En un lugar del barrio Gòtic, muy cercano a la Rambla, en Escudellers con Nou de Sant Francesc, se encuentra desde hace casi 200 años uno de los restaurantes de mayor fama internacional de la ciudad. Se llamaba Can Bofarull, el apellido de la familia que lo fundó en 1835, pero, con los años, adoptó el nombre del plato estrella que lo hizo famoso: Los Caracoles. 

Una placa en el suelo recuerda que es un local centenario y emblemático, aunque el local habla por sí solo. Su cocina de carbón es única en Barcelona, y aún conserva los cristales emplomados y el asador de pollos original de la esquina. En el interior mantiene los arrimaderos de cerámica, los mostradores y un botellero de madera torneada. Estamos ante el segundo restaurante más antiguo de la ciudad, después de Can Culleretes, ganador también de una Medalla al Mérito Turístico. 

Al frente del negocio están, desde 2016, Aurora Bofarull con su hermano Ramón y sus primas, Yolanda y Cristina. Son la quinta generación de un negocio que empezó con Agustí Bofarull y su esposa, al frente de un local de 20 metros cuadrados en la calle de Nou de Sant Francesc número 3 al que que acudían los marineros y descargadores de algodón a beber vino. Fue Felicià Bofarull, primo hermano de Agustí, quien, tras heredar el establecimiento, empezó a servir comidas en taburetes y toneles de vino. Sus caracoles con salsa se convirtieron en la tapa estrella, y, desde 1915, dieron nombre al local. 

En 1934, Los Caracoles dejó de ser una taberna y se convirtió en restaurante. Los hermanos Bofarull compraron un local contiguo y montaron a pie de calle una plancha para cocinar que el Ayuntamiento les obligó a trasladar al interior con vistas a la calle. Tras la guerra civil, los 40, 50 y 60 fueron años dorados para el local, con Ramón en la cocina y Antoni de relaciones públicas. Todo el star system de la época pasó por sus mesas y, en 1948, el fotógrafo Irving Penn lo inmortalizó para la revista Vogue.

Tras la muerte de Antonio (1973) y Ramón (1995), sus hijos, Felicià y Agustí, siguieron adelante hasta que la quinta generación Bofarull tomó el relevo en 2016. Casi dos siglos ininterrumpidos de historia tras sus puertas (solo cerró durante los meses de pandemia) y Los Caracoles sigue ahí, atesorando y escribiendo la historia de la ciudad entre sus mesas cada día... llueva o haga sol.

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