Katerine Izaguirre, en su casa de l'Hospitalet de Llobregat, este viernes / METRÓPOLI ABIERTA

Katerine Izaguirre, en su casa de l'Hospitalet de Llobregat, este viernes / METRÓPOLI ABIERTA

Sucesos

Katerine, prostituta transexual: "Han intentado matarme tres veces"

Tras huir de Honduras en 2019, Izaguirre ejerce en Barcelona haciendo frente a las restricciones que vacían la calle de clientes

8 noviembre, 2020 00:00

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Katerine Izaguirre (47 años) tiene tres cicatrices: dos en el abdomen y una en la axila derecha. Las marcas le recuerdan a diario que es una superviviente. Mujer transexual, prostituta desde los 20 años, ha sufrido tres atentados; todos con arma de fuego. En 2008 y 2009 le dispararon en la barriga en su ciudad natal, Tegucigalpa (Honduras). En uno de los ataques los médicos le abrieron el estómago para salvarla. El 19 de julio de 2019 una bala impactó de nuevo en su cuerpo. Tuvo suerte. Entró por el hombro izquierdo y salió por la axila derecha. Pero Katerine dijo basta.

Su condición sexual, que ejerció con orgullo en la Asociación Arcoíris, la puso en la diana de pandilleros y grupos homófobos. Entre las 357 personas de la comunidad LGTBI asesinadas en la última década en el país americano, según la Red Lésbica Cattrachas, figuran sus amigas Desi y Scarlett. Todos le recomendaron huir: la entidad en la que trabajaba de voluntaria, su padre de 89 años al que cuidaba y también sus siete hermanos. En septiembre de 2019 dejaba todo atrás y aterrizaba en Barcelona.

'AQUÍ ES MÁS FÁCIL TRABAJAR'

Uno de sus rincones favoritos es la playa de la Barceloneta. "Me gusta mucho Barcelona. Aquí la gente es muy tranquila, más educada. Es más fácil trabajar, no hay demasiada discriminación ni violencia", explica en conversación telefónica con Metrópoli Abierta. Tras cuidar de un familiar en Mataró los primeros meses, en enero decidió trasladarse a Barcelona. Sin trabajo ni ningún ingreso, empezó a ofrecer sus servicios sexuales en los alrededores del Camp Nou, una zona en la que ejercen numerosas prostitutas transexuales. 

Prostitutas en el Raval, en una imagen de archivo durante la pandemia 

Prostitutas en el Raval, en una imagen de archivo durante la pandemia 



El toque de queda de 22.00 a las 06.00 del día siguiente y el cierre de Barcelona durante el fin de semana han vaciado de clientes las calles de la ciudad. "Ahorita no hay nada. Está horrible. Salgo cada día un ratito a la calle, pero no hay trabajo. Solo hay policía que espanta a los clientes", relata. Muchos de los que se acercan a los aledaños del estadio culé vienen de Badalona, Girona y otras localidades. El confinamiento perimetral, que impide la movilidad entre municipios, ha cortado de raíz la poca clientela que les quedaban a las trabajadoras sexuales.

EL ASILO COMO SALIDA

En una de sus jornadas en Les Corts, Katerine le explicó su historia a una mujer que la condujo hasta las oficinas de Àmbit Prevenció, una entidad del Raval que este año ha atendido a 195 prostitutas en riesgo de exclusión social.  Allí la ayudaron a pagar el alquiler de dos meses y le proporcionaron unos tiquetes para comprar comida. Pero, sobretodo, la guían en la telaraña administrativa que hay que cruzar para tramitar una petición como demandante de asilo.

La jurista Mairê Carli es la sherpa que la acompaña en el laberinto burocrático de este procedimiento que tramita el Ministerio de Interior. El proceso, iniciado en febrero, se paralizó por la pandemia. Tras reiniciar el caso en junio, entrando en la web del Gobierno decenas de veces, consiguió una primera cita para el 28 de agosto con la Policía Nacional. Ese día la volvieron a citar para el próximo 21 de febrero de 2021. Entonces, un año después, Katerine tendrá una entrevista donde expondrá su historia de violencia.

MARGINACIÓN

"Ahora, junto a la psicóloga, estamos ordenando las fechas, las ideas para contar una historia factible. El objetivo es juntar las piezas de su caso para convencerles de la necesidad de conseguir la protección que otorga el asilo", señala Carli. Sin documentos, corre el riesgo de tener problemas legales. La jurista critica la actual Ley de Extranjería, cuyos "mecanismos", dice, "son discriminatorios y no facilitan regularizar los papeles". El asilo le abre las puertas a empezar una nueva vida con un trabajo.

Katerine, en el salón de su hogar, un local comercial reconvertido en casa / METRÓPOLI ABIERTA

Katerine, en el salón de su hogar, un local comercial reconvertido en casa / METRÓPOLI ABIERTA

A Katerine le gustaría recuperar el trabajo de dependienta que desempeñó hasta los 20 años. "Empecé a vestirme más femenina y a la gente no le gustaba. Los clientes dejaban de venir y me despidieron. Mi preferencia sexual me impedía encontrar trabajo. Sin dinero ni trabajo me metí de prostituta en la calle con una amiga que conocí. Siempre he hecho calle. Quiero un trabajo decente", relata.

Hace poco le salió una oferta laboral incapaz de aceptar por no tener los documentos en regla. "Es absurdo que después de sufrir abusos y discriminaciones vienen a buscar ayuda y deben esperar un año. Además, todo es telemático, no te dan otra opción", se queja Carli, que consiguió cita tras muchos días intentándolo. "Sin un ordenador no puedes hacerlo". En Àmbit Prevenció reúnen denuncias y documentos que demuestren que no puede regresar a su país.

CORRUPCIÓN

Katerine está convencida de que la policía hondureña estaba "confabulada" con el grupo de pandilleros que intentó matarla. A pesar de ser una testigo protegida, sus atacantes conocían el día y la hora de su vuelo para Barcelona. Finalmente, los responsables del crimen de sus amigas y de intentar matarla fueron a condenados a 38 años de cárcel.

"No quieren a nadie como nosotras en la calle y buscan la forma de hacerte desaparecer", cuenta. Se tuvo que refugiar en un pequeño hotel porque los atacantes sabían donde vivía. "No pueden ver a una chica trans. Te gritan, te golpean y tiran cosas", asegura. 

GUANTES Y MASCARILLAS

A pesar de ejercer una actividad de riesgo, esta hondureña no vive de espaldas a la pandemia. "Me preocupa contagiarme, pero tomo medidas. Llevo siempre mascarilla, gel de manos y me lavo la boca. Los clientes también tienen miedo y todos llevan mascarilla. Algunos incluso se ponen guantes", desvela.

La pandemia está golpeando a un colectivo ya muy vulnerable. En Ambit Prevenció, que atiende a mujeres que ejercen la prostitución de manera voluntaria, llegan donde la administración no lo hace. Ofrecen ayudas para el alquiler y desde hace poco ropa y comida. El número de usuarias no ha dejado de crecer en los últimos meses. Katerine no ha tenido ingresos desde septiembre y a duras penas puede pagar el alquiler de 300 euros del local de l'Hospitalet de Llobregat en el que vive. "Ahora no tengo nada en la nevera", lamenta. Conseguir el asilo es su oportunidad de empezar de cero.