El barrio histórico de Barcelona que antes era un pueblo: orígenes de la Edad Media
La capital catalana se anexionó a finales del siglo XIX este municipio que nació como una villa rural en la Edad Media
12 marzo, 2024 22:11Barcelona no siempre ha mantenido su configuración actual, y uno de sus barrios más emblemáticos fue, en un pasado no tan lejano, un pueblo independiente. Sants, con raíces que se remontan a la Edad Media, fue inicialmente reconocido como un pequeño enclave agrícola con una identidad única. Las tierras fértiles que lo rodeaban propiciaron el auge de la agricultura y el comercio local.
A lo largo del tiempo, Sants evolucionó hacia la consolidación como pueblo independiente, caracterizado por una plaza central y callejones estrechos que aún conservan el encanto de tiempos pasados. La iglesia parroquial de Santa Maria de Sants, construida en el siglo XV, se erige como un símbolo histórico que ha resistido el pasar de los años, manteniéndose como epicentro del barrio.
Anexión
En 1897, Sants experimentó un cambio transcendental al integrarse oficialmente a Barcelona. Este proceso de anexión respondió a la creciente urbanización y expansión demográfica de la capital catalana en ese periodo. La conexión ferroviaria, establecida con la construcción de la estación de tren de Sants en 1875, actuó como un eslabón vital entre el pueblo y la ciudad, allanando el camino para su fusión.
La unión con Barcelona no solo alteró la geografía de Sants, sino que también marcó el inicio de una nueva etapa para sus habitantes. El desarrollo urbano propició la modernización de infraestructuras, la aparición de nuevas plazas y avenidas, y la integración de Sants en el tejido urbano barcelonés.
La plaza de Sants destaca como punto de interés, con su estatua dedicada al poeta y dramaturgo Joan Pelegrí. Este lugar se convierte en punto de encuentro para la comunidad, donde se celebran eventos locales y los vecinos disfrutan de la vida al aire libre. Es, también, un lugar habitual en la práctica del skateboard.
Otro aspecto destacado es la diversidad gastronómica que ofrece Sants, con calles salpicadas de bares y restaurantes que sirven desde platos tradicionales catalanes hasta propuestas culinarias de todo el mundo. Con todo, todavía se puede respirar, más de 120 años después, un poco de esa alma de pueblo cuando uno pasea entre sus calles.