Cuenta Raúl (nombre ficticio) que en el pasado un gitano no podía denunciar a un payo (persona no gitana) porque carecía de legitimidad a ojos de la sociedad. “Un gitano siempre era el malo”, señala. Esta circunstancia, fruto del estigma contra la etnia –que perdura con fuerza en la actualidad– es uno de los orígenes de la mediación, utilizada para resolver los problemas de convivencia en esta comunidad. Hace unos días, esta tradición, símbolo del pueblo calé, adquirió su máxima notoriedad en La Mina cuando el Consejo de Ancianos del barrio de Sant Adrià de Besòs puso fin a un conflicto entre el clan Los Manolos y la familia Los Cafeletes.

“Me parece muy bien el pacto. Es bueno retornar a la figura del gitano viejo. Antes funcionaba así. Siempre y cuando represente un bien para el barrio, estupendo”, celebra Paqui Jiménez, desde su bar. Esta veterana vecina, una de las caras más visibles de la lucha por la dignidad de los residentes del bloque Venus, se refiere a los años 90 “cuando cualquier patriarca intervenía” y la situación de tensión se solucionaba. “Se hacían amigos y aquí no había pasado nada”, relata.

LOS VALORES DEL PASADO

Jiménez cree que durante los últimos años los jóvenes han perdido los "valores" del pasado que establecían una relación de respeto hacia los mayores. Esta vez, sin embargo, un mediador consiguió que dos patriarcas, José Salguero Alunda (Los Manolos) y Diego Flores Castañeda (Los Cafeletes), se sentaran para poner fin a los enfrentamientos en forma de tiroteos entre algunos de los miembros de las familias, según avanzaba el digital El Taquígrafo el 4 de enero. La negociación contó con el apoyo de la Federación de Asociaciones Gitanas de Cataluña.

Este viernes, muchos vecinos evitaban valorar el pacto de no agresión alcanzado entre las dos familias. En un negocio de alimentación, vendedora y clientes preferían no pronunciarse. "Eso es cosa de ellos. Nosotros no nos metemos", decía una de ellas. Las tres mujeres coincidían en una idea: respeto mútuo y cordialidad entre las dos comunidades sin preguntar demasiado por los problemas de cada una de ellas. 

 

Busto a Camarón, en la plaza de la Mina que lleva su nombre / PABLO MIRANZO





 

Una reacción similar adopta el Ayuntamiento de Sant Adrià de Besòs, que ve con buenos ojos el pacto alcanzado, aunque evita valorarlo en profundidad. "Nos alegramos de que la situación mejore y se normalice. De que los vecinos puedan estar más tranquilos en el barrio y que no haya tensión" señalan fuentes municipales.

TRÁFICO DE DROGAS Y EXTORSIÓN

En el acuerdo se citan a dos de los detenidos por tráfico de drogas y extorsión durante el operativo de los Mossos d'Esquadra del pasado junio en el que se incautaron varias armas. Uno de los patriarcas promete un "comportamiento ejemplar" por parte de los dos hombres que "se abstendrán de mantener, promover o incitar enfrentamientos con otros miembros del pueblo gitano", dice el texto recogido por el periodista Carlos Quílez.

El 12 de diciembre del 2020 varios disparos retumbaban entre La Mina y el Besòs i Maresme, el barrio barcelonés que colinda con el de Sant Adrià. La policía no encontró a los autores aunque todo apuntaba que se trataba de un nuevo enfrentamientos entre miembros de varias familias relacionado con plantaciones de marihuana.

Etiqueta con un mensaje de amor al barrio / G.A



"Aquí hay mucha libertad para hacer lo que te de la gana como, por ejemplo, coger una arma, porque no hay consecuencias legales", suelta Raúl en una crítica velada a la actuación policial, según el, insuficiente. "Si tienes un coche de 300 caballos, seguramente superarás los 120 km/h en la autopista hasta que veas un radar y frenes. Aquí el radar está apagado", apunta.

PUBLICACIÓN

No es nada habitual que un pacto de estas características se haga público a través de los medios de comunicación. De hecho, Raúl, un vecino criado en el barrio que prefiere mantenerse en el anonimato, explica que la noticia, en especial el enfoque que dio de la noticia una cadena de televisión, no ha gustado en la comunidad. "La publicación ha fomentado más los prejuicios y el estigma hacia el pueblo gitano. Se fomenta el prejuicio de que somos retrógrados y se sacan las cosas de contexto", lamenta.

ETIQUETAS MEDIÁTICAS

Este vecino quita hierro a las "etiquetas" de los medios que, dice, atribuyen una determinada actividad delictiva a toda una comunidad o a una familia entera. En el caso de Los Manolos, por ejemplo, explica que muchos de sus integrantes se dedican al cante. También trabajan en el mercado. Entre Los Cafeletes, muy numerosos en el barrio, hay muchas personas que se dedican a la venta ambulante.

Un trabajador de la limpieza en el barrio / G.A



En el conflicto que originó el citado pacto, ambas familias rechazaron los choques entre sus miembros y les dieron la espalda. Es por ello que Raúl se muestra optimista con el compromiso firmado. "Creo que el pacto se puede cumplir porque la familia no acompañó a los protagonistas durante el conflicto. Creo que la disputa quedará en nada", opina. 

UNA TRADICIÓN

Los acuerdos en La Mina no son nuevos. Son frecuentes, sobre todo, en situaciones que no necesariamente acarrean agresiones con armas de fuego. Es habitual que se produzcan pactos para terminar con las tensiones producidas a raíz de un matrimonio que no ha terminado bien y que provoca discusiones entre miembros de diferentes familias.

Jiménez considera que el respeto hacia la figura de autoridad del "gitano viejo" puede evitar situaciones de destierro de centenares de personas que se han producido en el pasado a raíz de alguna muerte. Ocurrió en 2017 cuando Los Pelúos aceptaron marcharse tras el homicidio de un miembro de Los Baltasares en el Puerto Olímpico de Barcelona. "Hablando todo el mundo se entiende", sentencia.

Un tranvía circula por delante de unos edificios de La Mina / G.A



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