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Vivir en Barcelona

De un puerto en el Llobregat a un poblado perdido: así era Barcelona en el 2000 a.C

La estructura social de los layetanos era tribal, organizada en clanes familiares encabezados por líderes o caudillos

13 agosto, 2024 19:04

En el 2000 a.C., mucho antes de que la ciudad de Barcelona se convirtiera en un centro cosmopolita, la región era el hogar de los layetanos, un pueblo íbero que habitaba las costas de la actual provincia de Barcelona. Este grupo, conocido en latín como laiētanī y en griego como λαιαιτανοί (laiaitanoi), ocupaba un territorio que se extendía desde el río Llobregat hasta el Tordera, en una zona rica en recursos naturales y estratégicamente ubicada entre el mar y las montañas.

Los layetanos eran un pueblo que vivía en pequeños poblados fortificados, conocidos como oppida, que se situaban en colinas y otros lugares elevados para aprovechar la ventaja defensiva. Estos asentamientos estaban rodeados por murallas de piedra, que protegían a los habitantes de posibles invasores y garantizaban la seguridad del grupo.

La vida en estos poblados giraba en torno a la agricultura, la ganadería y la recolección de recursos del entorno, como la caza y la pesca. Los layetanos eran también expertos en la producción de cerámica y textiles, que intercambiaban con otros pueblos íberos y mediterráneos.

La importancia del río para los layetanos

El río Llobregat, que hoy fluye cerca del corazón de Barcelona, jugaba un papel crucial en la vida de los layetanos. No solo les proporcionaba agua dulce y un terreno fértil para el cultivo, sino que también servía como una importante vía de comunicación y comercio. Aunque el concepto de "puerto" en ese tiempo no se asemeja al que tenemos hoy, es posible que los layetanos utilizaran las orillas del Llobregat como un punto de intercambio, donde las embarcaciones primitivas transportaban mercancías y personas. Este "puerto" rudimentario habría sido un lugar clave para el comercio con otras tribus íberas y posiblemente con culturas más distantes que navegaban por el Mediterráneo, como los fenicios.

A pesar de su proximidad al mar, los layetanos no eran un pueblo marinero en el sentido más estricto. Su conexión con el Mediterráneo era más bien a través del comercio y los contactos culturales que facilitaban la llegada de nuevas ideas, tecnologías y productos. El mar, sin embargo, no solo representaba una ruta de intercambio, sino también una barrera natural que protegía a la región de invasores.

Con el tiempo, la influencia de culturas externas, como la fenicia y la griega, comenzaría a transformar la vida de los layetanos, introduciendo nuevos elementos culturales y económicos. Sin embargo, en el 2000 a.C., Barcelona era aún un lugar remoto y misterioso, habitado por un pueblo que, desde sus fortalezas en las colinas y a orillas del Llobregat, daba forma a una historia que, milenios después, desembocaría en una de las ciudades más importantes de Europa.