Una experta en el hecho metropolitano, una realidad que las distintas administraciones en España, y en buena parte de Europa, se sigue ignorando. Es Mariona Tomàs, profesora de Ciencia Política y miembro del Grupo de Investigación de Estudios Locales (GREL) de la Universidad de Barcelona. Es doctora en Estudios Urbanos por el Instituto National de la Recherche Scientifique du Québec, y acaba de publicar Metrópolis sin Gobierno, la anomalía española en Europa (Tirant Humanidades). Su posición es clara: las realidades deben traducirse en un reconocimiento institucional, pero ¿cómo? La de Barcelona le lleva a afirmar que todo depende de los propios alcaldes, que en cuestiones como el medio ambiente o la vivienda no quedará otra que colaborar de forma más estrecha, y que, de hecho, “será la propia emergencia climática” la que exigirá nuevas fórmulas institucionales. “Todos ganan si la Barcelona metropolitana llega a los cinco millones de personas”, asegura en esta entrevista con Metrópoli.
La cuestión es que sólo en Barcelona se ha pensado en términos metropolitanos, aunque quede mucho por hacer. Tomàs explica cómo en el conjunto de España el hecho metropolitano ha quedado arrinconado. “La realidad metropolitana es un concepto que no está en la mentalidad de las instituciones, ni en el Instituto de Estadística. No se lee el territorio en clave metropolitana, y sólo se piensa en la provincia y en el municipio. Lo que ha ocurrido es que quien tiene la competencia para ese desarrollo supramunicipal es la comunidad autónoma y está no ha tenido ni tiene incentivos para crear esas entidades metropolitanas”.
Pero, ¿qué se entiende por esa realidad metropolitana? La definición, como señala Tomàs, la ofrece Eurostat, la oficina de Estadística de la UE. Se trata de áreas urbanas funcionales, que están conectadas por la movilidad en relación con los puestos de trabajo. A esta experta le gustaría otra definición, porque “se deja de lado las relaciones por ocio o cultura, por ejemplo”, pero, en todo caso, “es lo que señala Europa”. Y bajo esa etiqueta en España existen “70 áreas funcionales, 45 de ellas grandes y otras menores, con distinciones que yo no veo del todo, como la diferenciación entre Reus y Tarragona, por ejemplo”.
Hoy la concienciación sobre el medio ambiente lo cambia todo, o lo debería cambiar, a juicio de Mariona Tomàs. “Para el hecho metropolitano el tema del medio ambiente es principal, porque la contaminación se expande, si haces una zona de bajas emisiones ésta debe tener una dimensión metropolitana”, señala, en consonancia con la petición del alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, para ampliar el área metropolitana de Barcelona, a través del AMB, precisamente para cuestiones como el medio ambiente, con la idea de que los alcaldes, de forma individual, no aprueben ordenanzas sin un consenso metropolitano previo.
La otra gran cuestión es la vivienda, después de comprobar que el auge del turismo ha llevado a una subida de los precios, expulsando a población de Barcelona, que llega al área metropolitana forzando, a su vez, precios más altos en esas zonas. Cuando se le pregunta a Tomàs sobre la actitud de los alcaldes, siguiendo la idea que ha lanzado Collboni, señala de inmediato que no todo es blanco o negro. “Las comunidades autónomas quisieron consolidar su poder en los años ochenta, y es cierto que fue Jordi Pujol quien acabó con la Corporación Metropolitana de Barcelona en 1987, en esa oposición a los planes de Pasqual Maragall, pero tampoco querían muchos alcaldes ese hecho metropolitano, y por ello fue imposible implementarlo. Ahora, también es cierto, que ya han pasado casi cuarenta años, la realidad sigue existiendo, pero no hay las herramientas necesarias”.
Las broncas políticas han sido constantes para impedir esos órganos supramunicipales. Tomàs recuerda los intentos en Vigo, o en Valencia. Madrid tampoco pudo ni supo consolidar una corporación metropolitana. Y la cuestión es que en España sólo se ha institucionalizado en Barcelona, con la AMB, reinventada en 2010.
¿Quién gana y quién pierde con esas instituciones metropolitanas? “No es una suma cero, es un win win. Sin políticas metropolitanas todos salen perdiendo, los alcaldes y también los gobiernos autonómicos, a los que les cuesta leer esa diversidad territorial. Al Estado también le cuesta, porque no sabe o no quiere flexibilizar la idea de provincia. Hay una visión uniforme del territorio. En Barcelona lo que se ha hecho es cosas sobre la marcha, a partir de los residuos, del transporte, de la promoción económica. Se coordinan determinados ámbitos, pero son políticas fragmentadas, sin visión de conjunto. En todo caso, está claro que “todos ganan si la Barcelona metropolitana llega a los cinco millones de personas”.
Aparece en la conversación un hecho tangible: la ATM, la Autoridad Metropolitana del Transporte, que ha ofrecido identidad metropolitana con la tarifa integrada de transporte público. La T-10 ha obrado el milagro, más que muchos discursos metropolitanos. Tomàs lo tiene claro: “Es inapelable, hay un antes y después de la integración tarifaria. Pero es que el transporte es básico, y hay que tener en cuenta que quedan municipios fuera de la ATM. En todo caso, está claro que es un paso importante".
Collboni ha abogado por extender el AMB a un territorio que llegaría hasta el Vallès, con algo más de cinco millones de personas. Tomàs señala que hay una realidad, ya desde la edad media, que recoge Barcelona y lo que ahora es, con algunas diferencias, el AMB. Pero se trata de un territorio “más plural del que pensamos”. No es sólo la ‘Barcelona del Metro’, porque hay municipios donde no llega. En cambio, “Rubí no está en el AMB, pero forma parte de forma clara de la metrópolis, de la trama urbana”. La sensación de muchos de estos municipios, a juicio de Tomàs, es que han salido perjudicados, porque el AMB ayuda a muchos ayuntamientos. Se preguntan quién les debe dar respuestas, porque la Generalitat “está ausente del debate metropolitano”, y, por ahora, tampoco están incluidos en el AMB.
Y llega la pregunta, la que se preocupa por la cuestión territorial en el conjunto de Catalunya. Si se llega a una Barcelona amplia, con servicios compartidos, que integra a 5,2 millones de habitantes, ¿qué papel le corresponde a la Generalitat, en una Catalunya que está a punto de llegar a los ocho millones de personas? “Está claro que si piensas en una escala de cinco millones, debes pensar en la de ocho millones, en cómo articular esas realidades. Y aquí entra la Generalitat, y por eso es tan complicado llegar a implementar esa realidad supramunicipal”.
Lo que queda en la retina y en el recuerdo colectivo es que la ordenación del territorio es una asignatura pendiente, con muchos fracasos. “Se disolvió la Corporación Metropolitana en 1987, se crearon las comarcas, se quiso reducir el número de municipios, con el llamado Informe Roca, se eliminó el consejo comarcal de Barcelona, pero no se ha ordenado de forma real el territorio”.
Entonces, ¿se debe modificar el AMB para integrar a más municipios? “Si los alcaldes quieren, se podría ampliar. Poder se puede hacer. Lo que sucede es que cuesta mucho poner en marcha proyectos metropolitanos más allá de las necesidades individuales. La Generalitat debería entrar y aportar una mirada más global, pensando en las desigualdades que se han creado, por ejemplo si pensamos en Girona respecto a Salt. Se trata de pensar en todo el territorio”, señala Tomàs.
¿Cómo? “El AMB tiene potencial, con convenios entre los ayuntamientos y el AMB para ceder competencias, empezando por la movilidad, por las ordenanzas sobre áreas de bajas emisiones. Requiere su tiempo, y una regulación, pero se puede hacer. Lo que se debería entender es que esto beneficia a todo el mundo, que tu municipio no está aislado, que necesita equipamientos como depuradoras, tratamiento de residuos. Y es cierto que es un salto que no es natural, ni aquí ni en otros sitios”.
Tomàs ha estudiado las otras realidades europeas. Con algunas diferencias, el hecho metropolitano ha dado un salto en Francia, con Lyon como ciudad aventajada. También en Italia, con Turín y Milán. Y en el Reino Unido con Manchester y Liverpool, además de Londres, con la elección directa de alcaldes metropolitanos. En los tres países se asumen mayores responsabilidades con incentivos económicos, y con una coordinación con el poder legislativo.
Pero lo que apunta esta experta guarda relación también con la desigualdad. “Hay más desigualdad en Madrid que en el área metropolitana”, asegura, al precisar que los ayuntamientos metropolitanos se han preocupado de sus periferias. Mientras que en Madrid se integraron municipios, con una extensión de 600 kilómetros cuadrados, en Barcelona la existencia de municipios en sus alrededores –toda el área metropolitana ocupa también unos 600 kilómetros cuadrados—posibilitó que éstos “cuidaran sus barrios, sus puntos más débiles”.
Sin embargo, esa lógica se está deteriorando. “Sucede que se ha creado un eje, el del Besòs, que se ha distanciado, que está más desequilbrado. Ya no se trata de un barrio de Santa Coloma de Gramenet o de Sant Adrià, es todo el eje del Besòs, donde se concentra la desigualdad. El plan de barrios del AMB puede estar bien, pero se necesitan políticas sociales globales”, añade Mariona Tomàs.
Los órganos supramunicipales, por tanto, tienen su papel. Y, de hecho, todas las instituciones. El problema, a juicio de Tomàs, es que no hay un orden claro, ni la conciencia de que las cosas deben cambiar. “Se deben construir mecanismos de distribución y todo pasa por el equilibrio territorial. No puede ser que siete millones de personas se apelotonen alrededor de Barcelona. Creo que, de hecho, la respuesta nos la dará la emergencia climática. Nos obligará a desarrollar producciones de alimentos distintas y una economía circular. Deberemos racionalizar todo esto. Y parece que no hacemos caso de las señales que tenemos. No podremos elegir. Reaccionaremos a partir de esa emergencia climática”.
Entonces, ¿cómo vivir en Barcelona, sólo estará permitida para quien se la pueda pagar? “Depende todo de cierto estilo de vida, de cómo te muevas. Tal vez no quieras vivir con un aire tan deteriorado. Pero idealmente no debería ser así, no puede ser una ciudad sólo para quien se la pueda pagar. En todo caso, también se podría hacer otro ejercicio, y es que el área metropolitana, en toda su globalidad, puede ser tan interesante como Barcelona. Todos los municipios tienen cosas especiales. Lo que se debería impedir, creo, es que se deje a la gente marginal, y eso en el nivel educativo está pasando”.
Porque, ¿Barcelona será para la gente mayor, para la gente joven profesional con muchos posibles? ¿París será una ciudad para mayores, o para jóvenes? “Las ciudades, por definición, son mezcla. Si no la tienen ya no son ciudades. Son espacios de libertad, donde se rompen las normas. Al principio daban miedo, porque suponían todo eso. La modernidad pasa por la ciudad y la mezcla. Si fuerzas especializaciones, esa mezcla deja de existir y las ciudades estarán repletas de bares para jóvenes, con comercios especializados. Creo que lo ideal sería no acabar en esa especialización”.
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