Brillante. Espectacular. Mágica. Estos fueron algunos de los calificativos que recibió la clausura de los Juegos Olímpicos de Barcelona en la prensa internacional. Una ceremonia que, 25 años después, sigue siendo una referencia en el mundo olímpico por su apuesta por las emociones y la innovación. El creador de todo ello no fue otro que Joan Font, director de la compañía Els Comediants. En una entrevista concedida a Metrópoli Abierta repasa los secretos de una fiesta olímpica que permanece en el imaginario colectivo de los barceloneses.
¿Quién os encarga la clausura de los Juegos?
En 1990 hubo tres agencias que se presentaron para hacer las ceremonias: Bassat, Ovideo y Sport S.A. Nosotros estábamos en un momento álgido, organizando espectáculos de fuego en medio mundo. Tuvimos la suerte de que las tres empresas nos vinieron a ver, así que pronto tuvimos claro que participaríamos en los Juegos. Después, con buen criterio, las tres candidaturas se juntaron. La Fura dels Baus se quedó con la inauguración y nosotros con la clausura.
¿Por qué elegisteis la clausura?
Por un motivo muy claro. La clausura era de noche y el fuego siempre había sido un elemento central en la historia de Comediants. El horario nos iba como anillo al dedo. Nosotros queríamos hacer algo que nos identificara y lo primero que decidimos es que la ceremonia giraría alrededor del fuego, que tiene un componente muy mediterráneo.
¿Cómo fue esa primera lluvia de ideas?
Queríamos explicar un cuento, celebrar una fiesta olímpica y jugar con las emociones. En esa primera lluvia de ideas acordamos explicar una historia sobre la creación del universo; en la que jugaríamos con los planetas, el Sol y la Tierra. La idea central es que el fuego está presente en el universo, pero también en el interior del ser humano, con la pasión, la energía y el amor.
¿Qué buscabais transmitir con todo ello?
Buscábamos un clamor a la vida. Un canto a la fiesta. Un homenaje al placer. Para ello reivindicamos los demonios, los seres fantásticos y, sobre todo, el amor entendido como un volcán.
Todo el mundo coincidió en calificar la clausura como la mejor de la historia. ¿Qué referentes cogisteis para idear la ceremonia?
No teníamos referentes... ¡Nos tiramos de la moto! Nuestra única referencia era lo que habíamos hecho hasta entonces con Comediants. Eso sí, analizamos las cuestiones técnicas y logísticas de otros grandes eventos, pero en el aspecto creativo nos dejamos llevar. Creo que ahí estuvo la clave del éxito.
25 años después todavía se habla de aquello...
Es que fue mágico. Actuábamos entre el público, aparecían gigantes del exterior, el fuego rodeaba todo el estadio y éste se convertía en la boca de un volcán... ¡Era muy emocionante! Buscábamos rodear al espectador y atraerlo a nuestro universo mágico.
"Innovadora" es el adjetivo que más se repite para hablar de la clausura...
Cierto, pero nuestra innovación era una mezcla de energía, emoción y tecnología avanzada, pero también de artesanía. En la ceremonia reivindicamos además la mano de obra, levantando las velas de los barcos. Tuvimos propuestas para trabajar con artistas de medio mundo, pero decidimos contar finalmente con los de casa. Pensamos que nadie mejor que nosotros transmitiríamos esa ilusión especial. ¡Y así fue!
¿Os dieron libertad absoluta de creación?
Absoluta. Cuando presentamos el proyecto, a todo el mundo le encantó y nos dejaron trabajar a nuestra manera. La única restricción, evidentemente, eran las cuestiones logísticas, pero con imaginación e ingenio logramos tirarlo para adelante. El gran problema que tuvimos era el propio Estadio Olímpico, que no estaba preparado para acoger un evento así. Las puertas eran muy pequeñas y todo se tenía que hinchar después de pasar por ellas. Años después, los organizadores de los Juegos de Pekín me preguntaron: “¿Cómo hicisteis todo aquello con esas puertas diminutas?”
Pero todo estaba estudiado, ¿no?
Lo que la gente no sabe es que en el Estadi Olímpic solo hicimos dos ensayos antes de la ceremonia. Realizamos muchas pruebas fuera de las instalaciones, practicando las filigranas que teníamos que hacer para pasar por esas puertas. Todo estaba estudiado, pero reconozco que teníamos algunas dudas sobre cómo saldría.
¿Cómo surge la idea de llevarse a Cobi al cielo en un barco de papel?
Buscaba una imagen romántica y poética. Y que no fuera un final rotundo. Quería abrir la posibilidad de que esa historia pudiera continuar algún día. Un barco de papel, además, es una mito infantil... ¡Todos hemos jugado con él de pequeños!
¿Miras ceremonias de otros Juegos Olímpicos?
Sí, las miro con interés, para ver hacia dónde van las tendencias. Incluso a veces me toca hacer de comentarista, que me divierte mucho. En Pekín me pareció todo muy frío, cuadriculado... ¡Eso era un desfile militar! Sí me gustó, en cambio, la inauguración de Brasil, que fue muy ingeniosa.
¿Con qué recuerdo te quedas, 25 años después?
Con la entrega de los barceloneses, pero muy especialmente con la pasión de los 'Comediants'. Todavía siento, 25 años después, aquella energía e ilusión.
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