La unidad Kilo es la punta de lanza de la lucha antidroga de la Guardia Urbana de L'Hospitalet de Llobregat. Esta unidad de información, con agentes de paisano, es clave en las investigaciones que posteriormente llevan a cabo los Mossos d'Esquadra y en su desenlace: los operativos conjuntos con decomisos y detenciones. Aunque con frecuencia su papel ocupa un segundo plano, demasiadas veces a juicio del Sindicato de Policías Locales (SPL-CME), el final de una plantación de marihuana o la detención de un grupo de traficantes suele llevar la firma del trabajo constante de estos policías, conocedores del territorio y con un estrecho contacto con los vecinos.
El basuco es la coca barata producida con los residuos de la cocaína; más barata y adictiva que la nieve blanca. Es, también, la principal preocupación de Los Kilos de la policía de la segunda ciudad de Cataluña, según fuentes de este sindicato. Hace cuatro años, los agentes avisaron en un informe de la peligrosidad de la sustancia. Hoy, el aspecto demacrado de los consumidores con los que lidian los agentes –y que recuerdan la etapa negra de la heroína– recuerdan que la situación no ha cambiado.
SEVERO OCHOA
El regidor de Convivencia y Seguridad, Pepe Castro, alaba el trabajo "muy reconocido" de esta unidad que la forman nueve agentes. El 70% de sus intervenciones guardan relación con el trapicheo. Reciben información y denuncias del resto de unidades de la Urbana, de vecinos, así como de otros cuerpos policiales. Con la información recabada establecen puntos de vigilancia (500 en 2020) y realizan detenciones (112). El año pasado realizaron 1267 identificaciones y levantaron 155 actas por temas relacionados con droga, orden público, consumo de alcohol o venta ambulante. Durante el 2020 intervinieron en 14 casos que investigaban los Mossos –quienes tienen competencia sobre los operativos de tráfico de drogas– y en cinco de Inspecció de Treball.
La avenida Severo Ochoa es uno de los puntos calientes de la venta de droga. Aquí, las bandas organizadas de origen dominicano gestionan la venta del basuco, la basura de la coca. Lo hacen desde narcopisos, donde se compra y consume, pero también haciendo el pase de la dosis bajo el paraguas y protección de algunos bares en esta vía trufada de numerosas terrazas y grandes aceras. En esta calle se ha formado una suerte de "gueto", advierten desde el SPL-CME. Castro, sin embargo, niega la existencia de narcopisos en L'Hospitalet.
Conocida también como paco o bicha, el polvo blanco de la pasta de coca se vende en pequeñas papelinas de papel a unos cinco euros cada una. Se fuma en pipa, en un cigarro o se espolvorea en un porro. "Encontramos gente muy joven, de unos 20 años, que no tiene dinero para cocaína y que empiezan por el mal camino con esta sustancia", comentan fuentes del sindicato cercanas a Los Kilo.
El subidón es instantáneo, también las ganas de repetir a los pocos minutos. Al principio, los guardias descubrieron que se distribuía desde los locutorios, donde también se vendía viagra. Con el tiempo, la droga se ha trasladado a los narcopisos, que exigen un trabajo policial más exhaustivo y largo que tiene una meta: conseguir que un juez apruebe la entrada y registro en el piso.
Los urbanos de paisano están bregados en las esquinas del trapicheo, donde acometen la mayoría de sus arrestos. Es en los pases de droga, principalmente, cuando cazan a los traficantes de marihuana. Entre los camellos de basuco la precaución es mayor, pues saben que el castigo de la Ley es más alto para ellos debido a la dureza de la droga. Sí encuentran la basura de la coca en los narcopisos, la primera substancia que detectan en estos operativos, seguida por la cocaína y la marihuana.
BLOQUES FLORIDA
El cannabis ha proliferado con fuerza en los últimos años en toda Cataluña. En L'Hospitalet son frecuentes las actuaciones en naves industriales y en pisos, donde los traficantes alimentan a centenares y, a veces miles, de plantas pinchando la luz. Castro recuerda orgulloso la última operación conjunta del 11 de febrero cuando Mossos y Urbana encontraron 1.346 plantas en ocho pisos en los Bloques de la Florida y detuvieron a dos personas tras dos meses de investigación.
Esta zona humilde, compuesta por 816 viviendas, es otro punto negro del tráfico de drogas. "Es un buen sitio para el tráfico. Hay una plaza muy grande rodeada por edificios impracticables para entrar con los coches", describen fuentes sindicales. El regidor de Seguridad destaca la fuerte presión policial en los bloques y lo sustenta con datos: 541 puntos de vigilancia en el último año natural (1 de abril de 2020 hasta el 18 de marzo de 2021), 186 denuncias y actas levantadas y 11 operativos con la policía autonómica. Castro no cuenta los datos de Mossos y Policía Nacional, que también actúan en la zona. "Durante toda la pandemia y hasta noviembre tuvimos dotaciones de la Arro (unidad antidisturbios) por primera vez en la ciudad. Antes solo venían cuando había un problema grande. Esto es muy importante", celebra. Desde el SPL-CME creen que las patrullas municipales no acuden con la intensidad que deberían.
UNA MINORÍA INCÍVICA
Al menos tres grupos criminales se dividen la zona de la Florida. Existen diferentes bandas de narcotraficantes por su nacionalidad: pakistaníes (heroína y basuco), dominicanos (basuco, cocaína y marihuana), marroquíes (hachís) y españoles, entre los que hay personas de etnia gitana, dedicadas a la venta de productos robados. Hace seis meses, Los Kilos intervinieron en una compra y venta de un selecto botín de tabletas, ordenadores y móviles, expuestos al aire libre en el maletero de un coche.
Castro explica que el problema del día a día para los vecinos lo causa, sobre todo, una "minoría muy ruidosa y persistente de adolescentes" que se reúnen en la plaza de los bloques. Cantan rap y fuman porros con música a todo volumen, perturbando al vecindario envejecido. "No es fácil de conciliar, pero lo único que podemos hacer es que el chico se vaya a su casa, o bien poner una denuncia. Existe un plan social especial para abordar esta situación demográfica muy estudiada. Son niños y adolescentes acostumbrados a estar en la calle y con otro tipo de cultura", describe.
VIGILANCIA EN PLAZA ESPANYOLA
El regidor Castro explica que en Severo Ochoa, Florida y plaza Espanyola, la Urbana y la Arro de Mossos d'Esquadra realizan a menudo puntos fijos de control. El concejal socialista ubica la pelea del pasado domingo en Plaza Espanyola como un hecho aislado, que podría darse en cualquier lugar de la ciudad. "Una pelea como aquella a las cinco de la tarde con la plaza llena de niños no es normal. Nos sorprendió a todos", explica. Sí admite el responsable de Seguridad el incivismo y el consumo de alcohol habitual en la calle. "Es una plaza muy pequeña y con muchísima gente. Pasan miles de cosas y requiere una intervención intensiva. La voluntad es recuperar los puntos de vigilancia estática, también con Mossos, pero eso tampoco evita que pueden surgir peleas en algún momento", asegura.
Los patinetes eléctricos se han convertido en un gran aliado de los camellos que sueltan la droga con rapidez, ya sea en mano al cliente o en cantidades mayores hasta el piso para almacenar. En la plaza Espanyola abundan estos vehículos, usados también para robar móviles. "No se cortan. Los pases se hacen entre niños que juegan en los columpios".
CLUBES CANNÁBICOS
Otro destino de la marihuana son los clubes cannábicos, donde el consumo en el interior está regulado por una ordenanza municipal como ocurre en Barcelona. Pero sus responsables tienen que apañárselas para entrar la maría y es en ese impás donde los agentes cortan algunos suministros como las bolsas llenas de cogollos requisadas de un transportista que viajaba en moto. La Unidad Kilo ha detectado que las asociaciones de fumadores funcionan como un punto de compra venta, pervirtiendo su filosofía inicial.
Desde el sindicato de la Urbana recuerdan que las bandas latinas siguen activas en L'Hospitalet, a pesar de no llenar, actualmente, grandes titulares. Son grupos que se dedican al trapicheo y al lucrativo negocio de la okupación. Familias vulnerables les pagan una suma de dinero a cambio de echar abajo la puerta de una vivienda, aunque también hacen la patada para, a posteriori, instalar puntos de venta de droga.