En pleno corazón de Barcelona, frente al concurrido mercado de La Boquería, un intento de Marilyn Monroe (sólo se salva el característico vestido blanco) saluda en la puerta del Museo Erótico. La figura llama la atención de los visitantes, que se acercan al número 96 de La Rambla para adentrarse en uno de los museos más llamativos de la capital catalana.

Desde su inauguración en 1997, contiene alrededor de 800 obras de arte; esculturas, pinturas, fotografías e incluso películas pornográficas que tienen como objetivo sumergir al visitante en un viaje lleno de erotismo. Sin embargo, lo que pretende ser un museo sensual, termina siendo una experiencia desagradable centrada exclusivamente para turistas.

UN PENE DA LA BIENVENIDA

Decenas de visitantes se concentran en el pequeño pasillo de la entrada del museo y, mientras sacan su entrada, se puede escuchar la risa floja tintineando entre los labios. La mayoría son jóvenes adolescentes que vienen en busca de pasar un buen rato con los colegas y echarse unas risas viendo escenas sexuales realmente vergonzosas que se quedan lejos de ser, cuando menos, eróticas. El museo da la bienvenida con un pene de grandes dimensiones --en el que te puedes subir para hacerte una foto que nunca saldrá a la luz-- acompañado de la figura de dibujos animados Betty Boop, un personaje que muchas niñas adorábamos, pero que una vez creces te das cuenta que es un claro símbolo sexual.

Marilyn Monroe en la entrada del Museo Erótico / GALA ESPÍN

El corto recorrido empieza por una sala con 'máquinas de placer' que parecen sacadas de una película de terror y torturas y que no hay manera de entender cómo funcionaban. El resto, sólo consiste en una colección de cosas supuestamente 'eróticas', como fotos pornográficas antiguas, reproducciones (que no obras reales) de pinturas de Picasso, Dalí o Gustav Klimt, estatuas de la antigua Grecia, juguetes sexuales de todas las épocas... Se podría decir que en realidad el Museo Erótico es más bien un gabinete de curiosidades que guarda un coleccionista morboso en su casa y que, en caso de suscitar algo, como mucho provoca risa floja de no saber dónde ponerse.

Las 'máquinas de placer' del Museo Erótico / GALA ESPÍN

Pero los turistas se lo pasan realmente bien (puede que sea por la copa de cava de bienvenida para ponerse a tono). Eso sí, no les interesa las obras de arte o las pinturas antiguas. Ellos van a lo que más morbo les provoca: las escenas de 'sexo duro' (por decirlo de alguna forma). Fotografías y vídeos antiguos muy explícitos y que los jóvenes miran atentamente. También las salas donde hay penes de diferentes tamaños, donde los más pequeños son los que arrancan las risas de los turistas, que los señalan e incluso tocan (porque sí, además de mirar también se pueden tocar). El colmo llega cuando en el mismo museo hay un fotomatón. En él, se ve a los visitantes que han pasado por el museo con diademas de penes en la cabeza o haciendo caras desagradables.

Penes de diferentes tamaños del Museo Erótico con los que te puedes hacer un 'selfie' / GALA ESPÍN

KAMASUTRA Y SADOMASOQUISMO

El recorrido sigue por la cultura del sexo en Asia. Obviamente está el Kamasutra, cuyas posiciones sexuales (algunas más parecidas a acrobacias) se detallan en la docena de tallas de maderas policromadas y en reproducciones impresas. Del Kamasutra se pasa a la sala del Sadomasoquismo. Un rincón que deja mucho que desear. Una pequeña sala en la que se puede leer un poco sobre la historia del sado –que fue declarado como una enfermedad sexual-- pero en la que también te encuentras con un volumen de 50 sombras de Grey que rompe con toda la seriedad que quiere desprender.

La sala de Sado del Museo Erótico / GALA ESPÍN 

PRIMERA PELÍCULA PORNO 

No puede faltar tampoco el erotismo de la Europa de los siglos XIX y XX. Especialmente la llamativa colección erótica privada del rey Alfonso XIII, con cortometrajes que constituyen los inicios del cine pornográfico español rodados en torno a 1926 en el Barrio Chino de Barcelona. La película porno se reproduce una y otra vez, en bucle, algo que realmente puede llegar a incomodar. Por no hablar de la figura de un supuesto cardenal que no se llega a entender qué hace allí.

La sala con las películas del rey Alfonso XIII del Museo Erótico / GALA ESPÍN

Cuando acabas el recorrido, la tienda de recuerdos, situado justo debajo, parece más una sex shop que de souvenirs del museo. En definitiva, el Museo Erótico es una mezcla entre lo cutre y lo anecdótico, que cojea en el intento de ser una exposición divulgativa e histórica sobre el erotismo en el tiempo. Aunque no se practica sexo, la sensación al salir del museo es de irritación desagradable. Y la broma cuesta 12 euros.

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