Judit Carrera, en su despacho en el CCCB, durante la entrevista con Metrópoli / MA

Judit Carrera, en su despacho en el CCCB, durante la entrevista con Metrópoli / MA

¿Quién hace Barcelona?

Judit Carrera: "El Estado debe creer de verdad en la capitalidad de Barcelona"

Carrera, directora del CCCB, considera que Barcelona puede liderar el gran debate sobre el nuevo humanismo y rechaza la percepción de decadencia: "hay más vitalidad que nunca"

17 julio, 2022 00:00

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Judit Carrera (Barcelona, 1974) está impregnada del espíritu del CCCB, el centro cultural al que le dio forma el filósofo Josep Ramoneda. Carrera, licenciada en Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Autonóma de Barcelona (UAB), había sido la jefa de Debates y Educación del centro antes de acceder al cargo de directora. Y fiel a esa forma de hacer le ha dado un nuevo impulso con una actividad frenética que hace del CCCB uno de los símbolos de la cultura en Barcelona. Judit Carrera ha trabajado en la oficina de prospectiva de la UNESCO, en el centro UNESCO de Cataluña, en el Fórum 2004 y en el departamento de Relaciones Internacionales del Ayuntamiento de Barcelona. En esta entrevista con Metrópoli, Judit Carrera señala que la ciudad debe asumir todas sus capas históricas, "sin engañarse sobre lo que es", y aprovechar toda su proyección exterior. Defiende abordar la revolución científica en marcha desde el humanismo, y reclama con convicción una cuestión: "El Estado debe creer de verdad en la capitalidad de Barcelona".

¿Cuál es hoy el papel del CCCB en su intento de generar debates sobre nuevas ideas y proyectos?

El CCCB es un espacio de debate crítico sobre los grandes temas, es permeable al mundo y pretende reflejar los ejes de conflicto y los debates del presente. Lo que nos pasa aquí no es diferente a lo que pasa en el mundo, como hemos podido comprobar con la pandemia del Covid. Somos más interdependientes que nunca. El CCCB, en todo caso, no es una universidad, ni un medio de comunicación, ni practica el activismo. Es un espacio en el seno de la esfera pública.

¿El propósito es el de unir ciencia y cultura, al entender que han sido mundos alejados que ahora deben encontrarse?

Estamos en un centro basado en el modelo de la Ilustración, en las Humanidades. Y lo que hemos hecho e intentamos es actualizar ese modelo con los retos del mundo contemporáneo, con los progresos científicos, con la inteligencia artificial, la nanotecnología y con la transformación de la condición humana. Ahora hablamos de la posibilidad de que el cerebro esté conectado con la red. La Constitución chilena se refiere a la condición de la privacidad cerebral, algo que hubiera sido inimaginable hace unos años. Eso quiere decir que lo que pasa en los laboratorios científicos puede alterar lo que es el ser humano. Y todo eso se debe abordar desde las Humanidades, en la encrucijada entre la ciencia y las humanidades. Creo que es el momento de romper con esa distancia que existía hasta ahora.

¿La democracia liberal está en peligro a partir de esos avances científicos?

Hay muchos factores que ponen en crisis la democracia liberal. Hace 30 años, cuando comenzaba el CCCB, se vivía un cierto optimismo, se había superado el Apartheid en Sudáfrica y se había derribado el muro de Berlín. Ahora estamos en otro momento, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia, con una crisis importante en Estados Unidos, con los derechos civiles cuestionados, y al límite del autoritarismo. Hay muchos vectores que cuestionan la democracia liberal. Y lo que es necesario es tener espacios de debate crítico, que nos vincule en esa defensa de la democracia, frente a un mundo que tiende a encerrarse. Si se promueve un debate público de calidad, se trabajará para lograr democracias fuertes, con medios de comunicación, con universidades. Y la cultura puede y debe aportar su perspectiva para lograr ese objetivo.

Judit Carrera, en el CCCB con 'Metrópoli' / MA

Judit Carrera, en el CCCB con 'Metrópoli' / MA

¿Hubo una sorpresa con el éxito de exposiciones como la de Cuántica?

La cultura se mueve siempre con la idea de ser un espejo del mundo, con una historia, con unas tendencias que ya existen y también con la pretensión de ser un faro de prospectiva. Y con la exposición de Cuántica, sobre la física cuántica, se dio a entender que la revolución tecnológica ya está aquí. Hay una enorme curiosidad por el terreno científico, sobre cómo será el mundo, y también mucha inquietud por ese desconocimiento.

¿Hay miedo?

En algunos terrenos lo que hay es inquietud, interrogantes. La pregunta sobre si seremos un robot genera mucha ansiedad. En el caso de la exposición Cuántica lo que se generó es incertidumbre. La visitaron casi 90.000 personas, con debates muy concurridos. Es una señal del nivel de la ciudadanía y que genera el respeto que tenemos a nuestros visitantes.

¿El CCCB es un termómetro de la evolución de esa ciudadanía a lo largo de los últimos decenios en Barcelona?

Tenemos un gran respeto por nuestro público, con una red muy amplia que se promueve desde el centro. Es un termómetro de vitalidad y de curiosidad e inteligencia intelectual. Hay una demanda de debate público sofisticado, interdisciplinar. No se puede entender el mundo desde una única perspectiva. Creo que la pandemia nos ha enseñado que necesitamos conocimientos muy diversos, de geopolítica, de biología, de microbiología, de ciencia ficción, de cultura, y hay pocos lugares que puedan hacer de puente de todo ello.

Judit Carrera, en el CCCB / MA

Judit Carrera, en el CCCB / MA

¿Hay un único público que participa en todo, y que visita muchos centros culturales o está más diversificado?

Es difícil de saber en nuestro caso, pero lo que sabemos es que tenemos un público muy fiel, culto y exigente. Lo queremos ensanchar, claro, con la idea de democratizar al máximo ese acceso a la cultura y el conocimiento. No queremos que sea un reducto para unas elites culturales.

¿El CCCB es algo singular para Barcelona?

Es una pieza de un ecosistema más amplio. Es la manera de entender la cultura, porque formamos parte de una red de museos, de artistas y creadores, junto con el mundo de la literatura, de las universidades o de los medios de comunicación. En Europa tenemos un contacto constante con centros como el Pompidou, con la Casa de las Culturas del Mundo de Berlín (HKW), que es muy similar al CCCB, que no tiene una colección de arte y colabora con creadores locales. Formamos parte de esa red europea que necesita ser reforzada para trabajar juntos.

¿En el conjunto de España es también singular?

La exposición sobre Tusquelles la hemos organizado junto al Reina Sofía. Y hay otros centros similares como el Conde Duque, o La Casa Encendida. Pero en Madrid lo que prima son los grandes museos, que juegan en la liga de las grandes exposiciones. Es cierto que no hay nada tan activo como el CCCB, aunque haya lugares como el Bellas Artes, o Matadero, o la Fundación Telefónica, con la que coproducimos una exposición sobre el cerebro.

¿Qué puede y que debe ofrecer Barcelona al mundo, desde el campo cultural y del pensamiento?

Barcelona ya ofrece una determinada visión del mundo, producto de su historia, de su geografía, de su pasado industrial, como ciudad portuaria, de frontera, al lado de Francia. Es una ciudad de paso, de mezcla, una capital civil, con gran dinamismo. La geografía es su valor y su potencia, junto con la arquitectura, el diseño, la necesidad de inventar y de reinventarse siempre, con esa pequeña o gran obsesión sobre qué quiere ser. Esa indefinición, sin embargo, le ha dado una gran vitalidad. Su singularidad es también su cultura y su forma de diseñar la ciudad. El plan Cerdà es una de sus distinciones, un modelo admirado y copiado como ciudad sostenible, que mezcla usos. Pero creo que puede ahondar en esa sinergia que se establece entre el mundo de la cultura y el conocimiento, con aportaciones como las de Andreu Mas-Colell. Los centros de tecnología y conocimiento son vitales. Y Barcelona tiene un potencial enorme.

Antonio Monegal, Nuccio Ordine y Marilena de Chiara en un debate en el CCCB / MA

Antonio Monegal, Nuccio Ordine y Marilena de Chiara en un debate en el CCCB / MA

¿Pero Barcelona puede ofrecer algún debate como gran referente internacional?

No hay un único debate. Los eslóganes, los que catalogan, generan ansiedad. Creo, como señalaba Bohigas, que no debemos basarnos en modelos, sino en la suma de intuciones para resolver problemas. No debemos encasillarnos. Hay que pensar la ciudad, con la legitimidad que tenemos internacionalmente por todo lo realizado durante los años 90. Y luego debemos incidir en la potencia literaria de la ciudad. Sigue siendo la capital editorial en dos lenguas y eso es una gran riqueza. Es la única manera de estar en el mundo. Hay un tercer elemento importante, y es la opción de jugar la carta de Europa. Por su localización, Barcelona puede y debe dinamizar una mayor participación en Europa, en un momento de cierta desintegración.

¿Tiene la posibilidad de ser la capital del Sur de Europa como se reitera cada cierto tiempo?

Debemos salir de esa idea de las listas y los rankings. Debemos pensar en el ecosistema, en la suma de diferentes capitalidades. Potenciar lo que nos hace fuertes, pero siendo conscientes de que trabajamos con muchas otras ciudades, con el Norte de África, con América Latina. Cada entorno tiene sus redes naturales. Y las ciudades son la suma de capas históricas. Hay que asumir lo que somos, sin engañarnos. Y sacar partido de ello.

¿Es decir, de la supuesta debilidad, como no ser capital de estado, se puede extraer la fuerza?

Hay muchas ciudades muy dinámicas que no son capitales de estado, como Nueva York o Amsterdam. La fortaleza de Barcelona es civil, no le viene por haber tenido un imperio. Es una fortaleza vinculada a una larga tradición industrial. Las ciudades periféricas tienen hoy un mayor dinamismo, más que las capitales, que cuentan con una centralización de recursos financieros. Y hay que decir que esos recursos cuentan mucho y que se tiende a una gran concentración que va en detrimento de los que no la tienen. Creo, por ello, que Barcelona se merece tener más recursos y más inversión por parte del Estado, que debe creer de verdad en la capitalidad de Barcelona.

Se ha hecho, con recursos en el presupuesto con la idea de la bicapitalidad cultural en España.

Pero es un reconocimiento insuficiente, y no es estable, porque depende de los presupuestos de cada año y de los posibles cambios de gobierno en España.

¿Entonces?

El Estado lo que debe hacer es reconocer la capitalidad de Barcelona, en muchos ámbitos.

¿Barcelona está en decadencia o es una percepción?

El discurso de la decadencia está motivado políticamente y en el campo de la cultura no es cierto para nada. La vitalidad artística es espectacular, con una gran oferta teatral, de todo tipo. Es lo que yo vivo y contribuyo a alimentar desde el CCCB, con novedades literarias, con pequeñas librerías que se abren en la ciudad, con todo tipo de actividades.

¿No es cierto, entonces, que ‘no pasen cosas’ en Barcelona?

Pasan muchas cosas, la oferta es enorme. Lo hemos comprobado, incluso, durante la pandemia.

¿Por qué existe esa percepción, en todo caso?

Hay una tradición ciclotímica. Una actitud saludabe, que es la de no dar nada por descontado, la de no apalancarse. Pero es también una actitud obsesiva. Lo que ha pasado es que Barcelona ha sufrido dos tendencias, la derivada del proceso independentista y la generada por el anti ‘Colauismo’. Y es víctima de las dos. Pero Barcelona mantiene una gran vitalidad. Es la ciudad que yo vivo. Lo que sucede también es que faltan recursos para articularse mejor y proyectarse mejor al mundo. En el CCCB no nos hemos recuperado totalmente de los recortes de 2008, donde el presupuesto cayó un 30%. Lo que hay que preguntarse es sobre los recursos que le queremos dedicar a la cultura.