En los últimos cinco años, el conocimiento y uso del catalán han aumentado en 127.000 personas, según las últimas estadísticas. El 93,4% de los mayores de 15 años entiende el idioma, el 80% lo sabe hablar y el 65,6% lo escribe.
Las cifras de la Generalitat confirman que: seis millones de ciudadanos de Catalunya saben catalán. 6,3 millones lo entienden. Hasta 5,7 millones lo leen. Unos 5,5 millones lo hablan. Y 5 millones lo escriben. Son las cifras más altas jamás registradas en Catalunya.
En las cinco universidades de Catalunya, este curso se ha matriculado un 80% de estudiantes más en las facultades de Filología Catalana. Este aumento se ha producido en diez años. En el mismo decenio, la Universitat Oberta de Catalunya (UOC, on line) han pasado de 88 a 173 estudiantes, casi el doble.
Estos datos demuestran que el catalán está mejor que nunca y vive una edad dorada. A pesar de los catastrofistas y de los chiringuitos que viven del cuento, la mentira y el mantra de que la lengua corre peligro.
Más escuelas, más universidades, más profesorado, más alumnado, más editoriales y libros, más medios de comunicación, más y mejor cine, más y mejor música en catalán que nunca. Los agoreros rabian.
Pero los talibanes subvencionados persiguen el castellano. No a ninguna otra de las 300 lenguas que se hablan en Barcelona, cuyo Ayuntamiento presume oficialmente de “ciudad cosmopolita y políglota”.
Sólo atacan al castellano. Aunque con un aumento de población de casi 400.000 personas en Barcelona y en Catalunya, más de la mitad son nuevos conocedores del catalán.
Todo indica que la mayoría de los nuevos habitantes de Catalunya no sienten animadversión alguna contra el idioma catalán. Al contrario, lo estudian y lo usan más, aunque no de forma habitual.
El “no de forma habitual” es la coartada política para subvencionar buzones de quejas donde denunciar casos de vulneración de los derechos lingüísticos de los catalanoparlantes.
Una entidad partidaria del bilingüismo escolar alerta sobre "delaciones” de profesores, "intromisiones" y “presiones” para que eviten el castellano en clase y en los comunicados.
Los inspectores de la Generalitat vigilan que cumplan estas normas tanto el personal docente como el no docente en las aulas, pasillos, comedores y recreos.
Cuentan con la ayuda de los espías de una llamada Plataforma per la llengua. Un ente subvencionado y vinculado a las extremas derechas y extremas izquierdas de Catalunya.
Coinciden ambos extremos en dividir, fracturar y enfrentar a la sociedad empleando una lengua como arma política contra otra lengua. El resultado es que perjudican al castellano y al catalán.
Vividores y activistas profesionales sin oficio ni beneficio. Chupones de los presupuestos públicos con la falacia del catalán asfixiado por el boom de la nueva inmigración. Pero ellos son el peligro, con sus señalamientos y sus odios sectarios.
Sus métodos y sus persecuciones son demasiado parecidos a los del franquismo cuando intentó acabar con el catalán. Pero sólo consiguió el efecto contrario. Y los actuales extremistas e inquisidores del catalán son una consecuencia franquista.
Enseñó Nelson Mandela: “Si hablas a un hombre en un idioma que comprenda, eso llega a su cabeza. Si hablas con él en su idioma, eso le llega al corazón”. Así sea. Y con las más bellas palabras posibles, mejor que mejor.