El Gremi d’Hotels de Barcelona, presidido por Jordi Clos, ha presentado un recurso contencioso-administrativo al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya para impedir el decrecimiento y desmantelamiento de hoteles en la ciudad porque frena y perjudica el desarrollo del turismo e impide proyectos hoteleros que aportan valor añadido como recuperar edificios históricos. La patronal hotelera siempre ha rechazado las políticas de Colau, su no a todo, la salida de Barcelona de la élite de ciudades internacionales, la pérdida de oportunidades, el pésimo urbanismo, la suciedad, la inseguridad y todo lo que perjudica a Barcelona y su prestigio desperdiciado.
Hoteles, turismo y Jordi Clos representan parte de todo lo que odian Colau y su pelotón de reaccionarios, sectarios e indigentes culturales. Nacido en El Raval, hijo de policía de la Generalitat represaliado, huérfano, botones, vendedor de muebles, empresario, hecho a sí mismo, culto, viajado, mecenas de la Fundación Arqueológica y del Museo Egipcio, que visitan más de treinta mil niños cada año. Generoso con la ciudad, cazador de talentos, rodeado de equipos altamente preparados, con un gusto exquisito para el arte que expone en sus hoteles, Medalla de Oro al Mérito Cultural... Vivo retrato de lo que nadie del rebaño colauita nunca pudo ni podrá ser, a pesar de haber nacido y crecido en mejores circunstancias familiares, económicas y sociales que él.
Con semejante biografía resumida, Clos es el objeto de envidia de la comunada, que es el más ruin, mezquino y practicado de los pecados. Representante de lo que se conocía como homenot y señor de Barcelona, defiende la ciudad y la ciudadanía mejor que los dos defensores oficiales, ambos de una mediocridad y un partidismo despreciables. Cronistas como Josep Maria Cortés dicen de él que lleva el arte en las venas y tiene alma curiosa de aventurero y descubridor. Admirador y coleccionista de Opisso, sigue su senda costumbrista y crítica. Y no necesita halagos ni publicidad.