Ramón Carbó, de 'chico de los recados' al centro de control del metro de Barcelona: una vida entre raíles
- El exempleado empezó como mozo de estación y ha pasado por todas las áreas en sus 48 años de trabajo. Ahora se dedica a reivindicar la historia del emblemático transporte que cumple 100 años este lunes, 30 de diciembre
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Pocas personas conocen tan bien el metro de Barcelona y tienen un vínculo tan estrecho con este transporte como Ramon Carbó. “Mi padre empezó como motorista -como se llamaba a los conductores en aquel momento-, mi tío hacía mantenimiento en el taller de las cocheras y mi tía fue taquillera antes de casarse. Somos hijos del metro”, recuerda.
Hace 100 años que se inauguró la primera línea, el 30 de diciembre de 1924, y la familia Carbó la ha visto nacer y evolucionar hasta los tiempos de hoy. Los Carbó, como tantos otros de la época, no se entenderían sin este transporte, y viceversa.
Ramon ha trabajado en el metro de la capital catalana 48 años, casi la mitad de vida de este transporte mítico en la ciudad.
48 años
Creció en la calle del Teniente Flomesta, en el distrito de Sants, y desde bien pequeño se formó junto a su hermana en las Escuelas Comerciales Montserrat, el centro para empleados del metro que estaba a unos pocos minutos de su casa y que les daría la opción más adelante de entrar en el Ferrocarril Metropolitano de Barcelona (la actual TMB).
Con 7 años, Ramon le traía la cena a su padre en su puesto de trabajo, y con 17 tuvo la oportunidad de hacer el servicio militar en el mismo metro como mozo de estación.
“Mi trabajo era abrir y cerrar puertas, además de conducir el metro. Empecé como ‘chico de los recados’ y hubo una época que me tocó traer cafés o me mandaban a cambiar las agujas de las vías manualmente”, afirma en una entrevista a Metrópoli.
Un metro “peligroso”
Ramon ha pasado por todas las áreas: ha sido conductor, taquillero, jefe de tren, después ascendió a inspector, trabajó en la central de mandos del metro y finalmente obtuvo un puesto en la Fundación TMB donde daba charlas para preservar la memoria del emblemático transporte de Barcelona que hoy cumple 100 años.
“Me ha pasado de todo en el metro. He gestionado descarrilamientos y más de 150 suicidios”, narra el ya jubilado empleado, toda vez que admite haber vivido un metro “peligroso”.
Los miedos de un conductor
Antiguamente, no había una catenaria, sino que la corriente del metro fluía a 1500 voltios en un tercer carril a la vista, según explica.
Cuando se producían incidencias, Ramon se veía obligado a maniobrar para no colocar los coches por esas vías.
También confiesa que cuando era conductor había veces que no sabía dónde estaba, si arriba o abajo, y que su mayor miedo era encontrarse a alguien en las vías, además de tener que movilizar a los cientos de personas por los túneles cuando ocurría una incidencia.
Una vida vinculada al metro
El metro vincula la vida personal de Ramón con la profesional. No solo conoció a su primera mujer, otra taquillera del metro, sino que ha vivido algunos de los acontecimientos más singulares de la historia del transporte y que “jamás” olvidará.
En agosto de 1994, recapitula, la estación eléctrica de Trinitat Vella falló y toda la red de metro quedó inutilizada. Los conductores no tenían visibilidad, porque en aquellos tiempos no había luces de emergencia, ni comunicación con la central de mandos.
"Al final no hubo ningún accidente. Fue increíble como los trabajadores sacaron a las personas de los coches por sus propios medios, con una linterna, hasta cerciorarse de que estaban en una zona segura", relata el trabajador.
Ramon, por aquel entonces, trabajaba en la central y explica que hasta que no se tuvo plena seguridad de que no había personas en la vía, no se retomó la circulación de los metros.
Eventos históricos
También recuerda cómo los trabajadores del metro se volcaron en solidaridad con los manifestantes tras el atentado de Miguel Ángel Blanco e hicieron circular los metros en horas extras sin saber si las llegarían a cobrar. Lo mismo ocurrió con la nevada de Barcelona del 2008.
"Más del 90% de los trabajadores del metro son excelentes profesionales y la seguridad siempre va por delante del servicio", declara el exempleado.
Fallos humanos
Aun así, admite que los fallos humanos son posibles. Aunque no ha habido un gran número de accidentes graves en el metro de Barcelona, Ramon rememora particularmente una tragedia que ocurrió en 1975.
Sucedió en la estación Virrei Amat de la Línea 5 en dirección Vall d’Hevron. Por causas desconocidas, un conductor dio marcha atrás y el convoy terminó colisionando contra otro metro que estaba estacionado en Vilapiscina, la parada anterior a Virrei Amat.
Solamente falleció el conductor, Enrique Cuartero, cuya muerte todavía se recuerda entre las filas de los trabajadores del metro y Ramon se encarga de que no se olvide su memoria.
El metro, todavía en el centro de su vida
El extrabajador del metro se jubiló en febrero de 2020. Sus compañeros le despidieron con un pastel en forma de metro, el modelo 4.000 precisamente, que ya se ha retirado completamente de la red.
En estos 48 años, Ramon ha rescatado a mujeres embarazadas, ha evitado suicidios y ha ayudado a compañeros con problemas de drogodependencia.
Ahora, ya jubilado, continua enlazado al medio de transporte que ha dominado parte de su vida.
Es presidente de la asociación Andana Central, donde hace labores de memoria histórica, y colabora con entidades como el Centre d’Estudis de l’Hospitalet y la asociación de víctimas de amianto.
Tras toda una vida ligada al metro de Barcelona, se ha quedado con una lección importante: “En la vida no vale el que más sabe, sino el que tiene una buena actitud sin miedo a tomar decisiones y, sobre todo, que tenga empatía con las personas”, concluye.