
La carassa sobre la puerta del edificio Casa Josep Padró
El histórico edificio del corazón de Barcelona famoso por su peculiar llave: guarda detalles modernistas y neobarrocos
Más allá de su imponente fachada, este edificio ubicado en el chaflán de Trafalgar con Menéndez Núñez, esconde un universo de detalles modernistas y neobarrocos
El edificio del centro de Barcelona que diseñó un colaborador de Gaudí: conserva una "firma oculta" del arquitecto
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Hay rostros en Barcelona que nos observan desde la piedra, custodios silenciosos de historias que aguardan ser contadas.
Uno de ellos se asoma desde el dintel de la puerta principal en el chaflán de Trafalgar con Méndez Núñez.
Es una carassa con un bigote imponente, casi teatral, que sostiene una llave sobre sus dientes. ¿Un símbolo de los secretos que alberga el edificio? ¿Una invitación a franquear su umbral o una advertencia para no hacerlo?

Puerta de la Casa Josep Padro
Esta figura es la primera señal de que la Casa Josep Padró (Trafalgar, 39 / Méndez Núñez, 17) es otro rincón del Eixample con un alma peculiar.
Una fachada con patente
Al alzar la vista hacia este edificio, erigido hacia 1900 por la empresa José Padró e Hijo, bajo diseño del arquitecto Antoni Costa i Guardiola, la carassa nos captura, siendo el prólogo de una rica historia.
Josep Padró i Bussoms, el promotor, no era un constructor al uso; su mente inquieta e imaginativa lo llevó a inventar la «Revoltón Portátil», un sistema patentado en 1906 para fabricar vueltas, bovedillas y alcatifados de todo tipo de formas y dimensiones, así como tableros para cubiertas y azoteas.
Su espíritu innovador impregna el edificio que ocupa todo el chaflán y se extiende a las dos calles que lo forman.
Belleza en equilibrio
Consta de planta baja y cinco alturas, con una distribución simétrica, puerta centrada en el chaflán y balcones corridos en los pisos.
La fachada es un elegante ejercicio de eclecticismo: las partes esculturadas y los balcones, de inspiración neorrenacentista, conviven con la delicadeza modernista de los esgrafiados y los trabajos de forja, que llevan la firma del prestigioso taller Hijo de Miguel Mateo. En las fachadas laterales se alternan los balcones corridos e individuales.
Reformas, cicatrices y supervivencia
Su historia, como la de tantas joyas arquitectónicas de la ciudad, está marcada por transformaciones.
El mismo año de su construcción, la familia Balcells adquirió la propiedad e introdujo reformas significativas, como la incorporación de la tribuna del principal en la fachada del chaflán y en las cuatro primeras plantas de la calle Méndez Núñez.
Hacia 1970, una remonta añadió un piso superior que desfiguró el coronamiento original, que antes estaba compuesto por arcos de medio punto y paneles decorativos.
Vestíbulo con memoria
Si tenéis la suerte de encontrar la puerta abierta, no os dejéis intimidar por la fiera carassa, y aprovechad la oportunidad de traspasar el umbral.
En el interior os espera un vestíbulo neobarroco, salpicado de exquisitos elementos modernistas. Los arrimaderos de mármol negro, pulidos y solemnes, son un contrapunto a la calidez de la madera trabajada de la antigua conserjería.
Los cristales grabados al ácido filtran la luz con diseños sutiles. Las pinturas decorativas ascienden por la escalera como una enredadera y los tiradores de latón, gastados por el uso, son testigos mudos del trasiego de generaciones.
Los pisos se articulan alrededor de la escalera y un patio interior. Algunos de ellos conservan aún los coloridos pavimentos Nolla, auténticos tapices cerámicos de color y geometría.
La piedra que susurra
La próxima vez que el ritmo de la ciudad os lleve a este rincón, buscad ese rostro de piedra con su llave.
Quizás os susurre alguno de los secretos que ha guardado durante más de un siglo.