Salvador Alemany
Salvador Alemany es el Presidente de la Fundación del Gran Teatre del Liceu. Con un currículum empresarial imponente e influyente, ha recibido cruces, medallas de oro y distinciones desde Catalunya hasta Italia, pasando por Francia. Y, sin embargo, se ha metido en un embrollo por las condiciones laborales de cuatro trabajadoras de sastrería (antes modistas) del Liceu. Su intención era ampliar la plantilla, pero esto podría suponer modificar el salario de algunas empleadas que llevan más de veinte años cosiendo las vestimentas de divas y divos. Y eso es algo que ha enervado al sindicato CGT, que ha convocado un boicot navideño porque el bien de ocho nuevos puestos de trabajo supone, según ellos, un “martirio” para las cuatro señoras “que ya están de los nervios”.
Que un prohombre y mecenas como Alemany se vea acusado de “humillar” y “presionar” a esas empleadas y la CGT arrastre el prestigio mundial del Liceu por el barro mediático es una jugada sucia que debía prever. Y que empleados del coro, orquesta y sastrería le hayan hecho un feo y no hayan acudido a la tradicional copa de Navidad, es un postureo infantiloide para el que Alemany no ha sido entrenado durante sus carreras en las cúpulas empresariales, culturales y sociales. Vivir la temporada navideña bajo la amenaza de huelgas y protestas es propio de empresarios novatos e ingenuos. Por eso, valdría la pena que Alemany viese la película El irlandés. Protagonizada por Al Pacino y Robert de Niro, va de gánsteres y sindicalistas.