La calle Aiguafreda conserva parte de la esencia de Horta, un barrio que formó parte hasta 1904 del municipio independiente de la parroquia de Sant Joan d’Horta. Por su riqueza en aguas subterráneas se convirtió, desde el siglo XVIII y hasta principios del XIX, en el lavadero de la burguesía barcelonesa.
En esta zona vivían hombres que trabajaban como jornaleros en las fábricas de la ciudad, o que hacían otros trabajos, como elaborar ladrillos. Las mujeres, desde el siglo XVIII, se dedicaban a hacer de lavanderas para los burgueses de la ciudad. Recogían la ropa sucia de los señores todos los lunes y la devolvían limpia los sábados.
El tiempo y las reformas han borrado todos los vestigios, solo resisten las casas de la calle Aiguafreda, que, en aquel tiempo, estaba rodeada de huertos y campos. Su nombre se debe a la enorme cantidad de agua que recorría el subsuelo y que salía de los pozos a baja temperatura.
Entrar en este pequeño callejón es viajar al pasado, un viaje corto, ya que de punta a punta solo hay ocho casas bajas, cada una de ellas con su lavadero delante, al otro lado de la calle. Y, en cada lavadero, un pozo, de donde se sacaba con cubos el agua necesaria para hacer la colada. Algunas de estas casas conserva aún un pequeño patio con huerto o jardín.
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