Antoni Fernández Teixidó (Barcelona, 1952) mantiene toda su pasión por la política. El presidente de Lliures, curtido en mil batallas –exconsejero de la Generalitat, exdirigente de CDC, y del CDS de Adolfo Suárez—quiere ahora centrarse en Barcelona. Un cambio en la alcaldía, con alianzas transversales, que rompan “la dinámica de decadencia”, debe ser el objetivo de la unión del catalanismo que pide rehacer en los próximos meses: “El cambio en la alcaldía de Barcelona debe iniciar la ruptura de bloques en Cataluña", asegura en esta entrevista con Metrópoli.
¿Qué intenta Lliures en este momento, en el que todos los focos están puestos en Barcelona?
Desde la tercera conferencia de Lliures, en 2018, el partido solo ha tenido un objetivo central, el de unificar el catalanismo político, partiendo de una premisa discutible, que ha ocupado a parte de la sociedad catalana: la muerte del catalanismo. Nosotros queremos ser la expresión de lo contrario, de que no ha muerto. Pero ese catalanismo no puede ser un nacionalismo radicalizado, que está vivo, y que responde a deseos interesados y que habla de estado propio. Eso no lo defendemos. Lo que defendemos es servir con lealtad a Cataluña, desde la aceptación de buen grado del compromiso con España. Es el tipo de catalanismo en el que pensamos, que sigue vigente. Unos han decidido asumir el reto del independentismo, y nosotros asumimos la Cataluña autónoma y el compromiso con España. Eso es Lliures.
¿Ese proyecto tiene una demanda en Barcelona y en Cataluña?
Es nuestra convicción política, que exige estar a las verdes y las maduras. Esas convicciones no se modelan en función de la demanda. Responden a la oferta que se presenta. Pero creemos que hay un espacio que ha hecho un balance crítico con el procés independentista y que es crítico con el radicalismo populista de Colau, porque ha degradado Barcelona.
Ese espacio, ¿quién lo puede formar y representar?
Somos conscientes de que Lliures no lo puede cubrir en solitario. De manera que necesitamos alianzas con todos aquellos que tengan claro ese doble balance del que hablaba, y que ha supuesto un camino fatal, en particular el que representa el izquierdismo populista. Es un doble combate que debe asumir el catalanismo político, desde esquemas políticos no de izquierdas, una izquierda que va desde el PSC a la CUP.
¿Barcelona debe ser la palanca de cambio para más operaciones en la política catalana?
Barcelona es la primera palanca de cambio, desde dos vertientes: en el tiempo, porque se convocarán primero las elecciones municipales, y por la propia importancia objetiva de la alcaldía de Barcelona. Tener un poder catalanista desacomplejado desde la capital catalana para Cataluña es fundamental.
¿Qué está en juego?
De forma clara está en juego revertir la dinámica de decadencia de la ciudad. No es una ciudad que camine de forma inexorable hacia la decadencia, porque tiene muchas fortalezas. Hay razones objetivas para creer en ello. No hay motivos para rendirse, pero la ciudad necesita una dirección que ahora no tiene. Necesita un vigor político que no tiene. Barcelona debe mirar hacia delante a partir de su experiencia, dejando atrás la experiencia colauista de la ciudad.
¿Hay decadencia?
La dinámica es decadente, aunque la ciudad tiene todos los mimbres para ser una ciudad de primera fila. Tiene grandes posibilidades, a pesar de los esfuerzos de la izquierda para hacerla provincia y atrasada.
¿En qué elementos, qué indica esa decadencia?
En muchos, en seguridad, en el diseño de la ciudad, en la gestión de los barrios, en el trato a las empresas, en el turismo, en todos los elementos que conforman la ciudad. Todo eso lo ha puesto en entredicho un gobierno de izquierdas, que es antitético a lo que la ciudad necesita.
¿Ve una corresponsabilidad del PSC, que gobierna con Colau?
Tiene una gran responsabilidad, porque no se trata de la primera experiencia. Es el segundo periodo en el que gobierna con Colau y no hemos podido apreciar algo singular que no fuera populismo. El PSC ha quedado prisionero del populismo de izquierdas de la ciudad. Y un dirigente republicano decía hace poco que no entendía cómo era posible que la ciudad no tenga ningún horizonte. Pero es que no hay nadie, ni al volante ni en el coche. Es decir, no hay gobierno ni oposición. No hay nada frente un populismo izquierdista. ¿De verdad no se puede hacer nada desde el independentismo o desde el socialismo para presentar una alternativa?
Usted, al frente de Lliures, avaló la candidatura de Manuel Valls. ¿Cometió un error Valls al facilitar la alcaldía de Ada Colau frente a Ernest Maragal?
Lo primero que debo decir es que me equivoqué yo mismo. Y Lliures, con sus órganos de dirección, por dar apoyo a esa candidatura. Porque de las conversaciones iniciales, del programa, la orientación y los compromisos políticos adoptados al resultado final hay un abismo. Hice lo que tenía a mi alcance en ese momento: la dimisión, porque creí que me había equivocado al apoyar la opción de Valls. La condición inicial era lograr la derrota de Colau, y él hizo alcaldesa a Colau, el populismo de izquierda que no queríamos. Mi valoración sobre Valls es pésima. Y si vemos su trayectoria, mi valoración es perfectamente descriptible, como diría Pla.
¿Se debe buscar un mirlo blanco para la alcaldía de Barcelona?
No hay que repetir errores. La teoría de los mirlos blancos no sirve en política, donde hay que buscar a políticos con oficio, con experiencia, con dedicación y honestidad. Algunas elites descubren mirlos blancos, pero los cambian cada temporada. En nuestro caso, ese espacio catalanista puede encontrar un buen candidato.
¿Se presentará ese espacio político en las elecciones en Barcelona?
Sin duda. Habrá un catalanismo plural, desde la unificación catalanista, desde el no independentismo. Pero será un catalanismo posible, que agrupará todos los matices y se detendrá en el independentismo. Pensamos en expresiones soberanistas y no soberanistas, que puedan convivir, con un programa de gestión, desde el centro, que batallará contra el populismo izquierdista.
¿Se romperá la política de bloques, un acuerdo transversal en Barcelona para llevarlo luego al conjunto de la política catalana?
El alcalde de Barcelona es el preámbulo del fin de la política de bloques en Cataluña. Dicho de otra forma, el cambio en la alcaldía de Barcelona debe iniciar la ruptura de bloques en Cataluña.
Por tanto, ¿la prioridad absoluta es dejar atrás el actual gobierno de Colau?
Ese es el primer objetivo, pero con ello también surge la reunificación del catalanismo, la convivencia entre soberanismo y no soberanismo, que puede ultrapasar las elecciones municipales. La idea es consolidar un proyecto que dé testimonio de que ese catalanismo vive, y como decíamos cuando éramos jóvenes, vive, existe y lucha.
¿En quién podemos pensar, vistas las dificultades entre el PDECat y el PNC y otros partidos como la Lliga o Units per Avançar?
Pensamos en todos los que hacen un balance crítico del independentismo, de la trayectoria de Puigdemont, como Lliures, PDECat, PNC, Convergents, la Lliga Democràtica o Units. Debemos ejercer una gran generosidad y poner en solfa todas nuestras visiones y ver los matices que nos separan. La idea es constituir un gran partido, no un partido de partidos. No la suma de pequeños partidos, sino la creación de un partido nuevo, que recoge la tradición del catalanismo, con nuevos objetivos y estructuras. No pensamos en reeditar viejas experiencias de hace 20 años.
¿Podemos ver al PSC y a Junts per Catalunya colaborando al frente del Ayuntamiento de Barcelona, con el apoyo de esa fuerza catalanista nueva?
Se verá. No lo prejuzgamos. El nuestro será un partido de nueva orientación, pero la política de alianzas vendrá luego. Primero hay que hablar de modelo de ciudad, ahora no es el momento de las alianzas. Pero, en todo caso, no tenemos un esquema previo. Estamos centrados en la definición de la estrategia. Y habrá que lidiar con todas las sensibilidades.
¿Se tendrá un trato distinto con el PSC o con Junts?
Se verá, repito. Hablaremos de programa, pero la orientación está clara, en contra del populismo de izquierda, y no quiero hablar de los posibles cómplices de ese gobierno populista. Hay que cambiar el gobierno de la ciudad. Los ciudadanos barceloneses están avergonzados del tipo de ciudad que se ha instalado, que era de vanguardia, y que ha perdido ambición.
¿Cómo valora las movilizaciones que ha impulsado la plataforma Barcelona es imparable?
Son propuestas valiosas, de gente valiosa, que puede jugar un papel.
¿Habrá una aproximación a su portavoz, Gerard Esteva?
Lo que queremos es que haya diversas iniciativas para crear un frente que pueda ganar las elecciones. Toda ambición que se aleje de la victoria, será un flaco favor. Después, seremos políticos realistas y se verá qué se puede hacer. Pero hay que jugar para ganar. Y con un alcalde o alcaldesa diferente, extender la mano para construir un tipo de ciudad distinta, y con ella otro tipo de país.
¿Y el papel de Foment de Treball y de su presidente, Josep Sánchez Llibre, que ha criticado con fuerza a Ada Colau, pero también ha buscado recomponer las relaciones?
Estoy muy de acuerdo con la campaña que ha realizado Foment, y entiendo la conducta institucional y los contactos que ha mantenido con la alcaldesa Colau. Quiero entender que Foment mantendrá su fuerza y la intensidad de su campaña en contra de la decadencia de la ciudad. No veo razones para que no sea así. Me sorprendería que fuera de otra forma.
Los datos que ofrece el Ayuntamiento sobre la buena evolución económica son buenos. ¿Cómo se deben valorar?
Los elementos positivos que se dan y que afortunadamente son buenos se producen en contra y a pesar de la dirección política de la ciudad. Lo que esgrime el Ayuntamiento va a favor de la potencialidad de la ciudad. Pero es que si remara a favor, a favor de todos los barrios y de todos los sectores y actores de la ciudad, entonces Barcelona sería imparable, sería una de las mejores ciudades europeas.
¿Habla usted del lucro cesante?
Pues sí, se puede llamar de esa forma, de la potencialidad que queda parada por el gobierno municipal. Eso y el espíritu que se ha creado: era una ciudad optimista, confiada y orgullosa y ahora eso ha desaparecido.
¿Qué le diría a los socialistas en ese contexto, como parte del gobierno municipal?
Lo que le digo es que nos dispute la victoria electoral, que dispute al espacio de centro la victoria. No doy ningún consejo, no soy nadie para hacerlo. Pero sería bueno para la ciudad que se produzca esa disputa, entre los socialistas y un centro catalanista. Sería bueno para la ciudad.
¿Erosiona al PSC de Jaume Collboni esa relación?
Me da igual si causa erosión o no al PSC, lo que me preocupa es que erosione a la ciudad. Y creo que sí, que los intereses de la ciudad quedan erosionados por esa alianza tan pobre entre socialistas y colauistas.
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