Jaume Collboni
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Una semana después de que Ada Colau adelantase su campaña electoral apropiándose de éxitos de concejalías que no son de su congregación, Jaume Collboni, parece despertar de su letargo y planta cara a la alcaldesa, aprovechando que dice verla más atacada de los nervios. Lento y poco peleón, comienza a despegarse de su socia de gobierno avisando de que no aprobará el plan de usos del Eixample ni la reforma de la ronda de Sant Antoni, las niñitas de los ojos de Ada y su virreina Janet Sanz. No está mal, para empezar, sacarse de encima la terrible losa de la Ronda de Sant Antoni y reciclarla en losa sepulcral del colauismo.
Mitad hijo de la emigración andaluza, sindicalista y socialista que ingresó en el partido cuando Pasqual Maragall, tiene la ventaja de haber sido un nómada en su propia ciudad, ya que ha vivido y sobrevivido en cinco barrios. Demasiado fino y elegante para jugar sucio ni para la puñalada traicionera entre tanta y tanto arribista de poca sal en la mollera, no entra al cuerpo a cuerpo. Sabe esperar a que Colau caiga como fruta demasiado madura, por su propio peso y con un empujoncito nada más. Luego, pedirá perdón como hacen los ingleses tras un pisotón que no parece intencionado.
Con ojos de observador tranquilo, contempla con la nariz tapada cómo las paradisíacas pacificaciones isleñas acaban siendo nidos de abandono, porquería e incivismo, rodeadas de un tráfico más colapsado y contaminante. Calibrado el descontento de tanta ciudadanía engañada y perjudicada, le toca poner más carne ( y verdura) en el asador.