Un especialista observa a una mujer con posible hipertiroidismo

Un especialista observa a una mujer con posible hipertiroidismo QUIRÓNSALUD

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¿Qué es el bocio, a qué se debe y cómo se puede curar?

Se trata de una hinchazón que emerge en la base del cuello, no es solo una alteración visible: puede ser el reflejo de desequilibrios profundos en el funcionamiento de la glándula tiroides 

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El bocio es, en esencia, una expansión anómala de la glándula tiroides, ese pequeño órgano con forma de mariposa que descansa silencioso en la base del cuello. Cuando crece más de lo esperado, su presencia se hace visible o, incluso, palpable.

En muchas ocasiones, este crecimiento revela un hipotiroidismo, una condición en la que la glándula trabaja con lentitud, produciendo una cantidad insuficiente de hormonas. En otros casos, sin embargo, la tiroides sigue operando con normalidad, y el aumento de tamaño se debe a la aparición de nódulos en su interior. Son estas dos las formas más habituales en las que el bocio se manifiesta. 

¿Qué lo origina?

“El bocio no siempre es sinónimo de disfunción, pero sí de que algo merece nuestra atención”, subraya el doctor Guillem Catrecasas, especialista en Endocrinología y Nutrición en el Centro Médico Teknon. Antiguamente, el bocio multinodular era casi un sello geográfico, vinculado a zonas rurales y montañosas donde la escasez de yodo en la dieta desencadenaba su aparición.

Hoy en día, sin embargo, la ciencia ha puesto el foco en otro culpable: la genética. Tanto el hipo como el hipertiroidismo que cursan con bocio suelen tener un origen autoinmune, lo que significa que el propio sistema inmunológico lanza una ofensiva contra la glándula, inflamándola y alterando su tamaño.

Las mujeres, en el epicentro hormonal del bocio

El aumento del tamaño tiroideo afecta con mayor frecuencia a las mujeres, en una proporción de tres a uno respecto a los hombres. Esta desigualdad estadística no es casual. El universo hormonal femenino –con sus fluctuaciones marcadas durante los embarazos, tratamientos de fertilidad, el postparto o la menopausia– interfiere a menudo en el equilibrio de la tiroides. El bocio, en muchos casos, es una consecuencia visible de estos vaivenes.

El cuerpo suele emitir señales. En el caso del bocio multinodular, es el espejo quien da el primer aviso: una protuberancia en la parte anterior del cuello, justo debajo de la “nuez”, que crece lentamente. En situaciones más avanzadas, pueden surgir dificultades al tragar, sobre todo líquidos, o una leve opresión al recostarse. Cuando el bocio se vincula con hipotiroidismo, los síntomas emergen desde el interior: un cansancio persistente, aumento de peso, caída del cabello, estreñimiento, calambres, frío constante e incluso fallos de memoria.

“Cada síntoma es una pista”, recuerda el doctor Cuatrecasas. En el caso contrario, cuando el bocio se asocia a un hipertiroidismo, el exceso hormonal acelera el organismo: se presentan taquicardias, una sensación continua de calor, nerviosismo, insomnio y una pérdida de peso involuntaria.

Tratamientos: del bisturí a la hormona sintética

El tratamiento del bocio depende de su causa y sus efectos. Cuando se trata de un bocio multinodular, especialmente si los nódulos superan los tres centímetros, causan molestias o existe riesgo de que se vuelvan malignos, la opción más eficaz suele ser la cirugía. “La extirpación parcial o total de la glándula resuelve el problema físico, aunque puede requerir suplementación hormonal posterior”, explica el especialista.

En los casos de hipotiroidismo, la respuesta médica suele ser la administración de tiroxina sintética –conocida comercialmente como Eutirox– que compensa la falta hormonal.

En cambio, el hipertiroidismo exige un enfoque opuesto: medicamentos que inhiben la producción hormonal excesiva para devolver al organismo su ritmo natural. En todos los escenarios, es el endocrinólogo quien debe guiar el camino, diagnosticando con precisión y eligiendo el tratamiento más adecuado para cada paciente, cada historia y cada tiroides.