Sant Pol de Mar / Foto: Catalunya.com

Sant Pol de Mar / Foto: Catalunya.com

Gran Barcelona

Es oficial: el pueblo de moda para veranear a menos de una hora de Barcelona con tren directo y calas tranquilas

Sus casas blancas y su ambiente sereno dibujan un paisaje de postal mediterránea que parece detenido en el tiempo

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Escapar del bullicio de la ciudad condal no siempre implica largos desplazamientos. A tan solo una hora de Barcelona, entre Mataró y Calella, se encuentra Sant Pol de Mar, un encantador pueblo marinero que sigue conservando su autenticidad frente al crecimiento turístico de la costa catalana.

Este pequeño tesoro del Maresme combina tranquilidad, paisaje, patrimonio y gastronomía con un aire pausado que lo convierte en el destino perfecto para quienes buscan desconectar sin alejarse demasiado.

Vistas panorámicas de Sant Pol de Mar

Vistas panorámicas de Sant Pol de Mar Metrópoli Abierta

Sus casas blancas, sus calas poco concurridas y su ambiente sereno dibujan un paisaje de postal mediterránea que parece detenido en el tiempo.

Un pueblo entre el mar y las colinas

Situado entre suaves colinas que caen hacia el mar, Sant Pol de Mar sorprende por su equilibrio entre naturaleza y urbanismo tradicional.

Su núcleo histórico está formado por callejuelas estrechas, fachadas encaladas y la silueta inconfundible de la iglesia de Sant Jaume, de estilo gótico, que se alza como guardiana del pueblo.

Pasear por sus calles es una experiencia en sí misma. Desde los muros encalados hasta los detalles florales en los balcones, cada rincón parece pensado para ser disfrutado con calma.

Playa de Sant Pol de Mar

Playa de Sant Pol de Mar AJ SANT POL DE MAR

La ermita de Sant Pau, del siglo XI, es otro de los lugares imprescindibles: situada en lo alto del municipio, ofrece vistas panorámicas que combinan el azul del Mediterráneo con el verde de la vegetación costera.

Calas tranquilas y arquitectura con carácter

Una de las joyas más valoradas de Sant Pol son sus calas. A diferencia de otras playas del Maresme, aquí el ambiente es más relajado, sin grandes aglomeraciones.

Cala Grossa, por ejemplo, es perfecta para un baño tranquilo o una jornada de relax junto al mar. La arena dorada, el agua cristalina y el entorno natural invitan a quedarse horas.

Además, el pueblo esconde ejemplos notables de arquitectura modernista, como Can Planiol, en la calle Abad Deas, una vivienda de época que refleja el esplendor estético de principios del siglo XX.

Estas piezas del patrimonio local aportan aún más valor a un destino que equilibra lo cultural y lo sensorial.

Gastronomía con estrellas y sabor local

La tradición culinaria de Sant Pol ha dejado una huella profunda en la alta cocina catalana. Aquí nació el mítico restaurante Sant Pau, dirigido por la reconocida chef Carme Ruscalleda, que llegó a tener tres estrellas Michelin.

Una de las calas de Sant Pol de mar

Una de las calas de Sant Pol de mar Unsplash

Aunque el local cerró en 2018, su legado gastronómico permanece en la identidad del pueblo y en sus actuales propuestas culinarias.

Hoy, varios restaurantes locales continúan apostando por productos frescos, recetas marineras y una cocina que, aunque más accesible, mantiene el cuidado y la excelencia como banderas.

Cómo llegar a Sant Pol de Mar desde Barcelona

Acceder a este rincón costero es sorprendentemente fácil. En coche, solo hay que tomar la autopista C-32 en dirección norte y salir por la salida 117. Desde allí, en pocos minutos se llega al centro.

Quienes prefieran el transporte público pueden optar por el tren de Rodalies línea R1, que conecta Barcelona con Sant Pol en poco más de una hora.

Durante el trayecto, el tren recorre buena parte de la costa del Maresme, ofreciendo vistas inigualables del Mediterráneo.

Un refugio con sabor a veraneo de siempre

Sant Pol de Mar es mucho más que un destino turístico; es una experiencia sensorial que combina tradición, paisaje y descanso.

Aquí no hay prisas, ni masificaciones. En su lugar, se respira un ambiente familiar y cercano que invita a pasear sin rumbo, a comer frente al mar o a perderse entre calles silenciosas donde aún se escucha la voz de sus habitantes.

Un lugar ideal para redescubrir el placer de lo sencillo, tan cerca y a la vez tan lejos del ritmo frenético de la gran ciudad.