Daniel Mòdol: "Barcelona cada día es más pequeña y provinciana"
El exconcejal del PSC y arquitecto dice que no ve a Colau: "Está desaparecida"
28 febrero, 2021 00:00Noticias relacionadas
Daniel Mòdol (Lleida, 1972) es arquitecto y urbanista. Tras cuatro años como concejal en las filas del PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, entre 2015 y 2019, dejó su corto paso por la política municipal para centrarse en su despacho profesional. Durante sus años en el consistorio estuvo en la oposición y en el gobierno: el año y medio del pacto de gobierno entre comunes y PSC que se rompió en noviembre de 2017 tras la aplicación del artículo 155. Mòdol ocupó, entre otros, los cargos de concejal de Arquitectura y del distrito de Sarrià-Sant Gervasi.
Tras dejar el Ayuntamiento, al final del pasado mandato, y con el PSC gobernando, ¿se arrepiente usted de haber dejado la política municipal?
Arrepentirme, no, pero sí echo de menos muchas cosas. Fue una experiencia casi redonda. Tuve la suerte de que me ofrecieran participar desde primera línea en la política de la ciudad de la que soy arquitecto y urbanista. Pude presidir la comisión de Urbanismo, fui el primer concejal de arquitectura de la ciudad y pude ser el concejal de mi distrito de toda la vida [Sarrià-Sant Gervasi]… Echo de menos al equipo, la proximidad con la gente. Una de las experiencias más bonitas que tuve fue la del distrito, porque es más la del día a día. Tomas decisiones de forma más directa y ves el resultado en un tiempo más corto que otras decisiones que, por ejemplo, puedas tomar en urbanismo. Ahora estoy en lo que más me gusta que es la arquitectura y el urbanismo. No solo hago proyectos en la ciudad, sino que puedo seguir participando y opinando desde otra posición.
El actual mandato municipal, que arrancó a mediados de 2019, ha estado marcado, más allá de la pandemia, por el urbanismo táctico del gobierno de Colau. ¿Qué valoración hace del urbanismo implantado y de la repercusión que tiene en la movilidad?
Lamentablemente, llevamos seis años con este monotema sobre el urbanismo. Se ha unido en el tiempo con otros cuatro años de antes [los del mandato de Xavier Trias] en los que veníamos de la smart city. De este concepto pasamos al urbanismo táctico, que hace referencia a las decisiones inmediatas. Muchas veces se traduce en una manera muy personalista de hacer la política. Es un urbanismo más politizado y cortoplacista que nunca. Se busca el efecto inmediato con actuaciones que no son ni reivindicadas por la población ni consiguen un efecto a largo plazo. El urbanismo siempre ha sido táctico, pero éste es el menos táctico de los urbanismos. No responde a una necesidad. En el urbanismo de las grandes ciudades, la característica principal debe ser la cuestión colectiva. No tengo la sensación de que éstas sean unas decisiones colectivas ni que se esté mejorando en nada los problemas generales de la gente. Lo veo un urbanismo decorativo. Hemos convertido el espacio público en una especie de homenaje a la pandemia. La aparición de estos elementos extraños, elementos de protección, de color amarillo…
Se muestra usted muy crítico...
Hemos conseguido que el espacio público, que era el espacio colectivo y de calidad de la ciudad, nos remita a lo provisional, a la emergencia. Creo que es del todo desafortunado. Me gustaría reivindicar el urbanismo de verdad. Hemos caído en la trampa de creer que esto es urbanismo y que el urbanismo solo es para hablar de movilidad. Barcelona tiene una larga tradición en urbanismo, que es mucho más que estas cosas. Hasta hace pocos años lo que era movilidad se asociaba a seguridad. Era un departamento que no tenía nada que ver con proyectar la ciudad. Entre todos hemos caído en ese discurso que tiene que ver con lo inmediato y muy poquito en las soluciones. El urbanismo dentro del Ayuntamiento debe estar al servicio de la ciudad y no en contra. Cuesta muy poco ponerse de acuerdo con los vecinos. Recuerdo que en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi conseguimos actuaciones en tres meses, como bajar las motos de las aceras en la calle de Balmes. Es muy fácil ponerse de acuerdo y hacer cosas útiles. Ahora parece que se trata de generar conflicto. Es una lástima.
¿Qué es una superilla?
El concepto superilla tiene más de 70 años de historia. Tenía que ver con quitar el tráfico interior en cascos antiguos que no estaban diseñados para acoger mucha movilidad, donde no se podía garantizar la seguridad de los peatones por su convivencia con vehículos pesados. La antigua Vila de Gràcia, Sarrià o el casco antiguo del Poblenou son ejemplos de espacios que se han pacificado para garantizar un entorno seguro en zonas donde hay una vida peatonal importante y en las que el vehículo no tiene cabida. Con los años, el concepto de superilla se ha entendido como una estrategia de pacificación que se confunde con una expulsión un poco indiscriminada del vehículo privado. Por ejemplo, en el Eixample, donde la expulsión del vehículo privado y una sobregeneración del espacio público no tiene ninguna demanda ni sentido.
En el Eixample hay un proyecto de superillas para eliminar el vehículo motorizado de las calles del Consell de Cent, Borrell, Rocafort y Girona.
El Eixample no es tan homogéneo como parece. Dar prioridad al peatón en algunos espacios no significa peatonalizar. Si alguna cosa hemos aprendido es que en esta ciudad está todo inventado. Los servicios técnicos municipales son la mejor escuela que podemos tener los urbanistas. Los zonas 30 tienen 20 años y consiguieron reducir la velocidad. Necesitamos una ciudad adaptativa.
¿Qué balance hace de la gestión urbanística de Colau?
A Colau le podemos achacar que lleva mucho tiempo sin un modelo urbanístico claro. Barcelona ha sido una ciudad pensada, diseñada y desarrollada durante mucho tiempo, pero desde hace una década hemos perdido la idea de hacia dónde vamos. Estamos atrapados en discursos que superan la escala de la ciudad, obsesionados con atender cuestiones globales, y hemos sacado el foco de las necesidades reales de Barcelona. Hemos hablado mucho de movilidad sin solucionar absolutamente nada. Mi diagnóstico es que no estamos proyectando la ciudad, no tenemos un plan de futuro porque estamos en el mundo de lo global, de la sostenibilidad y de las emisiones. El urbanismo no ha aterrizado, no lo hemos visto desde antes de 2015. A los comunes el urbanismo les preocupa poco. No es un tema prioritario, más allá de ser un generador de titulares.
¿Barcelona está mejor o peor que en 2015 en otros temas como seguridad, vivienda....?
Barcelona está peor. Hemos sufrido los efectos negativos de muchas cosas inesperadas como el atentado en la Rambla y también el proceso independentista, que nos ha marcado absolutamente. Yo he vuelto a mis proyectos urbanísticos de edificación y cualquier promotor privado tiene muy claro el diagnóstico: Colau y el independentismo han frenado cualquier iniciativa para la ciudad. Barcelona cada día es más pequeña y provinciana. Ha dejado de ser un referente de modernidad, de innovación, de urbanismo, de empresa. Nos hemos aislado y desde el Ayuntamiento se ha proyectado una ciudad antipática. Con el Mobile World Congress, con el turismo... Barcelona era creativa e imaginativa y ahora hemos caído en un urbanismo que solo regula o prohíbe, pero no propone.
¿Colau es una buena gestora para abordar los problemas actuales de Barcelona?
Yo no veo a Colau. No sé si es o no una buena gestora, pero veo muy poco a Colau. Era un perfil político que se exponía bastante, que le gustaba lo mediático. Tengo la impresión de que está desaparecida. No sé si es por un tema de sucesión política en su partido u otro motivo. Está ausente.
¿Janet Sanz manda en la sombra?
Je, je. No, no. Me sorprende la situación. Su formación política surgió como respuesta a unos movimientos sociales, como el 15M. Tenía un perfil de proximidad total y absoluta a la realidad y a los extractos sociales que más necesidades tenían. En un momento de crisis global como el actual, de algún modo sorprende que se esconda o no dé respuestas. Veo un sobreesfuerzo de mi excompañero Jaume Collboni por dar respuestas a muchas cuestiones y veo muy poquito a Colau. Insisto que no sé exactamente a qué responde.
¿Qué opinión tiene de Janet Sanz?
Tengo muy buena opinión [ríe] de Janet Sanz, aunque no coincidamos ideológicamente prácticamente en nada. Me parece extraña la situación de los comunes en el Ayuntamiento y esa desaparición de Colau.
¿Usted cree que Colau puede repetir como alcaldesa para un tercer mandato o ve usted más a Janet Sanz?
No tengo ni idea. No tengo ninguna información y como puede suponer no tengo mucho interés. Ya se puede imaginar a quién quiero en 2023 de alcalde [en referencia a Collboni]. Barcelona en Comú es una formación política que pende de una persona exclusivamente. Es una formación nueva, a pesar de que tenían unos socios con una tradición, en la que debe ser difícil de gestionar un horizonte cuando esta persona ya no esté. No sé quién se postula o se deja de postular, pero de la potencia de Colau no veo a nadie más, en el sentido político y en este sector ideológico.
Usted estando en el gobierno comparó la Sagrada Família con una mona de Pascua. ¿Le sigue pareciendo un desastre a nivel arquitectónico?
Lo extraño es que este debate no se haya producido antes. ¿Cómo puede ser que en la ciudad se esté construyendo una mole como ésta de la que no hay planos ni tiene licencia urbanística? ¿Usted conocía alguna otra situación en la que se haya podido levantar un edificio de tales dimensiones sin planos o sin que la administración tenga constancia de hacia dónde va? No tenía sentido que esa irregularidad urbanística estuviese justificada en el nombre del patrimonio cuando ni siquiera estaba catalogada. Utilizando el nombre de Gaudí, unos promotores privados montaron su negocio y se sintieron libres de construir lo que quisieron, que evidentemente no era del arquitecto Gaudí. Sin licencia urbanística y sin ningún valor patrimonial, estaban haciendo un poco lo que les daba la gana. El proyecto tiene unas afectaciones tremendas sobre el entorno y sobre los vecinos. El Ayuntamiento tenía que saber hacía dónde iba esa obra y se tenía que compensar urbanísticamente el impacto que genera en el entorno inmediato. Me sigue pareciendo una mona de pascua porque no sigue ninguna lógica constructiva normal.
Turistas fotografiando la Sagrada Família / MA
¿Se imagina tirando los edificios de la calle de Mallorca y València para acabar el paseo que proyecta la Sagrada Família hasta la Diagonal?
No me lo imagino y no creo que lo veamos nunca. Pienso, sinceramente, que fuimos poco valientes cuando se tramitó el Plan Especial. Esta y otras cuestiones, como el acceso a la fachada principal, deberían haber quedado resueltas. Se ha dejado en el aire que haya una escalinata que vuele por encima de la calle y elimine viviendas. ¿Se imagina eliminando viviendas en la Barcelona actual? No lo veo. No creo que eso ocurra. No sé quién sería capaz de acometerlo.
Dani Mòdol, urbanista y arquitecto cree que la Sagrada Familia es una "mona de pascua" / MA
¿Qué opinión tiene del Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos, el PEUAT?
El PEUAT surgía de una necesidad. Estaba claro que había que establecer una regulación sobre el turismo, definir qué modelo turístico se quería en la ciudad y buscar las herramientas necesarias para proyectar un modelo que fuese más equilibrado y beneficioso. La gran duda es si la herramienta para cambiar el modelo turístico de la ciudad tiene que ser el urbanismo. No lo tengo claro. Si de lo que se trataba era de no dar licencias a nuevos hoteles tampoco hubiera sido necesario una regulación como ésta. Y en segundo lugar, en el mismo cajón se han puesto cuestiones completamente distintas, como se ha visto a lo largo de los años con las residencias de estudiantes o con el alojamiento casual que pueda dar algún vecino. Son problemas distintos que se tratan de la misma forma.
Tampoco debe estar muy contento con la negociación política que aprobó el PEUAT.
Si con la herramienta ya no estábamos muy contentos, con la negociación de la herramienta y la aprobación que se llevó a cabo, con un pacto con ERC y la CUP, se desvirtuó completamente el documento. De un documento técnico se hizo un documento político. Es un documento que nació cojo por todas partes. Era inaplicable, pero además se están haciendo modificaciones sobre el documento que eran evidentes, como la reforma de hoteles que implicase una pérdida de plazas. También, a base de sentencias, el Ayuntamiento se ha tenido que ir desdiciendo del documento que se aprobó. Nunca un plan del Ayuntamiento había estado tan judicializado. Era necesaria una reflexión sobre el turismo, pero tengo mis dudas si lo que teníamos que utilizar era una herramienta urbanística o si el acuerdo político acabó convirtiéndolo en un documento Frankenstein inaplicable, como lo está siendo también el destinar el 30% de las nuevas promociones a viviendas sociales. No he sabido ver cuáles han sido los resultados reales de estos planes más que la paralización.
Comenta usted la judicialización del PEUAT. En 2019, el plan fue tumbado por el TSJC y ahora el Tribunal Supremo no ha admitido a trámite el recurso del Ayuntamiento. ¿El gobierno municipal se puede ver abocado a suspender completamente el PEUAT y a afrontar demandas millonarias?
Se puede dar, seguro. Hace poco se han tenido que conceder algunas licencias hoteleras que no se habían dado amparándose en el PEUAT. Seguramente, veremos algunas más. Llegará un momento en el que el plan se tendrá que replantear. Hay un cálculo de los tiempos por parte del Ayuntamiento. Está jugando con los tiempos judiciales para presentar una modificación total y absoluta del PEUAT. Otra vez vamos a ir a remolque de lo judicial en lugar de plantear una mejora del plan en todo aquello que puede estar equivocado.
Usted participó en el primer diseño de Glòries, hace casi 20 años. A finales de este año se pondrán en marcha los túneles viarios. ¿Qué le parece?
Empecé a diseñar la plaza de Les Glòries en 2003. Estuve unos 10 años trabajando en el proyecto. Teníamos claro que era un lugar muy complejo de la ciudad. Es un espacio central geográficamente, también a nivel de infraestructuras. Es un punto de acceso a la ciudad, pero es un espacio muy poco demandado. No había ninguna presión vecinal. Cuando yo estaba, teníamos claro que era un proyecto a 30 años vista. Más que establecer una foto final, lo que teníamos que dar eran posibles caminos de desarrollo. Llegamos a entregar hasta 72 posibles evoluciones distintas de la plaza.
¿Y el proyecto final, cómo lo ve?
Me sorprende mucho toda la parte que tiene que ver con la infraestructura de los túneles. Estamos reduciendo carriles para coches en el Eixample y en cambio estamos acabando una obra que es una autopista de entrada a la ciudad para el vehículo privado. Hay una contradicción. La solución que se adoptó con los túneles es 10 veces más cara que la que habíamos planteado en un inicio. Es una barbaridad. Más allá de eso, Glòries no tenía que ser solo un espacio verde. Tenía que haber más actividad. Es lo que se echa en falta. Si Glòries ya tenía poca vivienda, en el desarrollo sucesivo se ha ido restando techo de vivienda a un entorno que necesita mucha. Glòries va a tener pocos vecinos para el tamaño que tiene.
El PSC ganó en Barcelona en las autonómicas. Estamos a dos años de las elecciones municipales. ¿Usted cree que se ha producido un cambio de tendencia en el sentido del voto y que el PSC pueda recuperar la alcaldía?
Ese es mi deseo. Espero que el próximo alcalde sea socialista. Viví como novato político el que es seguramente el momento más bajo del PSC en Barcelona. Teníamos cuatro concejales, lo que sumaba mucha responsabilidad a la que ya tenía. Creo que fue un momento realmente injusto. No soy de ningún partido, pero el PSC ha sido el partido que ha llevado a Barcelona donde ha llegado. Creo que la gente pide gestión, implicación y proyección de futuro a esta ciudad. Es mejor una fuerza progresista como la que encabeza Jaume Collboni que no otras alternativas. Antes de acabar el mandato, la ciudad ya pide más Collboni y menos Colau. La gente está cansada de experimentos.
¿Ve usted, entonces, a Collboni como candidato socialista en 2023?
Sí, absolutamente.
¿Y cómo alcalde?
Claro.