Antonio Alarcón
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El director del Zoo de Barcelona, Antonio Alarcón Puerto, deberá explicarse ante el Ayuntamiento y el Parlament por la muerte de la cría de orangután que, según unos animalistas, “ha vivido la mayor parte de su vida sin ver la luz del sol, en una instalación en obras”. Lo de las obras no es culpa del biólogo ni del orangután fallecido. Lo de las obras es y será para siempre culpa de Jordi Portabella, el concejal de ERC que se propuso liquidar el zoo mientras malgastaba decorándolo con troncos de madera no ecológica. La vida, reproducción y muerte de los bichos, sin embargo, sí es responsabilidad de Alarcón, quien desarrolló proyectos de transformación del Zoo, entre otras faenas y viajes internacionales a cargo de las administraciones.
De momento, mientras urdía una estrategia de dilaciones para evitar explicarse, Betevé retransmitía en directo desde el Zoo el ímprobo trabajo de dos empleados cortando a mano frutas y verduras para los animales. Lo hacían con casi tanta destreza y esmero como Carlos Arguiñano para demostrar que en el Zoo se vive y se come como en un restaurante de categoría. Si el recinto da pena y está hecho un asco es porque quieren borrarlo del mapa. Mientras eso no ocurre, los animales malviven en unas instalaciones maltrechas a la espera de que alguien cierre definitivamente un zoo ideado para mediados del siglo XX.