Comienza el año, uno de los más políticos de los últimos tiempos. Los comicios electorales ofrecen resultados, pero lo decisivo llega después, cuando se forman los gobiernos. Y eso se ha convertido en algo cada vez más complejo, con muchas derivadas y con conexiones que van más allá de la administración concreta que se dirime. En el caso del Ayuntamiento de Barcelona ha llegado la hora de la verdad, pero esa afirmación no implica que se logre un gobierno de coalición en pocas semanas. Se podría demorar unos meses, hasta que el PSC calibre con precisión qué tiene entre manos.

El alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, inicia el año sin los presupuestos aprobados. Por una parte, es una buena noticia: los primeros meses del año servirán para contener el gasto, después de constatar que algunas partidas, en el anterior mandato, fueron muy generosas. Una de las preocupaciones en el consistorio se centra en TMB, y en la necesidad de rehacer las cuentas, una vez superada la pandemia del Covid. Pero también tiene una cara B: un ayuntamiento debe tener unos nuevos presupuestos y establecer prioridades en las inversiones y marcar un proyecto de ciudad. Y Collboni ha asumido que buscar el acuerdo con una determinada fuerza política sobre presupuestos implica negociar también su entrada en un gobierno de coalición.

Pero la decisión tiene un componente que trasciende las fronteras del municipio. Los socialistas, --circunstancias de la vida política catalana--, se encuentran en el centro de todos los posibles gobiernos en los próximos años. Gobiernan en el Ayuntamiento, y pueden hacerlo en poco menos de un año en la Generalitat. Sin embargo, necesitarán, en los dos lados de la Plaça Sant Jaume, un posible socio. ¿Debe ser el mismo?

Esa es una de las primeras preguntas que deberá responder Salvador Illa, el primer secretario del PSC, en comunión con Jaume Collboni. La tentación es que no tiene por qué ser el mismo. En Barcelona –inclinación cada vez más comentada—se puede buscar un acuerdo con ERC, que permita, luego, bascular hacia JxCat y los comunes. Y en la Generalitat se podría buscar el concurso de Junts, que dan señales de que aterrizan ya de forma definitiva hacia el gobierno sensato en las instituciones.

Jugar con estrategias es siempre arriesgado. Pero en los próximos tres meses el PSC deberá tomar decisiones. El posible acuerdo con JxCat, el partido de Xavier Trias, en el Ayuntamiento de Barcelona, tiene un problema: ¿a pocos meses de las elecciones autonómicas los socialistas están en condiciones de ofrecer la mitad de un gobierno municipal a Junts? Y al revés: ¿Puede el partido de Carles Puigdemont inclinarse por los socialistas en Barcelona cuando es consciente de que Salvador Illa es hoy el que tiene más números para ganar las elecciones en Catalunya?

Al final, como se ha comprobado en la política española, triunfa una idea más simple: la de esperar “el resultado de los quesitos”. Es un comentario que se comparte en distintas formaciones municipales. En la noche electoral se verán los “quesitos” de cada uno, es decir, los resultados en forma de diputados. Y se sumarán en una dirección y en otra. Si la suma da para formar un gobierno en la Generalitat, con Salvador Illa al frente, se ejecutará. ¿Con quién? Hay que esperar el resultado de esos “quesitos” –los porcentajes que se colocan en un gráfico como porciones de un queso.

Una vez se ha roto la política de frentes en Catalunya, con el PSC en el centro, todo es posible. Lo que está en juego --¿alguna vez no fue así?-- es el poder. Y el jugador mejor situado es el PSC, que seguirá esperando su mejor opción en Barcelona hasta que se entienda que debe ya exhibir una carta sobre la mesa.