Jorge Dioni (Benavente, Zamora, 1974) revolucionó el ensayo sobre el mundo urbano y suburbano con su libro La España de las piscinas, premio libro del año por el Gremio de Libreros de Madrid, y ahora vuelve a poner el acento en la transformación urbana con El malestar de las ciudades (Arpa) en el que relaciona el modelo económico, cultural y urbanístico de las grandes ciudades, las que han querido jugar en la liga global.
Dioni, que ha ejercido el periodismo en distintos medios de comunicación, y ha vivido en Barcelona, trabajando en el diario Sport, imparte talleres de lectura y escritura en la Escuela de escritores y realiza tareas de comunicación corporativa para la agencia Dobleh. Su visión sobre Barcelona es clara. “La ciudad de Barcelona se ha convertido en un gran hotel”, asegura en esta entrevista con Metrópoli.
Pero, ¿qué ha pasado? En su libro, Dioni analiza cómo las ciudades han buscado salidas para poder crecer, sustituyendo el modelo industrial. El turismo surgió como alternativa, con la idea de que las ciudades deben aprovechar los flujos que genera la nueva economía global. “El miedo de las ciudades es quedarse sin cobertura”, asegura, en relación, por ejemplo, a proyectos como el que supone para Barcelona la ampliación del aeropuerto de El Prat: “Es la misma sensación que se produce cuando te dejas el móvil en casa. Las ciudades temen quedarse fuera de esos flujos globales, y en el caso del aeropuerto de Barcelona es muy claro, porque se considera que la ciudad podría quedarse al margen de las conexiones con otras grandes ciudades asiáticas o norteamericanas”.
En un momento en el que Barcelona busca reorientarse, con el nuevo alcalde Jaume Collboni, con los distintos sectores económicos empujando para que se pueda establecer una relación de confianza que no existió con la anterior alcaldesa, Ada Colau, lo que apunta Dioni es que todo parte de un modelo neoliberal que era muy atractivo y que no ha tenido una alternativa con la misma capacidad de atracción. “Pasqual Maragall se inspiró en Baltimore, en Estados Unidos, y vio la posibilidad de rehacer una ciudad que tenía un pasado industrial que podía acabarse”, señala Dioni, que no considera que el exalcalde socialista se equivocara.
“Lo que sucedió, tal vez, es que los alcaldes sucesivos, como Joan Clos, Jordi Hereu y en mucho superlativo Xavier Trias, mantuvieron y potenciaron un modelo, sin hacer apenas nada”. La consecuencia de ello, según Jorge Dioni, y no es una característica única de Barcelona, es que “se ofrece un modelo global, una ciudad que se ha convertido en un gran hotel, en el que la ciudad está en venta, y las soluciones a los problemas que surjan se cargan en el individuo. Es decir, la solución es tuya”.
Con ello, Dioni hace alusión a cuestiones como la vivienda. Si la ciudad ofrece riqueza, si está en venta, y hay problemas para lograr una vivienda, cada uno deberá encontrar una salida, que, en la práctica, supone marcharse de la ciudad hacia el área metropolitana o hacia la región metropolitana. Dioni, en todo caso, tiene claro que Barcelona debe entenderse “como una región metropolitana, amplia, y ver cómo mejorar todos los servicios a partir de esa dimensión”.
Las respuestas públicas, sin embargo, se demoran en el tiempo. El alcalde Collboni habla de esa realidad, y reclama que la Generalitat se implique, porque, además, tiene la competencia en vivienda.
En el libro de Dioni se recoge la transformación urbana: “La ciudad pasa a ser una fuente de riqueza, un producto capaz de crear valor. Debe orientarse a captar flujos de inversión, porque su objetivo es insertarse en el nuevo movimiento basado en la deslocalización y la financiarización. También, el movimiento de personas provocado por la reactivación económica. El viejo suelo productivo puede acoger a los nuevos polos de atracción, basados en la capacidad de entretener: cultura-ocio-consumo, un mismo sector basado en la producción de experiencias”.
Esa es la realidad que se impone, a su juicio. Pero, ¿podría hacer otra cosa Barcelona o las grandes ciudades globales que quieren aprovechar esos flujos? Esa es una posición que suelen defender los economistas, cuando sostienen que los países, las ciudades, toman las decisiones que pueden tomar, no las que querrían. Dioni acepta el reto y mira hacia Navarra, hacia Pamplona: “Pamplona es una de las cinco ciudades más conocidas de España en el mundo, seguro, y tiene claro que durante diez días la ciudad se entrega al turismo y a los servicios, en una especie de locura colectiva, con los Sanfermines, pero no sucede lo mismo durante el resto del año. Ha optado, quiere un poco de turismo una parte del año, pero no vive completamente del turismo”.
Con Pamplona, Dioni habla de ‘carlismo’, con la idea de entender una apuesta cultural asentada. Pero su intención es buscar una relación con los sectores más conservadores de la sociedad, y se pronuncia sobre la cuestión lingüística en Barcelona. "Muchos nacionalistas se quejan de que en Barcelona se habla menos catalán o no se habla. Pero, ¿cómo no se va a dejar de hablar catalán si se ha apostado por un modelo global, en el que se imponen las lenguas globales como el español o el inglés? En Barcelona, en el centro, se escucha español e inglés, y es lógico que pase, y se ha votado por ese modelo".
Lo mismo sucede, a su juicio, con la natalidad. Las grandes ciudades no ponen las cosas fáciles para las familias que quieren tener hijos: “Tal vez se deba pensar en esa parte de la sociedad más conservadora, la que quiere proteger su cultura, su lengua, la que desea una ciudad más amable para tener hijos, sin tantos agobios, y establecer alianzas para una alternativa al modelo de venta de la ciudad”.
Pero las ciudades son “vida”. Y esa idea, para Dioni, implica “conflicto”. Por ello, rehúye de una especie de arcadia urbana. Lo que constata el autor de ‘El malestar de las ciudades’ es que en las ciudades “se establecen relaciones de conflicto, de intercambio de ideas, de colaboración”, y eso es lo que debería tenerse en cuenta, a su juicio, sin dar por hecho que no hay nada que hacer ante las ciudades globales que venden su propio espacio físico.
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