Antes que nada, debo decir que prefiero un ayuntamiento dirigido por Jaume Colboni y una Generalitat al mando de Salvador Illa que ver a ambas instituciones a las órdenes de algún destacado representante del lazismo. Institucionalmente, ambos políticos han contribuido a la normalidad y se han acabado los feos a la monarquía (no recibir al rey en Barcelona, pero luego apuntarse al papeo de rigor) y esa actitud permanente de chincha y rabia que se gastaban los comunes y los de JUNTS y ERC. Pero siguen imperando unas ganas de quedar bien con los adversarios que, francamente, no sé muy bien a qué vienen.

Ayer me entero de que Illa va a ceder al sablazo de los gorrones de La Bressola, y que incluso pretendía aumentar la contribución catalana a ese negocio francés que parece que no funciona muy bien y al que ERC otorgaba generosamente 650.000 de nuestros mejores euros. 800.000 pavos pretendía soltarles Illa, aunque no va a poder por asuntos presupuestarios y los de La Bressola se van a tener que conformar con los 650.000 de rigor.

Ahí se ha perdido una oportunidad de marcar distancias con la administración de Aragonès y de dejar bien claro que Cataluña no está para sablazos patrióticos: si La Bressola no es rentable, que la chapen, pues ello demuestra que el interés por el catalán en la Cataluña Norte (donde se vota en masa a Marine Le Pen) es harto discutible. Pero ya se sabe que los sociatas siempre tienen que sobreactuar en su catalanidad (ese viejo síndrome de Estocolmo arrastrado desde los tiempos de Pujol) y que encuentran compatible cascarse el desfile del día de la fiesta nacional con financiar fábricas de separatistas.

Hoy me entero de que Jaume Collboni, siguiendo el ejemplo de su líder natural, se dispone a soltarle 400.000 euros a EL PLURAL, chiringuito sobre nuevas masculinidades alumbrado por Ada Colau en 2021 y al que se apuntaron en su primera edición la friolera de veintidós personas (aunque la cosa fue mejorando y el año pasado llegaron a 554).

Este centro de reeducación para hombres que dejan bastante que desear (¿han oído hablar de la masculinidad tóxica?) también se encarga, claro está, de asuntos LGTBI y aporta una fuerte carga feminista.

Todos los tópicos de los comunes se dan cita en EL PLURAL, una de cuyas misiones es “la revisión crítica de la propia masculinidad” (se agradece, supongo, la presencia de hombres blancos heterosexuales dispuestos a echarse la culpa de todo lo que va mal en el mundo en general y en Barcelona en particular).

Tengo la impresión de que nos hallamos ante el típico chiringuito inútil de nuestra izquierda más desnortada, delirante y monjil, muy dada a meterse en asuntos que, en mi opinión, son competencia de la policía y de los jueces.

Y Collboni tenía una excelente oportunidad de chaparlo o, por lo menos, de dejar de aplicarle respiración financiera asistida. Sobre todo, si tenemos en cuenta que está a matar con los comunes, que se resisten a aprobarle los presupuestos. Pero parece que en Cataluña hay sinergias no muy fáciles de entender (aún estamos esperando la necesaria purga en TV3 y Catalunya Ràdio) y que el peaje lazi y alternativo va a haber que estar pagándolo hasta el día del juicio.

Y mientras tanto, si hemos de hacer caso al ciudadano medio, la iluminación en Barcelona deja mucho que desear y cada vez hay más zonas en las que se impone una semi oscuridad como la que reinaba en Berlín Este cuando lo visité antes de la caída del muro. ¿Qué tal unos euritos para que los barceloneses no se caigan de morros o no sean atracados por mangantes que consideran la oscuridad su hábitat natural?

Parece que La Bressola (aunque la subvención sea una injerencia en un país vecino) y EL PLURAL son prioritarios. Los chiringuitos patrióticos y pogresistas pasan por delante de necesidades de más amplio espectro en Cataluña y Barcelona. Da igual quién esté al mando. Ya solo falta que le incrementen la sopa boba al Institut Nova Historia.