El centro de menores extranjeros no acompañados Molí de Mar, en Vilanova i la Geltrú, es una elegante torre con reminiscencias modernistas. La majestuosidad de la fachada contrasta con la precariedad de su interior, donde los episodios de lluvia han provocado inundaciones y la caída de un techo. Según denuncian cuatro extrabajadores, el funcionamiento interno también tiene grietas. Denuncian “negligencia” y malas prácticas por parte de la dirección, más preocupada por “controlar” a los chicos, que por garantizar un futuro a estos jóvenes a través de un programa educativo y profesional estable.

Un vídeo grabado en octubre muestra dos plantas del centro cubiertas por una capa de agua. Educadores y menores se valieron de cubos, mantas y toallas para tapar las fugas originadas por las goteras que padece el inmueble. Tras el fin del verano, a partir de septiembre, los menores se ducharon con agua fría durante, al menos, dos meses. "Llenábamos el agua caliente de la cocina con las ollas que después se usaban para cocinar", relata la extrabajadora C.O. Fue una suerte de solución, criticada al principio por los mismos responsables del centro.

FUNDACIÓN DIAGRAMA

La rotura de un cristal de una ventana de una escalera por parte de uno de los jóvenes permitió durante varias semanas que el húmedo aire de la costa barcelonesa se colara por el edificio. Algunos educadores parchearon el incidente colocando un cartón en el hueco. Estos profesionales del ámbito social denuncian que la ropa es escasa y que la comida no siempre es la más apropiada.

El Molí de Mar está gestionado por la entidad privada Fundación Diagrama. Como todos los centros de menores catalanes, su último responsable es la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA), un organismo de la Generalitat de Cataluña que tutoriza a estos menores hasta que cumplen 18 años. En 2018, ante la avalancha de adolescentes migrantes que viajan solos, la mayoría originarios de Marruecos, el Govern abrió decenas de centros en pocos meses.

DEJADEZ Y FALTA DE INVERSIÓN

"Se hace seguimiento del funcionamiento de este centro, como ocurre en todos los que forman parte del sistema de protección a la infancia, independientemente de que no sean de gestión pública directa. Los problemas de mantenimiento del edificio que se han detectado se han ido solucionando. A pesar de ello, se está analizando si son necesarias más actuaciones importantes que deberán empezar a principios de 2021", manifiesta la DGAIA. Luis (nombre ficticio) denuncia la "dejadez" del centro al que le falta "más inversión". "El estado de las instalaciones repercute en cómo viven y, eso, al final tiene un efecto en su comportamiento", explica.

La Generalitat apunta a una avería en la caldera del edificio donde se encuentran la mayoría de habitaciones de la treintena de chicos que provocó que se ducharan en otro edificio, con agua caliente. “En ningún caso se ducharon con agua fría”, señalan. La administración admite que las intensas lluvias del 10 al 11 de octubre provocaron que el falso techo se "estropeara". Un chico necesitó asistencia médica en un hospital después de que una parte del techo le cayera sobre la mano, según relatan tres exmiembros de la plantilla. Al día siguiente, cuando algunos menores iban a recoger sus pertenencias, el techo volvió a ceder, pero no hubo ningún herido. La DGAIA señala que la sala se cerró hasta que fue reparada, así como dos tejados de los dos edificios del complejo.

FRUSTRACIÓN Y PELEAS

El objetivo de estos centros es acoger a estos menores en un hogar temporal hasta que son mayores de edad. Durante el tiempo de acogida, que depende de su edad (la mayoría tiene entre 14 y 17 años cuando llega a España en patera o escondido en los bajos de un camión) aprenden catalán, castellano y otras materias como matemáticas. En función del nivel formativo algunos estudian la ESO, y también realizan cursos formativos (PCI) para aprender un oficio. En el Molí de Mar, sin embargo, el proyecto educativo y formativo tiene deficiencias y camina sin un rumbo fijo.

"La intervención educativa no es correcta. Las directrices de la dirección consisten en tener control del grupo, pero no hay una implicación e intervención individualizada”, describe Luís. En muchas ocasiones, el número de educadores, dice, solo permite saber la ubicación exacta de los chicos. La “frustración” de los jóvenes genera “peleas", que los educadores tratan de minimizar calmando a los chicos.



Imagen de archivo del centro de menores Molí de Mar / GOOGLE MAPS

C.O denuncia algunas "intervenciones" que realiza el personal contra alguno de los menores, que varias veces ha terminado con la presencia de Mossos d'Esquadra. En un caso, la actuación de un educador que redujo a un joven de manera desproporcionada terminó con el trabajador expulsado del centro. 

ACTITUDES DESPÓTICAS

Otra extrabajadora, que también pide anonimato, apunta a la temporalidad de los contratos de los trabajadores como la causa que impide un programa educativo sólido y la posibilidad de generar un "vínculo" con los migrantes. Luís, por ejemplo, encadenó tres contratos en dos meses. La antigua empleada critica la "arrogancia" y las actitudes "despóticas" por parte de algunos educadores e integradores. "En lugar de acompañar, dirigen", resume.

La Generalitat argumenta que las condiciones laborales son un aspecto gestionado por Diagrama. Consultada por este medio, esta fundación murciana, que gestiona una treintena de centros solo en Cataluña, se remite a la DGAIA con la que dice mantener una "coordinación estrecha para llevar la gestión del centro". 

CRÍTICAS POR LA COMIDA

La comida también es la diana de las críticas. A diferencia de otros centros, en el Molí de Mar no se da comida halal, un hecho que la DGAIA rechaza de plano. "Se cocina con alimentos propios de nuestro circuito de compras (comida fresca, comida en seco y congelados, con certificados halal) con una dieta establecida por una nutricionista acreditada", asegura el Govern. Si el menú no es del gusto de la mayoría, se debate en asamblea. Esta extrabajadora asegura que en el tiempo que estuvo en el centro jamás se organizó ninguna. 

Cubos de agua en el centro de menores de Vilanova i la Geltrú / M.A



Según la versión de los educadores, el centro tiene listas de comida "cerradas" que hacen imposible cualquier alteración en la dieta. La negativa del centro a que puedan beber leche cuando quieran y los cereales acumulados, que los adolescentes no quieren para desayunar, provoca que el centro tire montañas de comida a la basura. "No permiten donar comida a los comedores sociales para que no se sepa que se tira comida", indica Luis.

El edificio carece de Wifi, un recurso crucial para que los chavales puedan comunicarse con sus familiares. Tampoco hay televisión. La Dgaia sostiene que hay conexión a Internet gracias a una sala con ordenadores y una televisión “que funciona correctamente, a la que se puede conectar la PlayStation y discos duros para ver películas o series que piden y, así, desarrollar debates y tratar temas de interés”. Los extrabajadores aseguran que la antena no funciona y que la TV solo sirve para ver películas y jugar a la videoconsola.

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