Lo he visto por el rabillo del ojo, al pasar por la acera de enfrente, y me ha hecho recular. Diputació, 158. Es un edificio de planta baja, cinco alturas y azotea. Casi diría que la enorme obertura circular de cristal que se abre sobre la puerta principal me ha guiñado el ojo desde el interior de la exuberante guirnalda de rosas que la envuelve. Y al detenerme a observar, lo he descubierto. Ahí, justo encima, en el centro del jarrón decorativo la guirnalda: unas letras talladas en la piedra imposibles de leer de lejos (para mí) me han obligado a cruzar la calle y a rendirme a sus pies. Trevallant se fa la casa (trabajando se hace la casa, en catalán antiguo). ¡Un edificio con moraleja!                                 

Estamos frente a la casa Joan Rabaseda, un encargo de este industrial al arquitecto Ferran Romeu Ribot. Desde la entrada y en contrapicado, impresiona. Salvo alguna referencia modernista, podría definirse como plenamente renacentista, con sus elementos ornamentales clasicistas y esa fachada simétrica y decorada con esgrafiados. La planta baja, acabada con piedra de Montjuïc de diversas texturas, se abre a la calle a través de un portal en forma de arco escarzano, flanqueado por dos columnas jónicas que sostienen dos pináculos con volutas y relieves vegetales.

A cada lado de la puerta principal, se abren dos grandes aberturas coronadas por un arco ondulante. Sobre cada uno de ellos, dos enormes ménsulas esculpidas con rosas sostienen las losas de perfil mixtilíneo de los balcones del piso principal, decorados con barandilla de hierro forjado. En el resto de balcones, las losas son semicirculares y agrupan aberturas de dos en dos, excepto en la última planta, donde son individuales.

La fachada está decorada con esgrafiados de inspiración floral que surgen del jarrón esculpido sobre el portal y se amoldan a los marcos de piedra de los balcones. El coronamiento, con respiraderos y de ladrillo visto, remata el edificio con un pronunciado alero de madera y tejas. Destila un aire de nostalgia.

A través de la puerta principal, se distingue un vestíbulo con arrimaderos de cerámica y techo de madera venido a menos. A juego con el aire de nostalgia que desprende todo el edificio. Nostalgia de una época en que debió lucir en todo su esplendor.

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