Roser Capdevila, creadora de ‘Les Tres Bessones’: “Nunca moriré, siempre me encontraréis en mis dibujos”
La autora, a sus 85 años, repasa los oscuros años de la guerra, cuando las humillaciones de una profesora malhumorada de la España franquista dieron origen a su mítico personaje 'la bruixa avorrida'
30 agosto, 2024 23:30Roser Capdevila es una de las ilustradoras más importantes de Catalunya. Pese a que no le gusta "la palabra éxito", Les Tres Bessones se emitieron en 158 países, se tradujeron a 35 idiomas y conquistaron el corazón de millones de niños de todo el mundo (incluido el del redactor de este artículo). A sus 85 años, de lo que más orgullosa se siente es de “haberse dedicado a un trabajo que no ha sido un trabajo, sino una diversión; y de haber contribuido a la educación cultural de tantos niños". Llámese éxito o llámese popularidad, Les Tres Bessones forman parte del imaginario colectivo de varias generaciones, y Roser Capdevila es la autora catalana más traducida del mundo, por encima incluso de Mercè Rodoreda. Capdevila sabe que nunca morirá del todo, pues siempre se la podrá encontrar en las historias que contó, los personajes que imaginó y las moralejas que ideó. "Cuando dibujas, estás en otro mundo; vives dos vidas", explica.
Se inspiró en los nombres y las personalidades de sus hijas Helena, Anna y Teresa para idear las aventuras de les bessones. Entonces, las trillizas acababan de pasar la más tierna infancia y la editorial Planeta buscaba hacer sus primeros libros infantiles. Una cena en una pizzería de Bolonia con un directivo del grupo aceleró su nacimiento literario, con unos cuentos que explicaban pequeñas historias de las hermanas. Se convirtió en la gallina de los huevos de oro de la editorial, que pronto comenzó a traducirlo a numerosos idiomas y pidió más cuentos a la autora. Pero Capdevila se plantó. "Las primeras historias me resultaban aburridas, los niños se merecían algo mejor", recuerda. Y surgió la idea de contar clásicos literarios y biografías de personalidades históricas, con breves pinceladas de fantasía.
Fue entonces cuando nació La bruixa avorrida, un personaje basado en una profesora de la autora durante su niñez en el barrio de Horta. Doña Pilar era una maestra de la España franquista, entrada en años, de aspecto gris y desaliñado, que se dedicaba a humillar a las alumnas más tímidas, como a la hermana de la propia Capdevila. "Le llamaba la tontalinaca, y ella, pobrecita, respondía a ese nombre. Pese a que era mucho más inteligente que yo, la tomó con ella porque era muy callada", expresa. Pero la maldad de la bruixa avorrida es incomparable a la de la profesora doña Pilar. Incluso, la bruja "da un poco de lástima", porque siempre le salen mal los planes; y en el fondo quiere que las mellizas puedan volver a casa y la historia termine de forma feliz.
Tras los cuentos, llegó la serie de dibujos junto a la productora Cromosoma, y el reto de explicar de forma humorística las grandes obras literarias a los más pequeños. Uno de los desafíos más bonitos fue narrar Romeo y Julieta, la trágica obra de Shakespeare. Para ello, disfrazaron a las familias de los Capuletos y los Montescos de los colores del Barça y del Espanyol, y al final la bruixa añadía unos polvos mágicos en el chocolate de los protagonistas y estos quedaban adormecidos durante un rato. "Un final más agradable", bromea.
A pesar del paso del tiempo, Capdevila sigue trabajando en cuadernos personales, donde cada día hace un dibujo de anécdotas vividas, charlas o encuentros. Un cáncer y el atropello de una furgoneta le han lastrado la vista y el oído, pero no han podido detener su anhelo de seguir creando. De sus últimos dibujos ha salido el libro La nena que volia dibuixar (2019), en el que Capdevila repasa la vida cotidiana durante el primer franquismo; y retrata la educación de la época, la religión y las relaciones sociales. "Todos mis años de la infancia fueron iguales. En la escuela sólo importaban dos cosas: la religión y la lengua castellana", recuerda Capdevila.
La autora nació en la calle Provença, entre paseo de Gràcia y Rambla Catalunya, en casa de sus abuelos. Su madre dio a luz solamente tres días antes de que los generales franquistas entraran en Barcelona, al fin de la Guerra Civil, y lo que más le preocupaba era que "hubiera un bombardeo y no estuviera bautizada". Los primeros años de posguerra se mudó a Sant Just Desvern y después se instaló en Horta, donde creció y vivió durante muchos años. "Yo he vivido Barcelona a través de este barrio", explica.
Pese a crecer en el franquismo, ser mujer nunca le supuso un freno en su carrera. Su secreto ha sido "tener un marido maravilloso". Su esposo, Joan Batet, minusválido desde los cuatro años, "es un hombre comprensivo, generoso y fuerte. Llevamos juntos más de medio siglo y seguimos siendo felices".
A Roser Capdevila le sigue gustando Barcelona después de tantos años. "Mi zona favorita es el Eixample, cuando en invierno los árboles no tienen hojas y puedes ver las casas de la gente desde la calle, los hierros forjados de los balcones y los esgrafiados. También me gusta tener el mar de fondo, con los barcos pasando, y el hotel Vela prominente en primera línea, como un final perfecto", explica.
En cuanto a edificios modernistas, la Sagrada Família le parece "Disneyland" y la encuentra "demasiado recargada", aunque confiesa que le gusta "cómo el sol entra en el interior por las vidrieras". También le apasiona el Palau de la Música y el Recinto Modernista de Sant Pau, ambos de Lluís Domènech i Montaner.