Javier Burón Cuadrado podría regresar a Bilbao. Autodefinido como “viviendista”, palabro inexistente, inaceptable por la RAE y parecido a “vividor”, fue un fichaje estelar de Colau con su ceguera sectaria a la hora de captar expertos más o menos relumbrones. Da igual que Collboni le haya ofrecido una asesoría, Burón ha preferido no rendir cuentas ni pagar los muchos daños y perjuicios causados como gerente de Vivienda, aunque algunas cosas no fueran culpa directa de él. Viva imagen y recordatorio de una de las mayores mentiras de su ama, que fue prometer ocho mil viviendas sociales, mientras ha vivido del chollo también ha participado en chiringos como el Instituto Municipal de Vivienda, Instituto Municipal de Urbanismo, Consorcio de Vivienda de Barcelona, Instituto Metropolitano de Promoción de Suelo y Gestión Patrimonial y Habitatge Metròpolis Barcelona. Demasiadas teclas para un solo pianista. De lo prometido a los necesitados, nada de nada.
Su autocurrículo en una red social lo dice todo. Cuesta sumar tantos cargos y encargos de los que hace gala, especialmente los relacionados con el Gobierno Vasco. También carga con una alforja de empleos temporales, provisionales y eventuales que sugieren que es un culo de mal asiento. Cualquier experto de Recursos Humanos que lograse acabar de leer su propio historial deduciría que tiene un ego desmesurado y se alaba tanto a sí mismo que se adapta al refrán catalán que dice: “alaba’t ruc, que a fira et duc” (alábate burro, que al mercado te llevo). Así que: bueno, pues, y agur, que dicen los vascos. Aunque, tal vez, los comunes lo quieran retener y llevarlo consigo si se abre la puerta de par en par del Ayuntamiento.