Al Ratoncito Pérez se le ha quedado pequeña su casa de Les Corts. El hospedaje ubicado en la calle del Taquígraf Garriga –que dio a conocer Metrópoli Abierta– se convirtió en un gran santuario para todos los niños del barrio. Y lo sigue siendo. Pero el ratón más famoso de España no puede estarse quieto: quiere vivir al máximo y conocer todos los rincones de la ciudad. Es por eso que hace un mes y medio alquiló un agujerito en Sant Andreu, tal como ha podido saber este medio.

Los más pequeños están eufóricos. Cada día después del colegio ya tienen plan: piden a sus padres visitar la casa del Ratoncito Pérez, que tan cerca les queda ahora. Por si quieres echarle un vistazo o llevarle algún regalito, la casa está ubicada en el número 337 de la calle Gran de Sant Andreu, en la fachada de la tienda Lovely Kids.

UN ZÓCALO SIN GRANDES PRETENSIONES

“No teníamos muchas expectativas, adaptamos el zócalo sin grandes pretensiones”, cuentan a Metrópoli Abierta los dueños de la tienda de juguetes que sigue la pedagogía Waldorf-Montessori. Sin embargo, inesperadamente, recibieron la llamada del Ratoncito Pérez que quería alquilar el desagüe. Ring, ring. Y se pusieron manos a la obra.

Decoraron el agujero con banderolas, una valla de madera, una alfombra de bienvenida hecha a mano y una campana para que los niños, cuando lleguen, puedan avisar al ratoncito. Incluso hay una pequeña placa dorada que indica quién vive ahí, por si a alguien le asaltaban dudas. ¡Ah! Tampoco falta la escalera para que suba rápido por el desagüe y ningún gato del barrio pueda hacerle daño.

UNA UBICACIÓN IDEAL PARA EL RATONCITO PÉREZ

La ubicación que ha elegido el Ratoncito Pérez no es casual. Está en un espacio frecuentado por niños que quieren comprar algún juguete y, además, al lado hay una quesería. “Los niños le dejan trocitos de queso”, dicen los caseros. Está claro: no quieren que su ratón pase hambre y, de paso, se ganan su confianza para que cuando se les caiga un diente obtengan una buena recompensa.

Pero los propietarios no quieren que el barrio se llene de ratones, así que cada mañana recogen los trocitos que el ratón no ha podido comerse. Una vez más, la (tierna) acción se ha convertido en una pequeña obra de arte anónima y colectiva. ¿Se expandirá a otros barrios de Barcelona? ¿Saldrá el ratón con más dientes de la ciudad? Le seguiremos el rastro.

Noticias relacionadas