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Barcelona es una ciudad que avanza sin perder de vista su pasado, un lugar donde los comercios históricos siguen latiendo entre calles estrechas, plazas escondidas y edificios modernistas.

Mientras nuevos locales, tendencias y propuestas gastronómicas se multiplican cada año, la capital catalana conserva también espacios que funcionan como auténticas cápsulas del tiempo. 

En la calle dels Sombrerers, un olor profundo a almendra tostada y a humo de encina anuncia que uno de los secretos mejor guardados de Barcelona sigue funcionando como hace casi dos siglos: el horno centenario de Casa Gispert, considerado el único horno de estilo romano aún operativo en Europa para el tostado artesanal de frutos secos.

Casa Gispert de Barcelona en una imagen de archivo SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

Estos establecimientos aportan identidad, arraigo y un carácter único que convierte a Barcelona en un territorio donde tradición y modernidad conviven de manera excepcional.

De generación en generación

Fundada en 1851 como comercio de productos coloniales, la tienda ha pasado de generación en generación preservando no solo su estructura original, sino también la esencia del oficio que le dio prestigio.

Hoy, quien cruza su puerta se encuentra con un espacio que se lee casi como un museo: estanterías de madera oscura, viejas básculas de hierro, sacos repletos de frutos secos y botes de vidrio donde siguen reposando especias que parecen haber salido de otra época.

Lo que no se ve desde la calle —pero sí se intuye por el olor— es el horno que ha hecho famosa a la casa. Ubicado al fondo del local, este coloso de ladrillo refractario funciona únicamente con leña de encina, el secreto del aroma ahumado que caracteriza sus almendras, avellanas y cacahuetes.

Cada martes y jueves, el horno despierta en directo ante la mirada curiosa de visitantes y vecinos, que se detienen unos minutos para observar cómo se tuestan, de manera completamente manual, los productos que después se venden en el mostrador.

El encargado de Casa Gispert SIMÓN SÁNCHEZ Barcelona

240 kilos en dos horas

En Casa Gispert explican que no existe un tiempo estandarizado de tostado: cada fruto tiene su propia personalidad. La humedad, el tamaño o la variedad influyen en un proceso que puede prolongarse entre una y dos horas.

En una sesión de dos horas, por ejemplo, se tuestan hasta 240 kilos de almendras, una producción minuciosa que mantiene intacto un método prácticamente desaparecido del panorama europeo.

Crecimiento y modernización

A pesar de la apariencia estática del negocio, la empresa no se ha quedado anclada en el pasado. Desde un obrador ubicado en Viladecavalls, Casa Gispert ha ampliado su producción y hoy exporta a más de diez países europeos, llevando el sabor del tostado tradicional más allá de las calles del Born.

La filosofía, sin embargo, no ha cambiado: materias primas de proximidad, envases sostenibles y una apuesta por la energía solar en las instalaciones donde se elabora y envasa el producto.

Entrada de Casa Gispert / CRÓNICA GLOBAL

El catálogo actual va mucho más allá de los frutos secos. El local ofrece también aceites de oliva virgen extra, chocolates artesanos, mermeladas, turrones, vinos dulces y licores tradicionales como el vermut o la ratafía.

Todo rodeado de un ambiente que combina historia y comercio, una de las claves que explican la fidelidad de quienes pasan buscando algo más que una compra: una experiencia marcada por olores, texturas y la visión del fuego vivo.

Los responsables de la tienda aseguran que el secreto de su éxito reside precisamente en eso: en no haber renunciado nunca al método que les dio identidad. Mientras que los hornos industriales ofrecen rapidez y volumen, el de Casa Gispert apuesta por una cocción lenta y artesanal, que deja en cada fruto un sello aromático inconfundible.

Es ese aroma el que delata su presencia desde la calle, atrayendo a transeúntes que entran por curiosidad y salen con la sensación de haber descubierto un fragmento intacto de la Barcelona del siglo XIX.

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