora todo eso ya está hecho y estamos en una fase marcada por el sector servicios. Por parte del sector público es imprescindible, si se quiere subcontratar algo, que se contrate al mejor de la competencia, que haga un buen diseño de la colaboración, del seguimiento y del control. La transparencia que pide el sector público se logra si se hace el seguimiento. Con la inversión era fácil, ahora es más complicado, con la gestión de los residuos o del agua, el seguimiento debe ser más claro. Del control eficaz llegará la confianza mutua.
¿Cree que el gobierno de Barcelona, que dirige Ada Colau, ha evolucionado en ese aspecto?
Yo creo que sí. Cuando llegó al gobierno había más desconfianza, pero se ha ido aproximando, con una evolución más positiva.
Pero en el consistorio se habla de colaboración público-social, más que público-privada.
Bueno, son distintos términos que se utilizan. Hay estudios que van en ese sentido. Se trata de una colaboración con responsabilidad pública, que se cede al privado la gestión. Pero no se acaba ahí el proceso, porque es la sociedad quien debe asumir el control. Y una cosa que se ha comprobado es que la colaboración público-privada ha funcionado con la pandemia. Todo el mundo ha sabido lo que tenía que hacer, ofreciendo servicios, sin necesidad de regular nada.
¿El privado pide que se muevan más cosas, con nuevas inversiones, en una ciudad que ya está hecha?
Yo creo en el espíritu de Cerdà, que señala que las ciudades se transforman, pero no se acaban nunca. Y un urbanista cuando pretende adaptar el territorio a su idea previa, se equivoca. Debe ser, justamente, al revés. Nosotros tenemos que ser capaces de adaptarnos. El urbanismo de Cerdà ha permitido esa adaptación, en una ciudad como Barcelona que nunca estará acabada. Ahora tenemos el reto de afrontar el comercio electrónico. ¿Se sabía que iba a pasar? Tal vez algún visionario en el pasado reciente. El Eixample se ha adaptado, desde un inicio muy diferente al actual. Con Cerdà había una industria potente, y el turismo era anecdótico. Ahora es al revés, con un turismo muy importante, aunque también hay industria, diferente, en todo caso. Esa industria, con la producción en 3D, por ejemplo, nos hace pensar en una ciudad en la que el último diseño de un producto se deba hacer dentro de los límites urbanos y no fuera. Y son temas que no puedes desarrollar desde lo público. Necesitas el sector privado y el social, con el control de la sociedad. En la pandemia hemos visto que eso ha funcionado, con soluciones para la gente más vulnerable, con el pago de las hipotecas, o el recibo del agua, con consensos entre lo público y lo privado.
¿Se pone en cuestión ese urbanismo de Cerdà en el Eixample con el urbanismo táctico del consistorio?
Es que yo no hablaría de urbanismo táctico, sino de urbanismo transformador. Yo comencé en el Institut Cerdà en temas de logística. Y ya se decía, en 1988, que el problema era que las mercancías por ferrocarril eran la solución. ¿Qué pasaba? Que se ponía el horizonte de que en una serie de años se debía pasar del 2% de ese tráfico en ferrocarril al 15%. Y las ciudades no son una especie de Lego, necesitan tiempo para interiorizar los cambios. No se puede situar esos objetivos, como pasaba con el ferrocarril, porque lo importante es pasar del 2% al 3%, y, luego, si se puede, al 4%. Ver el 15% en el horizonte no es eficaz. Ha pasado con la operación del Fòrum, en 2004. Fue una operación importante, que todavía no se ha interiorizado. O lo vemos con el distrito 22@, que necesitará más tiempo. No puedes pretender que en una sola operación ya tienes resuelto el problema. Si quieres transformar, debe ser de forma constante. Y te debes adaptar a la realidad, no ser dogmático.
¿Es lo que pasa ahora?
Lo que digo es que debes tener en cuenta la realidad.
¿Se refiere a las restricciones a los coches?
Debemos pensar en el futuro, pero aceptar la realidad del presente. Quiero llegar a tal horizonte, pero parto de un punto determinado, que es el ejemplo que decía del ferrocarril. Si piensas en el 15%, no piensas ni en el 3% ni en el 4%. Y pasar a esos porcentajes supone un enorme esfuerzo. La idea del Ayuntamiento es legítima, ellos tienen la responsabilidad, y yo soy muy respetuoso con ello. Entiendo que son ellos los que piensan en el diseño de la ciudad. Tengo el máximo respeto al Ayuntamiento, y a todos los que tienen responsabilidades sobre la ciudad. Lo que es importante, en todo caso, es saber hacia dónde quieres llegar y saber dónde estas ahora.
Se puede interpretar que hay un ideal en el Ayuntamiento, pero ¿se sabe cómo llegar a él y con qué resultados?
Debemos caminar hacia un mayor control sobre lo que se hace, hacia la rendición de cuentas. El Ayuntamiento de Barcelona tiene derecho a su proyecto, pero debe rendir cuentas. Todas las administraciones, en general, tienen el derecho y la obligación de hacer lo que consideren, pero deben rendir cuentas de sus actuaciones en el ámbito público. En 2030 quiero llegar a tal sitio, perfecto, pero, ¿cómo lo haces? Pongo otro ejemplo, el de las políticas activas de empleo. Se utilizan 6.000 millones cada año en esas políticas. Si lo multiplicas por siete u ocho años, es el montante del rescate bancario. Y no se rinden cuentas. Es un escándalo. Lo mismo creo que se debe pedir al urbanismo transformador, hacia dónde va, qué externalidades tiene. Y ver que, tal vez, debas cambiar el diseño. Pensemos en el Plan Cerdà. Lo promueve en el Eixample por tres cuestiones que siguen siendo cruciales ahora: desigualdad, salud pública y vivienda.
¿La desigualdad es excesiva ahora en función de en qué distrito se viva?
La desigualdad nunca es buena. Lo que apuntamos en el Observatorio de riesgos es que con desigualdad no hay confianza. No puede haberla. Un joven sin trabajo, una persona mayor con pocas capacidades para la transformación digital, todo ello supone desigualdad. Es mayor esa desigualdad, que la desigualdad de renta. También existe la que supone el sector laboral en el que se trabaja: entre trabajadores de sectores ‘descarbonizados’ o ‘carbonizados’. ¿Cómo se reconvierte a una persona ligada al sector del petróleo en el que ha trabajado 25 años, por ejemplo? En el Observatorio de riesgos también hemos visto, en grandes empresas, que un factor de desigualdad estaba en quienes no sabían conectarse a Teams, por ejemplo. Eso es desigualdad, como lo es salir de casa y encontrarse en un contexto urbano en el que no hay tiendas de proximidad, ni gimnasios, ni museos.
¿Cree en la ciudad de los diez minutos que defiende Anne Hidalgo?
Hidalgo lo dice por París, que es una gran ciudad y que es un buen ejemplo para que convivan los dos modelos. Uno, el de la ciudad de diez minutos, con los principales servicios a tu alcance, y la gran ciudad que ofrece cultura, importantes teatros, servicios y grandes equipamientos. En Barcelona también es posible, porque no se concibe un gran teatro en cada distrito.
¿Acceder a la vivienda es el gran problema?
Lo es, porque es evidente que a lo largo de los años se ha encarecido mucho. Hay tres factores, el suelo, el precio y la financiación. Y es evidente que no tiene nada que ver con otras épocas en las que mi generación, por ejemplo, accedió al mercado de la vivienda. Había tipos de interés del 18% y del 19%, pero las viviendas tenían un coste de 60.000 u 80.0000 euros, y había sueldos, como el mío en los años ochenta de 12.000 o 15.000 euros. Es verdad que las cosas también han cambiado desde el punto de vista sociológico, y las parejas ahora tienen prioridades y formas de entender la vida diferente. Antes estaba muy definido: coche, casarse, vivienda e hijos.
Barcelona pasa por un buen momento respecto a las empresas tecnológicas. Pero, ¿deberían adquirir más valor añadido y no adaptarse a la economía de servicios que caracteriza a la ciudad?
Es un tema muy interesante, porque las startups no se pueden ver fuera de un proceso de I+D+I. Hay empresas más especulativas, pero no se trata de eso. Apoyo y veo de forma fantástica a aquellas empresas que se dedican a la llama ‘última milla’, de servicios al ciudadano. Pero queda mucho camino por recorrer respecto a la investigación y desarrollo e innovación. En Cataluña y en general en toda España esa cuestión se plantea como poco para muchos, en lugar de mucho para pocos. Quiero decir que sería más efectivo un ‘mucho para pocos’, con una planificación previa: qué se quiere, en qué sectores se quiere incidir. Y no se puede hacer en todos. Habrá sectores que queden fuera. Luego se podrá rectificar, pero hay que hacer apuestas. Pongamos el sector de las renovables o el sanitario. El que se considere, pero debemos elegir.
¿La conexión entre inversores, universidades, industria y administración es el gran problema?
Es evidente, es la gran carencia. Por separado, lo que tenemos es excepcional. Buenas universidades, buenas empresas, una buena administración y emprendedores. Pero todo eso no se liga, no se coordina. Y repito que se debe, al mismo tiempo, rendir cuentas de todo lo que se hace.
Rendir cuentas, ¿es la clave? ¿No se hace?
Probablemente te equivocarás en las elecciones, en las inversiones que hagas. Y estará bien equivocarse, para cambiar cuando te des cuenta. Pero no puedes ser prisionero de tus decisiones, en ninguna cuestión. Y en el urbanismo táctico, como se decía, puedes caer en esa trampa.