Jóvenes, sanos, alegres y llenos de vida. Así eran Dark y Drako, un american standford y un Braco de Weimar a los que su dueña, Leonella, consideraba como "sus hijos" y murieron envenenados hace poco más de un mes. Los dos canes fallecieron con tan solo dos semanas de diferencia y uno de ellos presentaba un cuadro forense que hizo sospechar a los veterinarios que había sido envenenado.

A sus 21 años, Leonella se encontraba en la mañana del 31 de enero cuando su pareja le llamó. Dark estaba en casa, convulsionando y tirado en el suelo. No se movía. Rápidamente, desde el trabajo de la joven su jefa y ella encontraron un veterinario y su novio salió de casa con él en brazos. "Para cuando llegó al veterinario, su corazón había dejado de latir", relata.

MUERTES REPENTINAS

Apenas dos semanas después, la situación se repetía con Drako. De nuevo le sonó el teléfono. Esta vez, sin embargo, era su compañero de piso. "Drako está muerto", escuchó al descolgar. El perro se había puesto a tomar el sol en el salón, se durmió y "no volvió a levantarse". Para cuando se dieron cuenta, ya comenzaba a afectarle el rigor mortis. Dark y Draco tenían solo tres y dos años

Cuando Dark murió, Leonella no quiso hacerle la autopsia. "Me dijeron que creían que había sido un fallo al corazón, aunque solo le examinó superficialmente una enfermera, y compré esa versión", explica. Y añade: "No quise hacerle la necropsia porque era mi niño consentido, me dolía pensar en él abierto en una camilla", por lo que "pedí que lo incineraran".

"Me arrepentiré toda la vida de esa decisión, porque hasta mi veterinario de confianza me dijo que le parecía raro que le fallara el corazón a un perro sano, joven, y que había pasado por operaciones en las que se le había anestesiado sin ningún problema". Ese mismo 'error' no lo cometió de nuevo con Drako. La necropsia reveló una alta probabilidad de envenenamiento. "Tenía el ano dilatado, los vasos sanguíneos oculares rotos, sangre en la cavidad abdominal y otros síntomas que apuntaban al envenenamiento".

Leonella relata a este digital que "no se podrá perdonar jamás" no haber detectado los síntomas a tiempo. "Como estaba tan unido a Dark, vimos que estaba más bajo de ánimo, más caído, pero pensábamos que era por el sentimiento de pérdida", argumenta. "Todavía tengo las cenizas de ambos en la mesita de noche. Cuando me siento mal les hablo y eso me reconforta. Cuando murieron, me pasé meses entrando en casa con cuidado para evitar que salieran. Tardé en asimilar que ya no quedaba nadie para recibirme", lamenta. No obstante, "daría lo que fuera por volver a verlos y a abrazarlos una vez más", se sincera.

Dark, uno de los perros envenenados de Leonella, durante un paseo / CEDIDA

Tras el fallecimiento de los canes, el ambiente del piso se hizo mucho más pesado. En la casa conviven cuatro personas que son dos parejas. Relata que hacían mucha vida compartida e incluso sacaban juntos a los perros a pasear, entre otras actividades. Desde la muerte de Dark y Drako, ambas parejas se han recluido por el dolor de la pérdida en sus respectivas habitaciones. "El piso se me hace enorme, lo siento vacío", detalla.

Poco a poco, Leonella está volviendo a recuperar la rutina. A pesar de ello, todavía intenta retrasar lo máximo posible el volver a casa. "Prefiero quedarme sentada en un banco del parque en el que los sacaba a pasear y ponerme a llorar", se aflige.

AVISANDO A LOS VECINOS

En las últimas semanas, ha estado avisando a todos los vecinos de Sant Adrià de Besòs con los que se ha encontrado -y que tienen perros- para avisarles de que extremen las precauciones. Varios vecinos, comenta a este medio, sospechan que el responsable de estas muertes podría ser un hombre que vive en la avenida de les Corts Catalanes de la localidad metropolitana y que se ha quejado de la presencia de los perros reiteradamente, aunque no hay ninguna prueba que sustente, por el momento, dicha teoría.

Drako, uno de los perros de Leonella que murió por envenenamiento / CEDIDA

En cualquier caso, espera que el responsable de la atrocidad que acabó con la vida de sus dos mascotas "pague por la pérdida tan importante" que ha sufrido. Pide también al ayuntamiento de la localidad que aumente las medidas de higiene y que esté más alerta. Por su parte, se plantea colocar carteles por las calles para alertar a los dueños de otros perros.

"La gente no sabe la importancia emocional que tienen nuestras mascotas. Tengo la sensación de que cuando muere un perro a nadie le importa", reclama.

OTROS CASOS

El de Leonella no es el único caso. En las últimas semanas, Metrópoli ha podido conocer casos como el de Eric, un vecino de Sant Andreu que perdió a su perra, Dory, en circunstancias similares. Asociaciones caninas de Barcelona y vecinos de varios barrios de la capital catalana han puesto el grito en el cielo para pedir que frene una oleada de violentos asesinatos o de intento de los mismos.

Alimentos con trampas utilizadas en Barcelona para matar perros / RR.SS

Tan es así que se han producido avistamientos en varias zonas de unas pastillas azules que, sospechan, podría tratarse de raticida u otra clase de tóxico, pero también se han visto salchichas rellenas de tornillos, croquetas o albóndigas rellenas de clavos, etc. que aparecen en las calles de la capital catalana con el único propósito de dañar y, en última instancia, matar a los perros.

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