Refik Anadol en Barcelona: cómo crear obras maestras del arte con la inteligencia artificial
La capital catalana acoge dos piezas del artista turco, una en la exposición colectiva Digital Impact, en el Museo del Diseño, y otra en el Moco
24 junio, 2023 23:51Noticias relacionadas
La gran estrella del arte creado con inteligencia artificial, el turco Refik Anadol, proyectó su obra en la fachada de la casa Batlló de Barcelona, una noche del pasado mayo, ante 65.000 espectadores. Haría falta un Chesterton que retratase con mala baba a los que consideraron necesario llamar mapping a una acción tan simple de describir en su idioma, pero dejemos eso para otro día. Disfrutan pensando que, gracias al inglés, que tal vez no hablan, nos descubren un mundo nuevo en cada frase, y sería cruel sacarles de su error.
Demos por buena también la cifra, aunque incluya transeúntes convencidos, al ver el baile de ventanas, de que su cena incluía algún ingrediente lisérgico. ¿Es posible que los turistas se paren ante cualquier atracción con lucecitas, aunque no valga gran cosa? Sin duda. Tampoco es ya ningún aval que otra pieza de Anadol, Unsupervised, congregue a ratos más visitantes en el MoMA que la Noche estrellada de van Gogh. No hay que descartar que tengamos cierta tendencia, desde la cuna, a quedarnos embobados mirando ora a la luz, ora a las tinieblas.
Sin embargo, lo cierto es que Refik Anadol firma en Unsupervised una de las primeras pequeñas obras maestras del arte generado con inteligencia artificial. Nadie como él para convencer al mundo del arte de que las máquinas no son una amenaza, sino, como dicen ante cualquier tormenta los gurús de la tecnología con los que se codea este antiguo artista residente de Google, una oportunidad. Tenemos la suerte de contar actualmente con dos piezas del turco en Barcelona, una en la exposición colectiva Digital Impact, en el Museo del Diseño, y otra en el Museo Moderno Contemporáneo (MOCO). Buen momento para que cada cual se forme su propia opinión.
Para crear Unsupervised, la obra neoyorkina, el artista alimentó el sistema de inteligencia artificial con 140.000 archivos o, lo que es lo mismo, 200 años de imágenes de la colección del MoMA. Después, se dedicó a entrenarlo en su cuartel general de Los Ángeles con un algoritmo que combina casualidad y control. Así, obtuvo una imagen abstracta que se va transformando ella sola, ante los ojos del público, sin solución de continuidad. Piensen en un pulpo haciendo sus trucos de mimetismo mientras baila sobre un cuadro de Jackson Pollock. Un pulpo muy en forma, porque el flujo de su masa tridimensional es constante, sin principio ni fin. Reacciona también al movimiento del público, el clima y otros estímulos externos, sin repetirse jamás. La interactividad, por supuesto, se vende con el marchamo de lo nuevo, como si uno llegase al Louvre, siempre con la misma luz, la misma compañía e idénticos "estímulos externos".
Machine Memoirs: Space se expone en el Museo del Diseño (perdonen que no use el nombre de Disseny Hub, pero me recuerda lo que me dijo una vez el clavecinista iranoamericano Mahan Esfahani: en Barcelona estamos reinventando el provincianismo). La obra está basada también en un archivo, el de la imponente colección de imágenes del espacio que atesora el Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA. Para el artista, los datos son una forma de recuerdo que puede adoptar cualquier aspecto, color o textura, y los archivos reúnen, por tanto, los recuerdos colectivos de la humanidad. Igual que en su trabajo del MoMA quería ver qué pasaba cuando la inteligencia artificial "sueña" la colección del museo, aquí le pide que haga lo propio con la inmensidad por donde todavía no pueden transitar los humanos: casi el universo entero.
La otra muestra de Anadol en Barcelona propone una serie que se llama Nature. Se compone de tres piezas elaboradas buceando en archivos (en la memoria colectiva, si elegimos tomar a su autor al pie de la letra), para recrearse, respectivamente, entre imágenes de la naturaleza, del espacio y de 70 millones de flores. Como ven, en nuestra época, a diferencia de la de Goya, el sueño de la razón produce documentales de La 2. Ya era hora.
SIN CATEGORÍAS HUMANAS
"En un mundo donde todo es calculable, la realidad que percibimos tiende a la completa automatización", opina la artista Chloé Delarue. Duchamp no solo triunfó por dudar del arte, sino también por renegar de la artesanía. Su rueda de bicicleta prescinde del gesto del escultor para alardear de la perfección industrial en serie. Generar arte de manera sistemática a partir de una idea es una fórmula que podemos remontar a la música barroca y seguir hasta las imágenes producidas por algoritmos, y ofrece una de las mejores pistas para entender la creación en nuestros días.
Así es como funciona el trabajo de Refik Anadol. Importa tenerlo en cuenta. Quien sueña es una máquina que ve por nuestros ojos y a la que se le dice cómo soñar. En Unsupervised, uno de los trucos consiste sencillamente en eliminar los metadatos del archivo (título, autor, fecha de los cuadros) para que la inteligencia artificial no utilice categorías humanas.
Detrás de cualquier impulso hacia lo automático hay un deseo de renunciar al criterio que lo es casi de abolir la voluntad. Pero entonces, habría que preguntarse si la verdadera aspiración no consiste tanto en abolirla como en dejarla fundirse con las leyes de la física. Tal vez el ser humano contemporáneo crea movido por la esperanza de una unidad futura con el conjunto de lo real: la posibilidad de saberlo todo, abarcarlo todo, pasar las vacaciones en Marte y vivir eternamente, o como mínimo retrasar sin aloe vera la aparición de las arrugas. Lo mismo, podría objetar cualquiera, que ha buscado siempre. Y daría en el clavo.