Xavier Matilla
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El arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, Xavier Matilla, ni hace ni dice nada contra los desastres paisajísticos, la decadencia y la degradación que presenta el parque de la Ciutadella. El mismo chiringuito que intenta prohibir las rejas ornamentales y las de seguridad en barrios como la Barceloneta y otros saqueados por la delincuencia, ayuda al Ayuntamiento que castiga a la que fue una de las joyas, orgullos y prodigios de la Barcelona de antes de Colau.
Los edificios patrimoniales de la Ciutadella se arruinan por falta de mantenimiento, el recinto es un campamento de personas sin hogar y la suciedad lo invade todo. Y el Hivernacle, el Umbracle, el castillo de los Tres Dracs y el Museo Martorell se convierten en chatarrerías ambulantes. Para no dar la cara ni asumir responsabilidades, el Ayuntamiento echa mano de su palabrería hueca argumentando que “hace un seguimiento de todas las dinámicas que se dan en la ciudad, también las que a priori son más excluyentes e invisibles”.
Lo de “invisibles” es de una hipocresía, cinismo y falsedad insuperables. Los únicos que no lo ven son el arquitecto y el personal que cobran y viven de salvaguardar el paisaje de una ciudad abocada a la miseria. Porque el consejo rector lo nombra la alcaldesa, lo preside la concejala Janet Sanz, lo vice-preside la concejala Laia Bonet y doce concejales más son miembros del comedero que se reúne dos veces al año. El responsable del pesebre es el arquitecto Xavier Matilla, a quien todas estas desgracias le resultan “invisibles”, tal vez a causa de la opaca transparencia comunera.