El Aquàrium de Barcelona estuvo al borde del desastre el 16 de enero cuando los operarios de Inneos Britannia, uno de los seis equipos que competirán en la Copa América el año próximo, cortaron el cable que le suministra fluido eléctrico.
Quienes causaron la avería asumieron la responsabilidad y se comprometieron a solucionarla. Pero pasaban las horas sin noticias, por lo que el Aquàrium montó un pollo con amenazas judiciales incluidas contra la Copa América. No solo tuvo que cerrar sus puertas, sino que veía en peligro inminante los 11.000 peces que guarda en sus piscinas.
Me imagino a los técnicos de Inneos llamando a Endesa para notificar el accidente, los veo hablando con el autómata que recoge los avisos y atiende a los clientes rojos de ira por la impotencia mientras el Puerto de Barcelona se lavaba las manos limitándose a apuntar a la distribuidora.
Dos meses después de ese incidente, del que nos hemos enterado ahora, los vecinos de la plaza Sagrada Família vivieron una experiencia similar. A las 14:30 del viernes 17 de marzo se fue la luz en un sector de la zona. El robot de Endesa, tras preguntar por el distrito desde el que llamaba el afectado, comunicaba que no tenía notificación de averías.
También informaba que la única solución pasaba por llamar a un electricista autorizado, cuyo contacto podía facilitar, que cobraría 82 euros en efectivo por el desplazamiento. Todos los clientes que llamaron obtuvieron la misma respuesta durante las tres primeras horas: a partir de las cinco de la tarde largas, la distribuidora se dio por aludida y anunció que antes de las nueve se habría restablecido el servicio.
La camioneta de una UTE llegó a la esquina de Provença con Sicília para reparar el armario eléctrico donde estaba el origen del corte de suministro. El armario había sido derribado unos diez días antes en un acto de gamberrismo y desde entonces permaneció aislado por una cinta amarilla del Ayuntamiento de Barcelona para que nadie tocase los cables del cuadro eléctrico que habían quedado a la intemperie.
La avería no se reparó hasta las 3:30 de la madrugada del sábado, 13 horas después. El fluido se suspendió luego a media mañana para restablecerse definitivamente poco antes de las dos de la tarde.
Endesa sostiene que no tuvo noticia del vandalismo que había sufrido su caja de distribución hasta las cinco de la tarde de aquel viernes; que el ayuntamiento no le había avisado. Se ignora cómo pudo enterarse el robot, quizá gracias a un simple resorte, o sea que cuando las llamadas de los perjudicados superaron el medio centenar, por ejemplo, saltó la alarma y alguien dedicó unos minutos a supervisar el servicio en la zona.
La mecanización cada vez más intensiva de todo tipo de servicios, especialmente los de atención al público, supone un ahorro para las empresas, pero no mejora su calidad y retrasa la solución de los problemas como sucedió en Sagrada Família y probablemente en el Aquàrium. En el primer caso con el agravante de que el cableado de media tensión estuvo al alcance de cualquiera a escasos 30 metros de un colegio, el Institut Escola Sicília, durante una decena de días.