Juan Diego Flórez y Nadine Sierra en 'West Side Story', en el Liceu.

Juan Diego Flórez y Nadine Sierra en 'West Side Story', en el Liceu. Gran Teatre del Liceu

Vivir en Barcelona

Un gran final de temporada en el Liceu con West Side Story

Dudamel, Flórez y la grandísima Nadine Sierra, otra vez ella, dan vida a una excelente versión en formato concierto de la obra de Leonard Bernstein 

Rusalka en el Liceu, ¡ni tan mal!

Leer en Catalán
Publicada
Actualizada

¡Por fin un espectáculo que enaltece al Liceu! Tras una temporada trufada de altibajos, con algunas buenas sorpresas eso sí, el cierre ha sido espectacular. Dudamel, Flórez y la grandísima Nadine Sierra, otra vez ella, dan vida a una excelente versión concierto de West Side Story.

Gustavo Dudamel tiene algo que hace que la orquesta y coros del Liceu suenen diferente y en esta ocasión, también.

Todas las secciones brillan con una claridad increíble, con un viento que parece una big bang y cuatro maestros de percusión, cuatro, que saltan de la marimba al timbal, de la caja al xilófono y de la campana tubular al gong. Impresiona la claridad que logra el maestro venezolano de una orquesta que nos tiene demasiado acostumbrados a la monotonía y la frescura de un coro en general encorsetado.

Dudamel logra una versión a la altura de la mítica grabación de 1984 del propio Leonard Bernstein, con Carreras y Te Kanawa, siendo fiel a los arreglos del maestro norteamericano, pero imprimiéndole un sello latino indiscutible. La orquesta suena rápida, viva, brillante. Genial el maestro de Barquisimeto que, además, dirige sin partitura, todo en su memoria, y en su cuerpo, pues dirige con todo él.

La estrella de la temporada

Juan Diego Flórez hacía tiempo que no pisaba el escenario del Liceu para cantar algo más que un recital, aunque sea un musical reconvertido a música clásica en versión concierto como el actual. Es verdad que lleva años que prefiere centrar su temporada en la ópera de Viena, ciudad donde vive, actuar en Londres y cada vez menos en Nueva York, para luego ir dando recitales, alguno también en Catalunya.

Pero, además, parece que no se le pagó a tiempo cuando estábamos al borde de la quiebra y eso le ha generado “anticuerpos” con el Liceu. Sin duda, regresar con Dudamel y Sierra le habrá animado a rencontrarse con un público que le adora. Flórez solo puede estar bien, o muy bien. En esta ocasión lo dejaría en bien, un poco opacado tanto por el brillo de la orquesta como por una soberbia Nadine Sierra.

Juan Diego Florez y Nadine Sierra, en la versión de concierto de West Side Story conducido por Gustavo Dudamel (de espaldas).

Juan Diego Florez y Nadine Sierra, en la versión de concierto de West Side Story conducido por Gustavo Dudamel (de espaldas). Gran Teatre del Liceu

Nadine Sierra es la perfecta María. Por tener tiene hasta sangre portoriqueña por parte de padre. Canta genial y actúa con gran expresividad. Ha sido, sin duda, la estrella de nuestra temporada, con una Traviata sublime, una genial sonámbula, un gran concierto y, para rematar, una actuación para el recuerdo en West Side Story.

Sierra conecta casi con cualquier tenor, y la química con Flórez es indiscutible. En este caso, además, cuentan con la “ventaja” de venir del Real, donde han triunfado con una Traviata impresionante.

Pero si la pareja que este año cantó en el baile de debutantes de Viena, Sierra y Flórez, fuese poco, ha aparecido haciendo un “cameo” ni más ni menos que otro monstruo de la interpretación, la soprano Sondra Radvanovsky, interpretando “Somewhere”.

El resto del reparto también muy bien, destacando en el papel de Anita la mezzo Isabel Leonard, y el barítono Jared Ott en el papel de Riff. Pero todo el mundo estuvo a una altura impresionante.

El resultado, más de diez minutos de aplausos, con el público pegado a sus asientos esperando quien sabe si un bis. Lleno hasta la bandera a pesar de lo elevado de los precios y mucho extranjero, destacando más japoneses que nunca.

Si se ha hecho una vez, ¿por qué no diseñar una temporada así? ¿es necesario tener que tragarse producciones infumables si se pueden programar funciones como ésta que cierra la temporada? Este concierto sí merecía estar en la playa y ser televisado. Ojalá el nuevo canal de la 1 en catalán tenga más sensibilidad que la actual TV3.

Complejo de autosuficiencia

Si la plataforma digital del Liceu lo hiciese bien, este concierto habría que ponerlo en valor y ser un hit. Claro, que solo se les ocurre tratar de colarlo como impuesto revolucionario del abono, ¿será que no venden?. En lugar de competir con plataformas consolidadas lo que habría que hacer es vender joyas como el presente concierto.

El Liceu puede resurgir, como se ha demostrado en esta temporada gracias, sobre todo, a Nadine Sierra.

Solo hay que creérselo, como con esta versión concierto que bien podría programarse en el Met o en la ROH. Dudamel está casado con una española, Camarena vive en Málaga, a Sierra y a Rodvanosky parece que les gusta Barcelona, también a Michael Fabiano… se podrían hacer tantísimas cosas si se quisiera, si a la actual dirección le interesase de verdad subir a la champions.

El crucero de la filarmónica de Viena sale de Mallorca para tocar en Nápoles, Florencia y otras casas de ópera. ¿Por qué no sale desde Barcelona y se celebra una función en nuestro teatro?

¿Por qué está cerrado dos de cada tres días nuestro teatro?

¿Para qué se va a invertir 50 millones en el puerto si el teatro está infrautilizado?¿Por qué no se hacen galas con el Mobile y el ISE para buscar patrocinadores internacionales? Simplemente porque no se quiere, por ese complejo de autosuficiencia, por ese mirarnos el ombligo hasta que esté lleno de pelusilla.

Prueba de la triste continuidad es la selección del nuevo director musical, un director normal, en lugar de apostar, por ejemplo, con una dupla formada por Dudamel apadrinando a una joven directora, como Keri-Lynn Wilson, lo que hubiese garantizado artistas globales sí o sí.

Lo más triste es que una excelente función como la de hoy demuestra que si se quiere, se puede, pero lamentablemente quien ahora puede, no quiere.