Pau Solanilla (Barcelona, 1970) es el Comisionado de Promoción de Ciudad, en el Ayuntamiento de Barcelona. Muestra su pasión por un trabajo que supone una combinación de elementos para impulsar Barcelona en el ámbito internacional, en una situación difícil, con la percepción de que la ciudad ha perdido peso, con renuncias a distintos proyectos. Solanilla recibió el encargo por parte del primer teniente de alcalde, Jaume Collboni. Dejó su anterior responsabilidad, como director de Relaciones Globales de Digital Future Society, en la Fundación Mobile World Capital Barcelona. Ha sido asesor en el Parlamento Europeo y consultor en distintos proyectos alrededor del mundo. Es también director de la Fundación Rafael Campalans. En esta entrevista con Metrópoli, Solanilla señala que el problema de Barcelona ahora es recuperar la reputación en el conjunto de España, porque el interés internacional por la ciudad se mantiene, a pesar del rechazo del Ayuntamiento a algunos proyectos e inversiones: "El problema reputacional de Barcelona lo tiene con el conjunto de España".

Barcelona puede mostrar datos positivos en los últimos meses, con algunos reconocimientos internacionales y buenas cifras económicas. Pero, ¿cómo se compagina con la imagen de la alcaldesa Ada Colau, con la percepción de que es la alcaldesa del ‘no’, por su rechazo a determinados proyectos?

Creo que la figura de Ada Colau polariza mucho. Proviene del activismo y ha llegado a las instituciones, en un momento, además, de enorme polarización política. Representa una realidad nueva, tras los pactos más o menos transversales que se habían logrado en el pasado. El mandato que recibió es que la ciudad se debía gestionar con un acento social, con la idea de incrementar y mantener la cohesión social. Ha habido cuestiones, como el decrecimiento económico, que ha chocado con actores económicos y ha habido elementos icónicos que se han sobredimensionado. Con el PSC hay muchos elementos en común, pero también existe el disenso en temas que deben ser de digestión lenta, como la ampliación del aeropuerto de Barcelona. Todos hemos caído en la trampa de tomar muchas decisiones en el corto plazo. Pero necesitamos tiempo para elaborar proyectos de largo alcance. Colau lidera el Ayuntamiento y lo cierto es que en las grandes cuestiones nos hemos puesto de acuerdo, como la transformación urbanística del distrito del 22@.

El primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, señala que no renuncia al Hermitage, ni al aeropuerto, ni a los Juegos Olímpicos. Pero la realidad es que el Ayuntamiento no apuesta por ellos. ¿Qué se debe entender, entonces?

Hay algunos proyectos que están en pausa, y sus impulsores los pueden emplazar en otros lugares, con toda la legitimidad. Pero las prisas son malas consejeras. No renunciamos a nada, como señala el primer teniente de alcalde. Y no lo hacemos porque seguimos trabajando para conseguirlas, con más discreción. Todas esas inversiones requieren tiempo y estoy seguro de que la ciudad las puede acomodar, respetando los programas de cada fuerza política, a través de la colaboración público-privada. Pero tampoco se puede despachar la ampliación de un aeropuerto en tres meses. En Barcelona tenemos la responsabilidad de tejer la ciudad de cara al 2050, no sólo con el horizonte de 2030. Y eso requiere reflexión.

Detalle de las anotaciones / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

¿En qué momento está Barcelona, con todas esas contradicciones?

Es necesario mirar un poco atrás. Barcelona ha sido un referente a nivel internacional y hemos estado acostumbrados a muchos éxitos. Barcelona entró en un círculo virtuoso, y hemos pasado a otro ciclo, con pequeñas malas noticias, o con algunas más grandes. Se perdieron los consensos internos que habían caracterizado a la ciudad. Pensemos en los problemas del alcalde Hereu con la Diagonal, o en la etapa gris del alcalde Trias. Barcelona, después, fue muy golpeada por el procés, y guste más o menos, lo cierto es que la imagen de contenedores en llamas no ayuda a la imagen de Barcelona. Fue un impacto negativo. No todos tuvimos las mismas responsabilidades en todo ello, pero las debemos asumir todos. La pérdida de imagen en el conjunto de España fue muy grande. Barcelona no es una ciudad en decadencia, pero la percepción es que no es la ciudad virtuosa y brillante del pasado reciente. Y el reto es volver a ser líder como ciudad global.

¿Los números qué dicen?

En estos años de pandemia, la gestión de la ciudad se ha centrado en la emergencia. Veníamos de 2019, con unos números muy buenos, con una enorme inversión. Pero podemos decir que ahora, en febrero, ya hemos recuperado, e, incluso, por un porcentaje algo mayor, el nivel de empleo anterior a la pandemia. Es cierto que no todos los sectores económicos están al mismo rendimiento, como ocurre con el turismo. Pero hay sectores que compensan esa situación. Tenemos el sector digital, sí, pero las industrias creativas representan ya el 13% del PIB de la ciudad. Es casi lo mismo que aportaba el turismo. Si se reactiva, que lo hará de forma progresiva, junto con todo lo que ya se ha recuperado, Barcelona volverá a una época brillante.

¿No dependerá tanto del turismo, entonces?

La mala noticia que hemos tenido es que Barcelona, al ser una ciudad dependiente de un turismo internacional, ha sufrido más que otras con la pandemia. Nos ha afectado mucho la falta de conectividad, por esas restricciones a la movilidad. Pero la buena noticia es que hay otros sectores. Y el reto es el de maridar de forma inteligente todos esos ámbitos, que representan inversiones y puestos de trabajo de calidad. Por eso, me gustaría resaltar dos elementos, y es que Barcelona no es una ciudad decadente, ni mucho menos. Lo que debe recuperar es autoestima. Y luego hay que pensar que una ciudad que está en decadencia no puede ser la misma ciudad que es la primera en España en inversión inmobiliaria ni la misma que acoge sedes de multinacionales. Barcelona tiene unos activos impresionantes y ahora todo pasa por pequeñas victorias, que llegarán en los próximos meses, y por recuperar la imagen, principalmente, en el conjunto de España.

 

¿Ejemplos?

Barcelona ha acogido oficinas de multinacionales que son, de hecho, los hubs digitales mundiales de Pepsi o Microsoft. También Costa Cruceros ha decidido situar su centro de atención al cliente en la ciudad. En los próximos meses habrá anuncios relevantes, y eventos internacionales que van a reforzar la reputación de Barcelona: en el área de deportes, de alimentación o de la gastronomía. Hay que tener una mirada a medio y largo plazo, porque los grandes eventos se juegan a siete u ocho años. Lo que podemos decir es que hay una gran confianza por Barcelona en el ámbito internacional.

¿Qué ha cambiado?

Hay un gran ruido en el ambiente. Y para atraer inversiones, agencias europeas, talento y empresas, se requiere una colaboración institucional y estabilidad. Pero el problema reputacional de Barcelona lo tiene con el conjunto de España. No lo tiene a nivel internacional. Los datos que manejamos, en Escolta Activa, lo dejan claro. Siete de cada diez comentarios son negativos. Es al revés de lo que sucede a nivel internacional, donde ocho de cada diez comentarios sobre Barcelona son positivos. El proceso independentista ha afectado mucho a la ciudad. Y debemos recuperar esos espacios perdidos.

Pau Solanilla en la entrevista con 'Metrópoli' / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

¿La promoción de Barcelona, por tanto, debe ser más interna en España que internacional?



Hay que jugar al ajedrez en dos tableros. En el internacional están las grandes cadenas de valor, pero en España está también el mercado. Existen dos ámbitos, el de la promoción económica y el reputacional. Los dos tienen vasos comunicantes, pero no son lo mismo. En la atracción de talento internacional interviene mucho lo racional, lo que se gana, lo que ofrece una ciudad como Barcelona. Pero en lo reputacional tiene un papel primordial los beneficios emocionales. Y eso con el conjunto de España es complejo.

 

El problema también es que en el consistorio conviven dos partes muy distintas, los comunes y el PSC.

Hay un equipo de gobierno en el que se comparten muchas cosas. Creo que se puede destacar que se ha hecho realidad un modelo de ciudad de escala humana. Hemos recibido un premio internacional como una de las ciudades que mejor atención ofrece a los discapacitados, en la accesibilidad física en el entramado urbano. Los gerentes de servicios sociales de toda España han elegido Barcelona como la mejor en ese campo, porque es una ciudad que protege a los que menos tienen. Hablamos mucho de inversiones, pero también debemos hacerlo sobre esas cuestiones. Y hemos acordado algo muy importante como es la reforma urbanística del 22@. Es verdad que hay otros campos donde se han mostrado diferencias, como el Hermitage o el aeropuerto.

¿El rechazo al Four Seasons se ha tomado como un icono que ha hecho mucho daño a la ciudad?

No puedo valorar los detalles porque no estaba en ese momento. Pero lo que parece claro es que el debate sobre el turismo se debía afrontar. Era necesario un replanteamiento sobre el modelo turístico, con la presión excesiva en determinados barrios. Pero es cierto que quizá ese rechazo al Four Seasons pudo ser un error. No habría cambiado de forma notoria el debate sobre el sector y se podía haber aceptado. En todo caso, Barcelona apuesta por el turismo. Sólo un 7% de la ciudadanía se muestra claramente en contra. Hasta el 64% entiende que es uno de los motores de la economía de la ciudad.

Manel Manchón durante la entrevista con Pau Solanilla / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

¿Los Juegos Olímpicos de invierno pueden ayudar a cambiar la imagen de la ciudad?

Los Juegos Olímpicos, como señala Collboni, suponen una gran oportunidad para el territorio, para los Pirineos. Debemos ayudar, como el territorio ayudó a Barcelona con los Juegos de 1992. Pero Barcelona debe acompañar, no liderar. El pleno del Ayuntamiento ha dicho que puede ser una gran oportunidad. Como ciudad no se opone al proyecto, aunque haya diferencias sobre los impactos que puede generar.

 

¿Barcelona debe actuar como contrapoder a la Generalitat, como ocurrió en el pasado, o es el Govern de la Generalitat el que debe ayudar más a la ciudad?

El actual Govern de la Generalitat debe demostrar que apuesta por Barcelona. En algunos proyectos ya estamos trabajando juntos. Pero debe demostrar que Barcelona es el motor político y económico de Cataluña. Y eso requiere apostar por el interés general.

¿Cómo?

Con más atención a los servicios sociales. El Ayuntamiento asume competencias y gasto que representa el 30% de su presupuesto que no le corresponde. Son equipamientos educativos y culturales, que debe asumir la Generalitat. Y luego tiene la responsabilidad de generar un relato sobre Cataluña que sea para todos, y no el de una parte. Necesitamos por parte de la Generalitat un relato amable, empático, de colaboración. Y con los Juegos se puede dar esa posibilidad, de colaboración con todo el territorio, con Aragón, por ejemplo.

Pau Solanilla durante la entrevista con Metropoli / LUIS MIGUEL AÑÓN (MA)

¿Se debe revertir el porcentaje de turismo nacional, que es muy inferior al que tiene Madrid?

Lo que hay que hacer, sí, es recuperar espacios emocionales. España es importante para la reactivación económica de Barcelona. Y hemos logrado que la Vuelta a España se inicie en Barcelona, después de 62 años. El ciclismo, un evento internacional, vuelve a la ciudad, y se demuestra que Barcelona lidera proyectos importantes para España. Es en interés de todos los ciudadanos de Cataluña. No tiene sentido una mayor conexión emocional con un francés que con el resto de ciudadanos de España.

¿El proceso independentista es lo que más ha afectado a la ciudad?



El llamado ‘procés’, en términos de impacto reputacional y económico, ha sido muy relevante. La consecuencia de ello ha sido la polarización y la falta de generación de grandes acuerdos. Barcelona es imparable cuando la mayoría de fuerzas políticas y sociales trabaja de forma coordinada. No hay otra ciudad con una sociedad civil tan potente, con una mayor colaboración público-privada.

¿Qué se valora más desde el ámbito internacional?

El grupo FT acaba de situar a Barcelona como la primera ciudad europea respecto a la estrategia para captar inversión extranjera. Y lo que valora más es la Barcelona Green Deal, que es la estrategia para ser sostenible. La otra gran baza de la ciudad es la atracción de talento. En pocas décadas se ha pasado de una población extranjera del 3% al 23%, y si contamos con los nacionalizados es del 29%. Las empresas invierten donde hay talento. Y nuestro mejor embajador es el talento internacional. El 60% de los CEO de empresas tecnológicas de la ciudad son extranjeros.

¿Hay una ciudad que deba ser el modelo para Barceloma?



Hay un conjunto de ciudades de las que podríamos tomar cosas. Del dinamismo de Amsterdam, de la sobriedad y creatividad de Berlín, de la apuesta por la sostenibilidad de Conpenhague y de la simpatía de Lisboa. En ese maridaje se puede reconocer Barcelona.

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