Joan Múrria  de Colmado Murria / GALA ESPÍN

Joan Múrria de Colmado Murria / GALA ESPÍN

¿Quién hace Barcelona?

Joan Múrria: “He disuadido al turista, sin llegar a cobrarle, y ya no entra en la tienda"

El propietario de Colmado Múrria justifica la medida de pedir cinco euros por entrar sólo para mirar, porque el espacio "es muy pequeño y los clientes se incomodaban"

17 julio, 2023 23:30

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El cliente es lo primero, sea local o turista. La prioridad de Joan Múrria, propietario de Colmado Múrria, un comercio emblemático de Barcelona, en el Eixample, es que cualquier persona que entre en su establecimiento se sienta cómoda, pueda comprar sus artículos y, además, admire y se recree con el interior de una tienda muy singular. Pero no al revés. Su medida para impedir que sus clientes se sientan violentados ha causado polémica, pero él la defiende en esta entrevista con Metrópoli: “He disuadido al turista, sin cobrar un euro, para que el cliente esté a gusto en la tienda”.

¿Cómo? Múrria ha colocado en la puerta del establecimiento un pequeño cartel, en el que fija el cobro de cinco euros si se quiere entrar en la tienda para “mirar, observar sin más”. Muchos de los grupos de turistas se quedan justo delante, y deciden no traspasar la puerta. Se quedan con los carteles modernistas de Casas y hacen fotografías. Para Múrria el objetivo se ha conseguido. “La medida lleva una semana y media y no he cobrado a nadie, porque el objetivo era disuadir, no cobrar nada, y se ha disuadido. Era necesario, porque, aunque también vivimos del turista, y toda la ciudad lo hace, el espacio de la tienda es muy pequeño y los clientes se incomodaban”.

CAMBIO EN EL AYUNTAMIENTO

Ha habido críticas, pero no en exceso. “De cada diez reacciones, nueve han sido a favor, y es cierto que siempre aparece la crítica, pero los que critican no han entrado nunca en la tienda para comprar”, señala este ‘botiguer’, propietario del establecimiento, cuya familia adquirió el local en 1943, ya activo, sin embargo, desde 1898. Sus hábitos son los de siempre y él mismo se encarga de limpiar el trozo de acera que tiene delante, con la idea de que “todos” deben contribuir a la buena marcha de la ciudad.

Y esa es la cuestión que se plantea. El Colmado Múrria, en la esquina entre Roger de Llúria y Mallorca, en pleno Eixample de Barcelona, es un establecimiento singular, casi único en la ciudad, que despierta admiración e interés. Pero la ciudad ha optado en los últimos años por un aumento del turismo que puede ser perjudicial si no acaba siendo ordenado. Múrria responde a ese planteamiento, con la impresión de que las cosas pueden cambiar con el nuevo cambio en el consistorio, tras la designación del socialista Jaume Collboni como alcalde. “Parece que hay otra sensibilidad, otro interés, con más ganas de proteger un determinado comercio. Lo espero y lo deseo, pero es verdad que Collboni es un alcalde más sensible y que puede llevar a cabo políticas que protejan el comercio emblemático de la ciudad”, señala.

El pequeño cartel en el que se piden cinco euros para entrar, en el Colmado Múrria / GALA ESPÍN

El pequeño cartel en el que se piden cinco euros para entrar, en el Colmado Múrria / GALA ESPÍN

La cuestión, sin embargo, no ha variado respecto al urbanismo, aunque Collboni apenas ha aterrizado en el Ayuntamiento. Múrria ya ha notado los efectos de la superilla de Consell de Cent. “Hay que decir que es espléndida, está claro, pero, ¿qué pasa con la calle València, que tiene muchos más coches, o Pau Claris, con muchos colapsos? Hay que actuar, ejecutar, desde la premisa de que se ha pensado antes. Porque hay muchos debates, se habla de todo, pero se ejecuta poco”, remacha este comerciante, de amplio y vistoso bigote, que admite que las cosas van bien en su negocio.

El diálogo con la admistración local, en todo caso, deberá ser intenso, porque esa fachada del comercio, que lleva a parar a tantos turistas y a los propios barceloneses, frente a los carteles de Casas, el representante del Modernismo, --que ha dado tantos réditos a la ciudad—deberá ser restaurada y el coste no es menor. “Hay que decapar la madera, restaurar la pintura de los carteles, y pulir el mármol, y todo eso supone bastante dinero. No digo que se pague en su totalidad, para nada, pero sí que se pueda ayudar desde la administración para que la fachada recupere todo su esplendor”.

De fondo, el debate sigue siendo el mismo que el que se ha planteado en los últimos años. ¿Qué turismo quiere Barcelona, cuál puede permitirse? Múrria lleva toda la vida detrás del mostrador, viendo qué sucede en el Eixample. “Yo espero que se apueste por un turismo de calidad, más ordenado, no un turismo masivo, porque, ¿A qué nos conduce? Los comerciantes no debemos hacer de policía, es una responsabilidad que le toca a la admistración, a la autoridad, y lo que necesita la ciudad es más orden, menos ruido, teniendo en cuenta que Barcelona es una urbe pequeña, y que cualquier decisión en una zona repercute en el resto”.

Interior del Colmado Múrria / GALA ESPÍN

Interior del Colmado Múrria / GALA ESPÍN

¿Más zona verde, más superillas y menos coches? “Se podría hacer esa apuesta, pero, ¿Qué haces con los vehículos, cómo respondes a la necesidad de tanta gente mayor en el Eixample que no puede coger el transporte público?”. Múrria admite que la responsabilidad del Ayuntamiento no es fácil, y que él no sabría cómo manejar la ciudad. Pero sí reclama que antes de tomar una decisión “hay que ver el conjunto, y eso parece que no se ha hecho”.

ESPERANDO LA TERRAZA

Confiado en que Collboni cambie las cosas, que proteja más ese comercio que recuerda lo que Barcelona fue, lejos de las franquicias de tantas marcas que están presentes en todas las ciudades, Múrria espera que se resuelva su petición para tener una terraza frente al colmado. Lo pidió con Ada Colau como alcaldesa. No sabe nada ahora del trámite que sigue a esa petición, pero entiende que entre finales de septiembre y octubre debería tener algunas respuesta.

Los turistas se mantienen cerca de la puerta, rodean el comercio. Toman fotos, elogian los carteles de Casas. Miran el pequeño cartel, en un papel blanco, con la petición de cinco euros. Y siguen su camino. Muchos en direccción a la Sagrada Familia. Múrria los observa con sus pequeños ojos azules y se muestra satisfecho. Ha protegido “al cliente, al que compra, al que quiere pasar un rato agradable, sea turista o local”, que permanece en el interior de la tienda.