Entre Glovo y Wallbox, el espejismo de los “solistas” tecnológicos
Xavier Ferràs, profesor de Esade, señala que el ecosistema de las startups es bueno, pero falta conectar la industria y la universidad para lograr empresas punteras
17 enero, 2022 00:00Noticias relacionadas
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Las startups en Barcelona no dejan de ofrecer alegrías. Hay operaciones de una gran dimensión, como ha reflejado Glovo, o proyectos como Wallbox, que causan admiración. Pero, ¿es lo que la economía local necesita, lo que es capaz de generar? Los expertos han comenzado a alzar la voz. Esos “solistas”, en distintos campos, no deberían permitir que se instale una “falsa sensación”.
Esa es la posición del profesor de Esade, Xavier Ferràs, que ha seguido con atención la evolución en los últimos años del sector tecnológico. En conversación con Metrópoli, Ferràs valora todo lo que se ha hecho, pero cree que se ha creado una cierta atmósfera de éxito, casi de euforia, cuando la preocupación debería ser enorme: “Hay buenas startups, las que hay son historias de éxito, como vemos en Barcelona, con empresas como Glovo, pero queda mucho por hacer, hay diferentes subsectores, todos de primer nivel, pero que no están conectados”.
POCA INVERSIÓN EN I+D
¿Qué quiere decir? El mercado lo que ofrece, en una economía muy centrada en los servicios, como es el caso de Barcelona y Cataluña, es un conjunto de empresas que intentan dar respuestas a esas demandas. La comida a domicilio, las ofertas de supermercados que se pueden conocer a través de una aplicación de geolocalización, servicios inmediatos de expertos jurídicos…Pero, ¿dónde está la I+D? ¿Qué hacen las administraciones para proyectar conocimiento, y que éste se aplique y tenga traducción monetaria?
“La cultura no puede ser la excusa”, señala Ferràs, cuando se le pregunta por las características de una sociedad y de una economía de servicios, orientada al turismo. “Si queremos desarrollar una industria tecnológica, habrá que destinar recursos, como hacen otros países, y el hecho es que la inversión en I+D sobre el PIB es en España y Cataluña muy inferior a la media europea, pero también a la de países como Portugal, Polonia e incluso Grecia. En el conjunto de España ese porcentaje es del 1,2%, por el 1,4% de Portugal. En Cataluña es ese mismo, el 1,4%. Pero en Alemania supera el 3%. España iba en una “muy buena dirección” hasta 2009, según Ferràs, con fuertes inversiones en I+D, pero la crisis económica lo paró todo, y esa tendencia no se ha recuperado, con la pandemia del Covid por medio, y a la espera de que los fondos europeos puedan ayudar a remontar el vuelo.
¿Un modelo? Wallbox, nacida en Barcelona, ha sorprendido. Es lo que se debería buscar con determinación, una empresa con valor añadido, con tecnología, que cotiza en Bolsa. La compañía está especializada en soluciones de carga de vehículos eléctricos y gestión de energía, y ha contado con la implicación de Iberdrola.
Una de las consideraciones que también sorprende, pero como una valoración negativa, es que el sector tecnológico barcelonés responde, cuando se le pregunta, que no necesita una excesiva ayuda de las administraciones. Agradecen el estímulo y el acompañamiento de instancias como Barcelona Activa, del Ayuntamiento de Barcelona, pero después vuelan solas. ¿Por qué? “Ofrecen servicios en una economía de servicios, y no precisan, por tanto, de una alta tecnología, de una transferencia industrial”, señala Ferràs.
MISIÓN ECONOMÍA
El modelo, sin embargo, el que triunfa en los países más avanzados, es el opuesto. Es la pauta que señala la economista Mariana Mazzucato, expuesta en su libro Misión Economía, en el que da cuenta que el viaje a la Luna puso en marcha una colaboración público-privada, en Estados Unidos, que ofreció innovación y tecnología a todos los ámbitos económicos del país. Y eso se mantiene, con las grandes empresas tecnológicas dependientes de concursos públicos de la administración federal de Estados Unidos.
Ferràs explica que en Barcelona “se dan todos los ingredientes, pero falta una coordinación que debe ser una responsabilidad de la administración y también de las empresas, para que lo exijan”.
El sector científico en Barcelona es valorado por su calidad, con instituciones como el Instituto de Ciencias Fotónicas, en Castelldefels. Existe, también, un subsistema emprendedor, con talento e iniciativas y se mantiene el sector industrial, que ha caracterizado en el pasado a la economía catalana. “Sin embargo, hay poca transferencia, poca conexión entre ellos”, precisa Ferràs.
El profesor de Esade incide en los presupuestos de la Generalitat. Solo el 3% de lo que destina a I+D va a competitividad empresarial. El resto a proyectos que, directamente, no están vinculados. “Se prima la investigación básica”, añade Ferràs. Es decir, mucho ‘paper’ y poca aplicación para convertirlos en empresas de alto valor añadido.
Una de las experiencias que funcionan en Europa es la de Alemania, con la organización Fraunhofer, que agrupa a 72 institutos distribuidos por todo el territorio, cada uno especializado en un campo diferente de las ciencias aplicadas. Ferràs lo resume así: “La financiación pública se destina a I+D de largo plazo, que se va convirtiendo en I+D aplicado y es aborbido por las empresas. Y eso quiere decir que se pasa del ‘money to make Knowledge al ‘to Knowledge to make money”, lo cual es bastante lógico”.
¿Cómo se llegaría a un nivel homologable al de Europa, teniendo en cuenta que quien lidera esa carrera tecnológica es Asia, con países como Corea del Sur, además de China? “Cataluña, con un PIB de 200.000 millones de euros, necesitaría invertir unos 3.000 millones por año en I+D. Es algo totalmente posible, con incentivos para que el sector privado se haga cargo, para que entienda que es necesario para que la economía sea competitiva”.
BARCELONA TIENE TODOS LOS CONDIMENTOS
Miguel Vicente y Gerard Olivé, los socios del venture capital Antai, --cofundador de Glovo--, que han logrado una operación enorme, con la compra de la empresa por parte de la alemana Delivery Hero, admiten los reproches de expertos como Ferràs, aunque ven la parte positiva de un ecosistema como el de Barcelona. “Hay empresas tecnológicas muy potentes, en el campo de la salud, de la industria, no todo son servicios, pero es cierto que se puede hacer mucho más en esa transferencia, con la participación estrecha de la universidad y de la administración”.
Los inversores responden. Barcelona es la séptima ciudad europea en atracción de capital para empresas tecnológicas, con 1.500 millones de dólares en 2021, una cifra que quintuplica la de 2020, cuando ocupaba la decimosexta posición. Ahora tiene por delante a Londres, Berlín, París, Estocolmo, Amsterdam y Múnich. Ferràs insiste: “Hay solistas muy buenos, pero necesitamos una orquesta más completa, y el hecho es que están todos los condimentos para lograrlo”.